Un regreso a Oporto, la ciudad invicta

EXPRESO - 13.07.2013

Ya en la urbe, el metro es la mejor manera de llegar al centro

Texto: Federico Ruiz de Andrés  Fotos: F.R.A., Porto Convention Bureau, Rui Paula, Espaço Porto Cruz
El Oporto de nuestra memoria, el que acariciamos en los recuerdos apenas se muestra ya en las guías turísticas. Cuántas veces viajé con mis padres en el mítico Sud Expresso, conocido también como Sud-Expreso o Surexpreso, en español, Sudexpress, en francés… la denominación de un servicio ferroviario internacional de pasajeros, que une Lisboa, en Portugal, con la localidad francesa de Hendaya, en la frontera entre España y Francia. Un viaje efectuado hasta hoy, con escasas interrupciones, desde su ruta inaugural realizada en 1887.
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Ahora Oporto ya no está en la línea, pero los ferrocarriles de Portugal sí permiten viajar en el nocturno Surexpreso o en el Lusitania desde Madrid hasta Coimbra y de allí, enlazar con un nuevo tren con destino Oporto, ‘la ciudad invencible, la ciudad invicta’.
La compañía TAP Portugal también permite un viaje más pragmático, rápido y directo entre varios aeropuertos de España y el portugués de Oporto, ‘Francisco Sá Carneiro’, que se encuentra a apenas 11 kilómetros al norte de la ciudad. 
TAP es la compañía líder de Portugal, y cuenta con tres vuelos diarios desde Madrid y Lisboa a Oporto. Además, vuela desde Madrid, Barcelona, La Coruña, Bilbao, Valencia, Málaga y Sevilla a Lisboa.

Ya en la urbe, el metro es la mejor manera de llegar al centro. El viaje dura apenas 30 minutos. La estación de metro, Línea Violeta, que hace la conexión al centro de la ciudad, funciona desde las 6h hasta la 1h30. 
Por otra parte, la mejor manera de moverse por la ciudad es, sin duda, en autobús o tranvía y en metro, que cuenta con cinco líneas que, a través de la conexión con otros medios de transporte, hace que sea más fácil viajar dentro de Oporto.
Pero decimos llegar al centro, al corazón de la urbe. Llegamos a la Avenida de los Aliados, justo al lado de la vieja estación ferroviaria de Sao Bento, aquella que me sorprendía por su majestuosidad cada vez que mis padres decidían regresar a Oporto. A la salida del edificio central recuerdo que unos vendedores ambulantes nos ofrecían deslumbrantes fresones, de un magenta que ofendía y sabrosos como solo ellos.
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Lo cierto es que, años después, la estación no deja de encandilarnos. En el edificio central, sus paneles de más de 20.000 azulejos, obra del pintor Jorge Colaço, nos aportan varios episodios de la extensa historia de Portugal. 
Sao Bento es, sin duda, uno de los grandes tesoros de la ciudad.
En Aliados no dudo en regresar al Café Guarany, allí admiro nuevamente la obra ‘los Señores de la Amazonia’, un cuadro de la pintora Gracia Morales. Aquí café pausado, observando el cogollo de esta entrañable y dinámica ciudad.
Es hora de visitar la inimitable librería Lello, en donde Antero Braga sabe ahora administrar los más de cien años de historia que atesoran sus muros.
Años atrás, el británico diario ‘The Guardian’ no pudo menos que considerarla como la tercera librería más bonita de todo el mundo y, desde ese momento, ha seguido recibiendo reconocimientos.
Recuerdo que un viejo librero en Lello recomendó a mi padre una antigua joya de José Gomes Ferreira, escritor nacido en 1900 en esta ciudad. Aún conservo en la memoria el nombre del libro: ‘Aventuras Maravilhosas de João Sem Medo’, reiteradamente leído en la nocturna paz familiar de mi hogar.
Lello nos muestra sus tesoros en estanterías coronadas de arabescos neogóticos. Una simpática escalara roja nos traslada a la entreplanta, que es en donde mejor se ve la vidriera con la conocida indicación: ‘Dedicación en el trabajo’, que nos llega escrita en latín.
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Necesito otro café, esa bebida de los dioses que Portugal se esmera en preservar entre sus joyas de la mesa.
Me hablan del Café Ceuta, con su aire colonial, del que se decía que ‘era la cosa más bonita de todo Oporto’, un antiguo café tradicional, con mesas de billar abajo, que recientemente ha optado también por servir comidas a precios muy razonables.
Pero también muy cercano, en una aireada terraza, un nuevo café me espera. Es en este caso el Aviz, famoso por su salón de té, su café y los billares. De él, me cuenta mi amiga Luz, ‘sirve una de las mejores francesinhas de la ciudad, sin olvidar sus queques de cenoura’. Hasta ahí no llego, pero sí puedo dar fe de que la terraza del Café Aviz cuenta con el interesante valor añadido de disponer de una potente wi-fi gratuita para sus clientes.
Vaya, parece que ya sentimos hambre. Ahora estoy a punto de aceptar la propuesta del Guest House Miss’opo. Un buen espacio para hacer una pausa que acabe con el apetito.
Se trata de una casa de huéspedes situada también en la zona histórica de Oporto. Tiene un café-bar y una tienda en el marco de un proyecto de turismo cultural que dice respetar la dinamización de algunos valores más tradicionales, favoreciendo la divulgación de todas los movimientos más contemporáneos de toda la ciudad.
MISS’OPO sugiere un turismo cultural, hurgando en los valores más significativos de Oporto, ‘intentando crear un estímulo y un guión muy propio, cultivando y mostrando lo que mejor se hace en Oporto’.
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Su área de cafetería oferta desayunos, bocadillos y comidas ligeras, pero también podemos escuchar muy buena música y estar al corriente de las más carismáticas publicaciones hechas en Portugal. Se ubica en la Calle de los Caldeireiros, número 100.
Convenientemente alimentados, optamos por revisitar el barroco Palacio do Freixo, con el padre Duero a nuestros pies. Un taxi, con taxímetro operativo y sabiamente manejado, nos ha conducido hasta aquí en apenas diez minutos, serpenteando la ciudad.
El Palácio do Freixo data de 1742, interesante por ser un bello ejemplo de monumento barroco civil portugués. Este emblemático palacio, cuyo proyecto es de la autoría del reconocido arquitecto Nasoni, autor también de la portuense Torre dos Clérigos, la marca de la ciudad de Oporto, y fue mandado erigir por el deán de la Catedral de Oporto, Jerónimo de Távora e Noronha.
Más tarde el edificio y sus jardines fueron vendidos a la Companhia Harmonia, que instaló aquí una fábrica de molienda entre los años 50 y 60. Finalmente las autoridades optaron por establecer una Pousada, la Pousada do Porto, Freixo Palace Hotel, que fue inaugurada en octubre de 2009.
Cae la noche y la Pousada es capaz de darnos un cariñoso cobijo. Al frente, el padre Duero y el tintineo de las luces de los no lejanos Oporto y Vila-Nova de Gaia. Ya lo dijo Pessoa, ‘Navegar es preciso, vivir no es preciso’.
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Al alba, después de un suculento desayuno frente a la neblina que el Duero nos brinda cada amanecer y al hilo del mismísimo Nasoni, me intereso por la Torre dos Clérigos y regreso al centro urbano. Al Oporto más tripeiro.
Recuerdo de mi infancia, la torre es visitable de principio a fin y escaleras arriba tenemos una mañana resplandeciente. Estamos en el ‘faro del Douro’. Al inaugurarse, a mediados del siglo XVIII, con 75 metros de altura, nacía el edificio más alto de todo Portugal.
Un hito que no dejamos de recomendar a todos los que se inician con Oporto y no me olvido de lo que entonces me contaban de la zona que rodea a la torre: el llamado ‘cerro de los ahorcados’, por ser el lugar en donde se enterraba a los muertos por la justicia.
Hora de mercaderías. Toda ciudad entrañable cobija un lustroso mercado y Oporto no puede ser menos.
No muy lejos de la Avenida de los Aliados, ciudad arriba, se encuentra la que está considerada como una de las zonas más animadas y populares de Oporto: el Mercado do Bolhao, un espacio en donde desde 1914 se vende carne, pescado, fruta, flores y muchos otros productos. 
El mercado consta de varias plantas en las que los puestos se van distribuyendo en torno a un gran patio central. Son muchos los que dicen que en su interior se conserva la esencia de la ciudad, aunque la mayor parte de las tiendas no se han modernizado y conservan su aspecto antiguo.
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Ya me cuenta Thánia Fallace, una vecina del barrio, que esta visita no se la puede perder nadie. ‘Aunque tenga un aspecto de dejadez absoluta y literalmente se nos caiga a trozos, el mercado de Oporto es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Eso sí, no te olvides de las calles que lo rodean. Seguro que algo compras’.
Y es cierta la predicción de Thánia. El Mercado del Bolhao es todo un punto de referencia en donde se reconoce la auténtica vida de la ciudad, alejada de todos los tópicos.
Requesones, chouriços, pescados plateados, la mismísima broa de Avintes que parece sonreírme detrás del escaparate. Todo eso sin desmerecer las entrañables fogaças, una especie de pan dulce que mi padre nos compraba esperando nuestra cara de sorpresa que se dibujaba en el rostro desde el primer bocado.
Sin alejarnos del Mercado nos damos un paseo por la calle que lo acoge. Me sorprendo entrando en A Pérola do Bolhão, una mercearía que fuera abierta en el remoto 1917, ‘el año de la aparición de Fátima’, según me transmitió en confidencia mi entrañable guía Thánia. Muchos consideran este establecimiento como la cuna de los productos delicatessen de Portugal.
Tiempo de café. Hoy vamos a darnos un lujazo, como cuando uno era niño. Un buen café en la terraza del mítico Majestic, en plena Rúa de Santa Catarina, la calle peatonal más comercial de la ciudad.
Santa Catarina está en la parte alta de la ciudad, un área que empieza en la Plaza de Batalha, donde podemos admirar la Iglesia de San Antonio de los Congregados.  El recorrido por esta calle concluye en la Plaza del Marqués de Pombal. 
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Santa Catarina está repleta de tiendas, de vendedores ambulantes, restaurantes y cafeterías. Pero, de todos ellos, destaca el conocidísimo Café Majestic, elegante local de los años 20 en el que nos podemos sentir parte de la historia de Oporto.
Inaugurado en 1921 con el nombre de Café Élite, se convirtió en el lugar de reunión de personajes ilustres de la época y fuente de inspiración para escritores y artistas.  Abandonado durante varios años, el Estado lo declaró como Patrimonio Cultural en 1983, y en 1994 volvió a abrir sus puertas.
Pero no es el Majestic un sitio para comer tranquilamente, sino que se considera como un establecimiento para tomar algo, con una carta con precios más altos que en el resto de cafés de Oporto.
Mármoles, maderas y espejos art-decó acogen al visitante, pero mi idea era tomar un sorbo de café y reanudar mi cita con la Ciudad Invicta.
El avión de TAP que me condujo hasta Oporto me dio la pista idónea para el almuerzo. En la revista de a bordo se hablaba del chef Rui Paula, que ha abierto un local, el DOP, en el Palacio de las Artes, en el cogollo histórico de Oporto, muy cerca del Palacio de la Bolsa.
Me conecto antes a su web para ver si me permitirán fumar y leo lo siguiente:
‘En 2010, Rui Paula emprende su regreso a su tierra natal, Oporto, con la apertura del restaurante DOP. El nuevo espacio funciona en el Palacio de los Artes- Fábrica de Talentos, en el Ancho de S. Domingos, en el centro histórico de la ciudad, clasificado como Patrimonio Mundial’.
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El Palacio de las Artes, ahora bajo el amparo de la Fundación de Juventud, pretende ‘constituirse como un centro de creatividad e innovación de excelencia nacional e internacional, promoviendo profesionalmente a los jóvenes creadores/artistas, y ser el polo dinamizador del centro histórico’.
Todo esto para llegar al meollo de la cuestión: ‘el concepto del Palacio de la Artes encaja en la perfección en el proyecto de Rui Paula, que entiende la gastronomía como un dominio de creación con una fuerte componente cultural. El DOP fue pensado para funcionar como un espacio cosmopolita y a la vez familiar, generador de experiencias gastronómicas exaltantes.
El restaurante, dotado del más moderno equipamiento hotelero, dispone de dos espacios distinguidos y complementarios: un show cooking, de servicio más rápido y económico, y una cocina y sala más tradicionales pero simultáneamente innovadoras’.
El chef Rui Paula ha creado específicamente tres menús: Menú Doro, Menú Artes y Menú Mar y no olvida las raíces burguesas de Oporto y la riqueza de su gastronomía tradicional.
La carta incluye platos como las tripas a la manera de Oporto o el Bacalao de los Congregados. Pero hay más, como los flutes de champange francés, una trufa en cama de pan tostado, bacon y almendras, una impactante ‘Trilogia del Mar’, o esa espuma de calamares, vieira con caviar de trucha y oricio del mar.
Pero hay más: couve portuguesa salteada en ajo con vinagre y harina, o un arroz de pollo domingueiro, o el simple pero entrañable arrozinho de tomate. Y de postre su parfait de coco.
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Es tiempo de paseo y contrición, de recogimiento. Cae la noche en el viejo Porto, con lo que uno opta por bajar, todo lo contrario a lo que podría ser subir. Una dualidad de alta importancia en esta ciudad, por lo que uno se inclina siempre por ir a donde los pies le lleven. Y ahora, abajo está el Duero. Pues allá nos vamos; bajando.
Maria de Arruda, una joven lisboeta aprendiz de gran chef coincide conmigo en la mesa de al lado del DOP. Es ella quien me recomienda un espacio inusual en pleno paseo fluvial de Vila Nova de Gaia. El Espaço Porto Cruz.
Lentamente regreso al lecho del río. En la otra orilla, tal y como María me ha apuntado en una servilleta, está el ya famoso edificio.
La marca de vino de Oporto, Porto Cruz, ha empezado una nueva etapa en sus historia gracias al Espaço Porto Cruz, un proyecto considerado como ‘diferente e innovador, creado para celebrar la cultura del vino de Oporto en Gaia. La apertura al público es reciente, datando del 21 de junio de 2012.
Se trata de ‘un espacio informativo, expositivo y de ocio que ofrece nuevas experiencias en torno al vino de Oporto, conjugándolo con creaciones artísticas de áreas tan diversas como la moda, el arte y la gastronomía.  Además de los contenidos permanentes, existen programas estacionales que dinamizan la oferta cultural y artística de este lugar, en el que es obligatorio vivir el vino’. 
Es de noche cerrada y a quién podemos negar un buen Porto. En este espacio accedemos a la Terrasse Lounge 360º, una forma innovadora de degustar el vino en un entorno privilegiado. Ya doy fe de los 360 grados porque todo en su entorno está visible.
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La compañía me la da el Porto Cruz 10 años, un vino de aromas complejos, revelando en la cata una gran elegancia. Idóneo, en fin, para cerrar capítulo y prepararnos para el nuevo día. Una jornada que nos llevará hasta la Fundación Serralves. Y es que viajar hasta Oporto sin visitar la Fundación de Serralves sería una decisión imperdonable.
Cada visita que se efectúa a los espacios arquitectónicos de la Fundación Serralves está orientada a relacionar la arquitectura contemporánea del Museo, obra del arquitecto Álvaro Siza Vieira, con el Arte Decó de la Casa, obra del arquitecto Marques de Silva y el paisaje del Parque, obra esta del también arquitecto Jacques Gréber.
‘Los espacios se cruzan y coexisten armoniosamente y de esa forma se insinúan como arte, porque son Arquitectura y Paisaje’, comenta el guía de la Fundación. Por cierto, también nos cuenta que es posible celebrar visitas nocturnas al conjunto: la casa, el parterre central y el lago romántico.
Todo es aquí nuevo para mí. Las visitas a Oporto de mi infancia no incluían estos espacios, un proyecto de Siza Vieira inaugurado en 1999.
Mi regreso a Oporto está tocando a su fin. El reencuentro con esta entrañable ciudad merece una despedida que homenajea nuestros deseos más recónditos. La gastronomía es un aspecto que Oporto tendría que destacar aún más.
Duarte Galvão, un viejo periodista que ejerció su trabajo en la ciudad gala de Nimes y que ahora ha regresado al Porto de sus amores me recomienda una comida de despedida en el Restaurante Quarenta e 4. Un espacio de diseño sofisticado en la que tiene protagonismo la cocina tradicional portuguesa. Galvão ha comprendido a la perfección lo que yo necesitaba.
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El restaurante está en la llamada calle de las marisquerías, la Rua Roberto Ivens, en Matosinhos y aspira a ofrecer ‘lo mejor de la cocina tradicional portuguesa, con la inconfundible marca del chef Pedro Nunes’, me apuntan.
Resulta que se trata de un espacio amplio, dividido en varias zonas, con una decoración moderna que incluye ‘pequeños detalles que plasman un cierto espíritu retro, como los muebles antiguos. El color dominante es el rojo que, contrastando con las paredes blancas, define el ambiente. .
El espacio fue almacén de pescado, y como no podía ser de otro modo, su especialidad son los productos del mar, mezclando la cocina tradicional portuguesa con toques de cocina de autor, de la mano del chef Pedro Nunes.
De la carta entresacamos el lombo de porco preto fumado Bellota; los cogumelos recheados; los bolinhos de bacalhau; miscaros grelhados; el carpaccio de boi com rúcula o el carpaccio de salmão com alcaparras.
Y no da más por ahora. El tiempo apremia. Este es el resultado de mi escapadinha a Porto a la que regreso unos cuantos años después de aquellos viajes que nos reconciliaban con lo más profundo de Portugal, ni más ni menos con su segunda ciudad en importancia, sabiamente tildada de invicta y lo es porque todos nos rendimos ante ella. Todos a los que no nos importa reconocer el valor de lo vintage. Es mi Oporto.
 
Más información:

Porto Convention Bureau visitportoandnorth.travel 

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Comentarios

felicity (no verificado)

soy una enamorada de ésta ciudada, las vacaciones del año pasado las pasamos alli y volvería una y otra vez.