Aventuras de un navegado, tres días en Isla Margarita

EXPRESO - 05.05.2013

Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa En Margarita hay mucho ‘navegado’

Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa

En Margarita hay mucho ‘navegado’. Así es como llaman aquí al forastero y está claro que esa especie abunda mucho porque estamos hablando de uno de los destinos turísticos más populares de Venezuela. Suponemos que el origen de ese mote cariñoso es el hecho de que no hay más remedio que navegar, por aire o por mar, para arribar a este acogedor paraíso.

En realidad Isla Margarita está constituida por dos islas que se articulan por medio de la albufera de Arapano, conocida localmente como la Restinga, cerrada hacia el norte por una lengua de arena con menos de cincuenta metros de anchura y abierta al mar por el sur.

La parte oriental, más grande, es donde se asienta la mayor parte de la población, por sus óptimas condiciones climáticas y orográficas. La occidental, llamada península de Macanao, tiene un clima árido y sólo pequeños asentamientos.

Debe su nombre a la abundancia de perlas (margarita, -ae, en latín) que había en sus costas cuando el navegante Cristóbal Colón, que la bautizó, arribó a ellas en 1498. Su árbol nacional es el guayacán y su pájaro la cotorra margariteña.

Margarita está a 38 kilómetros de la costa continental, enfrente a Cumaná, en la zona oriental venezolana. Su superficie, en torno a los 1000 kilómetros cuadrados y su monte más alto ronda los mil metros. La población estable es algo menos de 500.000, aunque oscila mucho, según la época turística.

Cuenta con dos Parques Nacionales, el de Laguna La Restinga y el del Cerro El Copey, éste último creado en 1974 y cuyo nombre oficial es Parque Nacional Jovito Villalba, tiene un alto nivel de endemismo en sus formaciones vegetales y cuenta con las únicas fuentes permanentes de agua de la isla.

Actualmente, en unión de las islas de Coche y Cubagua, constituye el único estado insular de Venezuela: Nueva Esparta, nombre que recibe oficialmente desde 1864 debido al heroísmo de sus habitantes en la guerra de la independencia, culminada con la derrota de los realistas en la batalla de Matasiete, en el año 1817.

Llegamos al Santiago Mariño, su aeropuerto internacional, en un vuelo desde Maiquetía, el aeropuerto internacional de Caracas, que dura unos 35 minutos, y desde allí, bordeando el ‘Monumento Natural’ Laguna Las Maritas, nos dirigimos al Hotel Venetur Margarita, situado en la urbanización Costa Azul, de Porlamar, con acceso directo a la playa Moreno.

En menos de media hora, nos encontramos haciendo el check-in para ocupar una de las 487 habitaciones ‘idóneas para la comodidad y confort del huésped’, según reza la presentación que hace la operadora pública ‘Venezolana de Turismo’ (VENETUR), la más grande del país. Ésta es nuestra base para los próximos días. Desde aquí realizamos las excursiones y recorridos que compartimos a continuación.

Playa Valdez, pesca de bajura

A sólo dos o tres kilómetros del hotel, dirección sur, tenemos uno de esos lugares increíbles por su orografía y sus gentes, pero todavía más sorprendente por su resistencia al empuje de la ‘civilización’.

Esa es la impresión que conservo del pequeño poblado de pescadores que sobrevive en playa Valdez, una pequeña y abrigada calita donde fondean una veintena de lanchas.

Mientras se reparan los aparejos, los niños disfrutan del baño con acrobáticos saltos desde alguna proa respingona y los cormoranes reposan agrupados, sin duda esperando el momento de salir a faenar. Alguien nos hace observar con detenimiento las barcas y constatamos que algunas aparecen impolutas mientras otras, al lado, están cubiertas de guano.

‘Es la venganza de los cormoranes hacia los que no comparten el botín con ellos en el momento de halar la red’. Estas tranquilas aves guían a los pescadores hasta los bancos de peces, por eso esperan su parte al culminar la faena y se incomodan con los desagradecidos.

En la explanada, las edificaciones, de planta baja, están decoradas con acertados motivos alusivos al medio marino y componen una estampa de gran cromatismo, con las redes, los rizones, la ropa tendida, los cactus de la ladera, el costillar de un barco en el dique seco…

La escena, natural y viva, es observada por los enormes edificios de apartamentos que se asoman intimidatorios sobre la loma, aguardando el momento de avanzar hacia el mar.

Al lado, en el espigón de ‘El Morro’, un barco espera el desguace.

Fuerte, Santuario y Faro en Pampatar

Pampatar es la capital del municipio Maneiro, pero su tejido urbano creció hasta entrelazarse con el de Porlamar formando en realidad una sola ciudad. Su núcleo histórico conserva el sabor de pueblo colonial, en el que destaca el Castillo de San Carlos de Borromeo.

Es una fortaleza iniciada en 1663 (leemos en la placa conmemorativa de la entrada), cuya construcción duró 20 años, para proteger el poblado de pescadores de los corsarios y piratas.

Parece ser que fue destruido varias veces, pero se conserva en perfecto estado. Tiene foso seco y un ‘patio de cañones’, con doce piezas del siglo XVIII apuntando a la bahía.

Enfrente al castillo, calle en medio, está el Santuario Santísimo Cristo del Buen Viaje, una iglesia construida a partir del 1748 para acoger una preciosa talla de Jesús crucificado, que llegó a la isla a bordo del bergantín Santa Lucía, procedente de España.

En realidad, el destino del Cristo era Santo Domingo, pero cada vez que el buque zarpaba, aún en el día más favorable, se desataba una tormenta que le obligaba a resguardarse de nuevo.

Después de múltiples intentos, revisando la bodega en busca de alguna fuerza misteriosa, sospecharon si la escultura tendría algo que ver en aquel enigma y, efectivamente: con el Cristo en tierra, la mar seguía en calma; en cuanto lo subían a bordo, todos los intentos de navegar eran vanos.

Por esa razón nunca llegó a Sto. Domingo, se edificó el templo y, desde entonces, los neoespartanos se encomiendan a tan milagrosa imagen antes de emprender cualquier travesía.

cactus

Esta iglesia tiene un curioso campanario con acceso desde el exterior y alberga además dos interesantes óleos: un ‘Juicio final’, del XVIII, y ‘Ánimas’, de Juan Pedro González.

El Faro de Punta Ballena se construyó recientemente, 2007, por la Armada venezolana a través de la Oficina Coordinadora de Hidrografía y Navegación (OCHINA), dentro del ‘Plan estratégico OCHINA-DHN 2000-2010’ que desarrolla el proyecto ‘Faros estratégicos’ y ‘Estaciones Hidrográficas’, para regular las actividades relacionadas con la investigación y la navegación en las costas de Nueva Esparta.

Sus instalaciones albergan la Sede de la Zona Naval de Oriente, máxima autoridad de la Armada en esta región.

No obstante, se está convirtiendo en un destino turístico consolidado, con la colaboración de los militares que permiten el acceso en todo el recinto y hasta lo más alto, desde donde se divisa las ciudades de Porlamar y Pampatar, el Cerro Copey y la inmensa playa Guacuco.

Muy cerca, el lago Gasparico, casi prolongación de las salinas de Pampatar, a los pies del faro.

Puesta de sol?... en Juangriego

Juangriego es una ciudad del norte de la isla, cuyo puerto fue clave para el abastecimiento de Nueva Esparta. Actualmente, nativos y foráneos se dan cita en su Fuerte de la Galera para disfrutar de una ya famosa puesta de sol.

Esta fortaleza, celebrada por la batalla del 8 de agosto del 1817 durante la guerra de la independencia, tiene una ubicación estratégica en lo alto de una colina.

Desde aquí se domina, no sólo la ciudad y la totalidad de la bahía, sino las playas de Juangriego y la Galera, a sus pies; la Laguna de los Mártires y, en lontananza, en la dirección del sol que se oculta, la Punta del Tigre, en el extremo norte de la península de Macanao.

La belleza del lugar justifica la excursión.

Tomó su nombre del capitán de barco Juan Griego, un sevillano que allá por el año 1545 navegaba por estas costas, parece ser que dedicado al lucrativo y lamentable negocio de transportar indígenas cautivos desde la península de Macanao hasta Santo Domingo.

Sabores de antes en Asunción, la capital

Asunción, fundada en 1562, es una ciudad de edificaciones bajas que se difuminan entre tanta vegetación. Está situada en un valle privilegiado, al borde del Parque Nacional Cerro Copey.

El monumento de referencia es el Fuerte de Santa Rosa de la Eminencia, famoso sobre todo porque en uno de sus calabozos estuvo cautiva algún tiempo Luisa Cáceres de Arizmendi, joven heroína nacional de la guerra de la independencia (La Historia sale a la calle, un paseo por el centro histórico de Caracas).

Desde la fortaleza se divisa gran parte de la ciudad y la montaña Matasiete, en cuya ladera se desarrolló la mentada batalla de su nombre el 31 de julio del 1817.

Nuestro gran encuentro sucedió a las puertas de la fortaleza, entre los vendedores ambulantes que aguardan la salida de los visitantes para ofrecer su mercancía. En realidad fueron dos hallazgos:

Uno, el raspado hecho allí mismo con una máquina, que realiza la operación que le da nombre, sobre una barra de hielo para, seguidamente, mezclarlo con un jarabe de frutas a elegir entre tres o cuatro. Esto da lugar a un refresco parecido a los granizados, tan usuales en España en verano, o la raspadilla de Perú.

El artesanal sorbete tiene variantes que dependen sobre todo de los utensilios empleados para obtener las raspaduras de hielo. Así, en lugar de raspado o raspao, puede ser un cepillado (más fino), si se usa un cepillo de púas de acero. En otros lugares de Venezuela le llaman esnovol (de ‘snow ball’). Los jugos suelen ser de fresa, tamarindo, lima o limón.

Dos, el papelón con limón. Una definición de papelón es ‘pan de azúcar sin refinar’. También se le llama panela, que, según la definición de la RAE para algunos países de América, es ‘azúcar mascabado (de caña, de segunda producción) en panes prismáticos o en conos truncados’.

Una receta que encontramos para hacer panela dice que ‘el jugo de caña de azúcar madura, se cuece hasta formar una melaza bastante densa que se pasa a los moldes en forma de cubo, donde se deja secar hasta que solidifica o cuaja’.

Bueno, pues estas delicias, totalmente artesanales, nos las encontramos a las puertas del fortín. ¿Estarán aquí para endulzar la aflicción de haber rememorado los tormentos de Luisa Cáceres en aquella mazmorra sin ventana?

Excursión a una playa de Coche

La isla de Coche está al sur de Margarita, es decir entre ésta y el continente. Tiene unos doce kilómetros de largo por 4 ó 5 de ancho.

La parte norte, más alta, no sobrepasa sin embargo los sesenta metros sobre el nivel del mar. La costa sur es baja y arenosa, con excelentes playas muy codiciadas por los turistas.

Salimos de Porlamar en el ‘Viola Festival’, un barco muy conocido por los visitantes, dando un buen rodeo hasta las proximidades de Cubagua, para evitar los arrecifes que rodean a Coche.

Precisamente por esa circunstancia, la travesía se hace bastante más larga de lo que cabría suponer echando un vistazo al mapa, pero la tripulación y animadores no cesan en la propuesta de actividades y entretenimientos hasta el momento del desembarco.

Esto se realiza por medio de pequeños botes a motor y de poco calado que nos dejan en una playa de arena blanquísima, equipada con hamacas entoldadas para protección del sol y, sobre todo, del viento.

El entorno es de absoluta tranquilidad y relax. La playa, muy plana, se presta para los juegos de equipo y se organiza rápidamente un partido de voleibol.

El lugar es ideal para los paseantes, entre las suaves dunas y la espuma del pequeño oleaje, y aprovechamos para perseguir alguna instantánea de las guaguas o de los taxis-camioneta, con pasajeros que saludan en la distancia desde la carretera paralela a la playa.

Hotel Venetur Margarita

Poco hemos hablado de nuestro hotel en este paraíso y no podemos cerrar nuestras impresiones de la isla sin añadir algunas fotos para composición de lugar, de quienes piensen caerse por aquí próximamente, y resuman la estupenda estancia que hemos disfrutado.

Este Venetur, que es un cinco estrellas, tiene instalaciones para disfrutar plenamente del Caribe aunque, hay que decirlo, un poco de espaldas a la playa.

Esta, con algo de limpieza, sería el complemento ideal de los frondosos jardines y no sólo el fondo de foto de la magnífica piscina que parece prolongarse en el mar, en el que es posible seguir las evoluciones de los pescadores siempre acompañados por la colonia de cormoranes.

Por cierto, entre la arboleda es frecuente cruzarse con alguna iguana que acepta sin remilgos un dátil maduro.

Es de destacar el conjunto escultórico de Julio Maragall, compuesto por innumerables piedras de molino coleccionadas por la señora Gisele Santander durante más de cuarenta años, montado de forma permanente al lado del acceso principal del hotel. Representa una serpiente, cuyo nombre en lengua guaiquerí es kerepare.

Vuelta al continente, en ferry. Destino: Puerto La Cruz

Las comunicaciones marítimas de la isla, por ferry, se realizan desde el puerto de Punta de Piedras, situada en el sur de la isla.

Hay establecida comunicación regular con Puerto La Cruz, con Cumaná y con la isla de Coche. Son, al menos, tres compañías las que ofrecen este servicio. Recientemente, se ha inaugurado también la conexión con Carúpano.

Tiene conexión aérea con varias ciudades de Venezuela y del Caribe desde el ya mencionado aeropuerto Santiago Mariño. Las combinaciones son múltiples.

Nuestro regreso a Caracas lo hemos realizado trasladándonos en ferry hasta Puerto La Cruz (teníamos programada la excursión al Parque Nacional de Cochima) y al día siguiente tomamos un vuelo a Maiquetía desde el aeropuerto de Barcelona, ciudad que forma una sola metrópoli con Puerto La Cruz.

Más información:

Turismo de Venezuela www.venetur.gob.ve