Castillos y princesas en la Ribera del Duero

EXPRESO - 09.04.2008

Texto: Ana Bustabad Alonso

Texto: Ana Bustabad Alonso. Fotografías: A.B. y Manuel Charlón Margüelles

Érase una vez una infanta desdichada, a quien su esposo el conde asesinó por error mientras dormía, celoso de sus amoríos con un escudero...

Los ecos de la tertulia nocturna junto a la chimenea acompañan el sueño de los viajeros en el Castillo de Curiel, hoy reconvertido en hotel boutique. Ubicado en el punto más alto de la provincia española de Valladolid, en el corazón de la Vieja Castilla, no hay mejor comienzo para una ruta mágica por la Ribera del Duero. Vinos excelentes, paisajes que se saborean despacio.

Vista de Curiel desde las almenas del castillo

Historia y leyenda acercan posiciones en el castillo en extraña emulsión; como el contraste barroco de sus muebles -a veces antigüedades- con los detalles de última generación que sorprenden en los cuartos de baño.

Cada una de las veinticinco estancias, cinco de ellas suites, lleva el nombre de un personaje histórico cuya vida estuvo ligada a sus piedras. El viajero recibe, con la llave de su habitación, un librito que recoge la historia del castillo, de su personaje, y descubre qué objeto de su cuarto está relacionado con él.

Patio de armasHace siglos que el castillo de Curiel de Duero vigila desde sus 927 metros sobre el nivel del mar. El propietario e impulsor de la obra, Rafael Ramos Cerveró, catedrático de Economía jubilado y enamorado de la Historia, desgrana para sus huéspedes los secretos de los muros de caliza. Pasan las horas sin ruido. Gestas y leyendas al calor de la lumbre.

Durante las obras de excavación para acondicionar el suelo -previas a la reconstrucción- se encontraron restos arqueológicos curiosos, que se muestran hoy en vitrinas al viajero. Entre ellos, una moneda de cobre del emperador Arcadio. ‘Esto permite suponer -cuenta Rafael- que en el siglo IV existía ya un asentamiento romano aquí'.

Lo que es seguro es que Pedro I ‘El Cruel' dictó desde aquí muchos de los decretos que le valieron su famoso sobrenombre, y su hijo Diego de Salazar estuvo preso 54 años en el castillo, la condena más larga de la vasta historia castellana.

Durante la Reconquista fue bastión de la frontera cristiana. En esta época Curiel era alfoz de seis pueblos, por la protección que el castillo ofrecía contra los musulmanes. Nada más avistar a las huestes moras, todos -señores, siervos y animales- corrían a refugiarse en sus tres murallas. Prueba del abolengo del lugar, la primera edición de El Quijote, que Cervantes dedicó al duque de Béjar, señor de Curiel.

El castillo tiene como primer propietario documentado a Alfonso VII, en 1050. Pero, a lo largo de los siglos, éste ha sido sobre todo un castillo de princesas. La primera, ‘La desdichada Estefanía', cuya historia cuenta la tragicomedia de Lope de Vega. Ella da nombre a la habitación número 2 del hotel.

Otras mujeres de sangre azul tuvieron como dote matrimonial el castillo de Curiel. Leonor Plantagenet, Doña Violante, o Berenguela ‘La Grande', madre de Fernando III ‘El Santo' y hábil estratega, que consiguió unir los reinos de León y Castilla en uno.

Nada más despertarse, uno siente el impulso ineludible de correr hacia la ventana. Asomarse y quedarse mudo es todo uno; tal es la hermosa aridez de las tierras de Castilla que se abre a la mirada del viajero. A ambos lados de la fortaleza, los valles del Horcajo y del Cuco constituyen un inmejorable punto de partida para saborear los vinos del Duero.

‘Asomarse y quedarse mudo es todo uno’

'Buen castillo tendría Peñafiel si no tuviera a la vista el de Curiel', se dice por estos lares. Y así es: tres kilómetros de viñedos de tempranillo más al sur, al otro lado del río, -‘y unos metros más abajo', puntualiza Rafael- el castillo de Peñafiel domina la villa del mismo nombre, convertida en capital de la Ribera.

En zona de moros durante siglos, alberga ahora el Museo del Vino; espacio lúdico-didáctico de imprescindible visita, aunque sólo sea por asomarse un momento a sus almenas. Magnífica atalaya en forma de barco, desde aquí se divisa toda Peñafiel, con su viejo coso taurino, o las obras de la nueva bodega que Richard Rogers ha diseñado para Protos.

Descubriendo olores en el Museo del VinoAlojarse en el castillo de Curiel es una buena excusa para probar ‘El Viejo Coso'. Se trata de un caldo excelente, Denominación de Origen Ribera del Duero, que produce el hijo del propietario, Jesús Ramos Sánchez. Su Crianza 2003 ganó la medalla de oro en el ‘Challenge du vin 2007' de Bourg sur Girondiu, en Burdeos.

La iglesia de San Martín, a los pies del castillo, es hoy bodega de crianza de sus vinos. Padre e hijo rehabilitaron este templo pequeño del siglo XII, propiedad del Arzobispado de Valladolid, a cambio de verlo de nuevo en pie y un contrato de alquiler por cincuenta años.

Parece que recuperar piedras con historia es una afición familiar. Rafael Ramos fue hace muchos años el autor -‘con mis propias manos'- de la construcción de la ermita que sorprende a los visitantes en el recinto de la Feria de Muestras de Valladolid. ‘Es del siglo XV, estaba derruida en Berceo, cerca de Tordesillas y Villavieja, y la trasladamos para salvarla', cuenta.

También lo intentaron hace años con el Palacio de los Zúñiga, en Curiel -cuando este lugar todavía se llamaba ‘Curiel de los Ajos'. Pero, como recuerdan bien los 93 habitantes del pueblo, no pudo ser. El claustro del palacio -como tantos otros expoliados a la historia castellana- acabó decorando la casa californiana del magnate de la comunicación William Randolph Hearst, padre del amarillismo periodístico.

Con menos de un año abierto al público, los viajeros de negocios han sido los primeros en descubrir el Castillo de Curiel. Probablemente porque está preparado para celebrar todo tipo de eventos. Desde pequeñas reuniones de empresa, hasta un concierto, una sesión de cine o incluso una cena para doscientas personas.

El rincón más demandado del hotel es precisamente su restaurante, donde sorprende una cocina muy variada, basada en productos castellanos de calidad y en la fusión de las culturas cristiana, judía y musulmana.

Detalle del hotelA cargo de una chef cordobesa, Lola García, ofrece entre otras delicias ‘Morcilla de Burgos en Torta Real de hojaldre, con miel y piñones', ‘Rulitos de cecina con membrillo y almíbar de vino moscatel', o un buenísimo ‘Risotto con trufa, boletus y seta de cardo al queso parmesano'. Tampoco conviene perderse la ‘Crema de boletus', o los ‘Langostinos picantes', buen comienzo para compartir una noche de cuento.

Así, lo que -hace sólo tres años- era una ruina a punto de desaparecer es hoy un alojamiento histórico en proceso de adscripción a la marca de calidad Posadas Reales. Partiendo sólo de los planos arqueológicos y un par de bocetos, el arquitecto vallisoletano Javier Palencia Paniagua ha proyectado ‘su primer castillo' respetando íntegramente la estructura original.

Si alguna pega ha de ponérsele al resultado son los recercados de las ventanas en la torre del homenaje, que desmerecen la vista trasera de la fortaleza, sobre el pueblo. Desde la carretera que lleva a Curiel, sin embargo, la silueta del castillo se levanta espléndida, rodeada de viñedos, especialmente brillante cuando cae la noche.

Antes de llegar, en el cruce con la carretera que va a Bocos, una placa en el suelo recuerda que a sólo 100 metros discurre el antiguo Camino Real de Aragón. Su trazado puede verse desde las habitaciones que dan al oeste. En las tardes de invierno parecen escucharse aún los cascos de diez mil jinetes musulmanes al trote.

Se ha procurado que el ambiente del castillo sea lo más sugerente y tranquilo posible, por lo que no dispone de cafetería; aunque los huéspedes pueden pedir cualquier cosa en los salones o en el ‘patio de armas'.

El desayuno buffet está incluido en el precio de la habitación, que recibe al viajero con una botella de Viejo Coso, frutas de temporada y la prensa del día. Además, todo el edificio dispone de red wi-fi para conectarse a Internet.

Aparte de la atención esmerada al cliente -aparcacoches y botones incluidos-, el punto fuerte del castillo son sus vistas. Por eso, en la azotea se ha colocado una pequeña piscina, reservada a los fugaces días de estío en la meseta.

Castillo de CurielTodos los recorridos interiores confluyen en el ‘patio de armas', espacio coqueto donde los haya, que cuenta con una cubierta móvil acristalada para contemplar las estrellas.

El castillo de Curiel aún no tiene clasificación oficial, aunque la marca de calidad Domus Selecta ya le ha otorgado su Luxury Class.

Si se le pregunta a Rafael cuántas estrellas tiene su hotel, responde sonriente, mirando al cielo: ‘Muchísimas, nunca las he contado'.

 

 

Agradecimientos:

Castillo de Curiel

Oficina de Enoturismo de Valladolid

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