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Una escapada de finde para descubrir la historia de Holanda
EXPRESO - 27.04.2015
El país de los molinos de viento, las bicis, los tulipanes, el queso… es además el que cuenta mayor concentración de museos del mundo
El país de los molinos de viento, las bicis, los tulipanes, el queso… es además el que cuenta mayor concentración de museos del mundo. Aquí la historia se protege y se comparte.
Destino de la zona euro, situado en el norte de la Unión Europea y conocido popularmente como Holanda, Países Bajos guarda mil atractivos para una escapada de finde. En este caso te invitamos a centrarla en sus tradiciones y su historia. Un viaje especial en dos paradas, una para cada día del fin de semana.
Primera parada: Zaanse Schans
Existe un pueblecito situado al norte de Ámsterdam que se ha conservado como un reducto de la vida de otros tiempos. Un museo al aire libre del pasado preindustrial de Holanda y tiene una colección de molinos antiguos -la mayoría de más de 200 años- que todavía están en uso, así como una buena colección de casas y museos históricos.
Se encuentran a una media hora en autobús desde el centro de Ámsterdam. De camino, verás casas sobre el agua, la zona de astilleros, huertos primorosamente colocados, un paisaje apacible, llano y verde, con edificaciones de grandes ventanales para aprovechar toda la luz posible al interior de las viviendas. Casitas con el barco a la puerta, atracado en los canales. Flores en los balcones, en cada ventana. Miles de bicicletas de paseo.
Zaans es el nombre del río. Schans significa fortaleza, se refiere a un bastión construido en la guerra contra el Reino de Castilla. Los primeros molinos se construyeron allá por el siglo XVI, y luego en el XVII se inventó el molino de planta octogonal, el más típico, cuya energía se utilizaba para serrar las maderas que llegaban de Brasil y otras colonias. Otros molinos fabricaban pigmentos.
A finales del XIX, tras la revolución industrial los holandeses los demolieron, no querían depender más del viento. Pero tampoco quisieron perder su historia. En los años 50 del siglo XX, con la ayuda de varias empresas privadas holandesas, se construyó este pueblo tal y como lo conocemos hoy, un reducto turístico en el que se puede viajar en el tiempo sin necesidad de pagar entrada. La Fundación que lo gestiona cobra alquiler a familias que viven y trabajan en los molinos y que mantienen vivos los oficios tradicionales. Hacen queso, tuestan cacahuetes, fabrican zuecos… elaboran mostaza.
Nada más llegar verás el museo del chocolate Verkade. En esta zona se procesa el cacao, uno de los productos que llegan en mayor cantidad al puerto de Ámsterdam. En cuanto entres en el recinto histórico te sorprenderán pequeños molinos en miniatura entre la hierba, son los encargados de mover el agua de los canales para que no se estanquen, los hay por todos los Países Bajos. Y de vez en cuando una garza.
Cuando hay poco viento se cubren las aspas de los molinos con ‘velas’ que giran al revés del reloj. Verde, negro… antes el agua que llegaba hasta aquí era salada, por lo que se utilizaban los colores más resistentes.
La visita se puede hacer por libre de manera gratuita o contratar un guía que nos explique las curiosidades del pueblo, muy recomendable, aunque todo está bien señalizado y se trata de un paseo sumamente agradable.
Cada molino tiene su propio nombre. El De Windhond es un molino pequeño que se dedica a afilar. En el molino de Catharina Hoeve se puede ver la elaboración del queso holandés e incluso comprarlo. El De Huisman se dedicaba originalmente a elaborar mostaza -mejor aún que la francesa de Dijón, dicen- ahora muele clavo, canela y otras especias.
Entre unos y otros, obradores y tiendas tradicionales, donde se pueden comprar por ejemplo stroopwafels, unas galletas de melaza que están riquísimas.
Czaar Peter es una empresa que hace recorridos fluviales por aquí. No es la única. Es fácil recorrer el pueblo en barco o alquilar una bicicleta, el transporte nacional neerlandés.
Para completar la postal, unas cuantas ovejas frisonas, tremendamente peludas, pastan tranquilas en la hierba.
Si te apetece quedarte a pasar la noche, Heerlÿck Slaapen es un bed & breakfast muy estiloso situado en el centro de este pueblecito de cuento.
Junto a él hay restaurantes con mesas al aire libre, puentes entre las casitas, jardines muy cuidados, y patos que salen en manada al encuentro de los viajeros.
A la salida de Zaanse Schans, venden al viajero calendarios con su foto entrando al pueblo. Es típico en este país colgar uno frente al ‘excusado’, para pensar en la familia mientras cada uno se dedica a tan cotidianos menesteres.
Frente al museo del chocolate Verkade paran cada 15 minutos los autobuses 391 de vuelta a la Amsterdam Centraal Station. También se puede llegar aquí en tren. La estación más cercana es Koog-Zaandijk, a un cuarto de hora caminando. En Turismo de Ámsterdam se pueden comprar también pases de un día para visitar la ciudad y la región, que incluyen transporte público, por 13,50 euros.
A Zaanse Schans conviene venir pronto, la mayoría de molinos y establecimientos abren temprano por la mañana y cierran a media tarde, entre las 17 y 18 horas.
Segunda parada: Rijksmuseum
Otro día completo te hará falta –como mínimo- para visitar el Rijksmuseum, uno de los lugares más visitados del país, y el más importante de los museos históricos de Ámsterdam. Se encuentra justo enfrente del logotipo de la ciudad I Amsterdam, al que gustan de subirse los turistas. Es una visita imprescindible, un viaje a través de la historia (del arte) de los Países Bajos desde la Edad Media hasta el siglo XX. Aquí se puede disfrutar de obras tan famosas como ‘La lechera’ de Vermeer, el ‘Autorretrato’ de Vang Gogh o ‘La ronda nocturna’ de Rembrandt, entre muchos otros.
El Rijksmuseum reabrió sus puertas hace un par de años, tras toda una década de rehabilitación de los edificios a cargo de los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz. La colección luce ahora mejor ordenada y vertebrada por un inmenso atrio de 3.000 metros cuadrados. Además, se ha construido una biblioteca, un pabellón dedicado a la parte asiática de la colección y la Atelier House, casa de conservadores y restauradores.
Una curiosidad: el Amsterdam Schiphol Airport cuenta con otro Rijksmuseum en pequeño, el primer museo que se ha abierto nunca en un aeropuerto. Aquí se exponen cuadros originales de maestros holandeses como Rembrand y Vermeer, entre otras obras. Está en el Holland Boulevard, y abre diariamente de 7 a 20 horas.
Guía práctica
Qué llevar
Holanda es un país tremendamente verde, así que conviene meter en la maleta un chubasquero, la lluvia puede hacer su aparición en cualquier momento. El clima es generalmente suave y húmedo, gracias a la influencia oceánica.
Como a cualquier otro país incluido en el espacio Schengen, los ciudadanos españoles pueden viajar con el documento nacional de identidad y conviene llevar la tarjeta sanitaria europea. Para el resto, pasaporte, visado Schengen y un seguro médico resultan imprescindibles.
Cómo llegar
La compañía española Iberia Express cuenta con dos vuelos directos diarios entre Madrid y Ámsterdam, que conectan con la extensa red del grupo IAG, así que es fácil escaparse cualquier finde.
Desde el aeropuerto internacional de Amsterdam Schiphol, puedes tomar un tren o un autobús al centro de la ciudad, a unos 20 Km, o utilizar el transporte hacia los hoteles.
Cómo moverte
Holanda es un país densamente poblado y pequeño. Cuenta con una red de transporte público excelente que incluye trenes, autobuses, metro, ferries y con la que es fácil llegar en poco tiempo a cualquier lugar. O, si lo prefieres, en bicicleta, el transporte nacional.
El Rijksmuseum está en el centro de Ámsterdam, y para llegar a Zaanse Schans lo más práctico es tomar el autobús 391 en Amsterdam Centraal Station, y seguir en él hasta su parada final.
En la web de Turismo de Holanda encontrarás toda la información para moverte fácilmente por el país, y en la de I Amsterdam, información completa sobre el transporte urbano.
Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso
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