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Piérdete por la sensual Valencia modernista
EXPRESO - 26.12.2010
Texto: Ana Bustabad Alonso; Fotos: Federico Ruiz de Andrés
Primero fueron los arrozales y las naranjas, las Fallas y la paella; hasta que en 2002 Santiago Calatrava transformó la capital valenciana en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Desde entonces, la imagen de Valencia se asocia inevitablemente a la arquitectura de vanguardia y a los eventos náuticos más importantes del mundo, como la Copa América.
Pero, más allá de los tópicos, de los de antes y de los de ahora, la ciudad del Turia esconde muchas Valencias diferentes, mil viajes para conocer todas sus caras. Transgresora, cosmopolita, amante de sus tradiciones, divertida, siempre sorprendente. Hoy te llevamos a un viaje en el tiempo por la Valencia Modernista.
En Valencia el Modernismo se ve nada más llegar. De hecho, una de las obras más emblemáticas de esta época es la Estación del Norte, diseñada por Demetrio Ribes. Los trenes de Renfe llegan en sólo noventa y cinco minutos si eliges alta velocidad, uno de los recién estrenados AVE, o un poco más en Alvia si te apetece saborear despacio el paisaje manchego. No llegan directamente a esta Estación del Norte, pero podrás enlazar hasta aquí desde la nueva estación Joaquín Sorolla.
Con la inauguración de la Estación del Norte, en 1917, la ciudad se abría al exterior, a las huertas que la rodean y recibía a los viajeros que venían de lugares lejanos. Flores, azahar, naranjas, arrozales, rosas… son los motivos elaborados en cerámica en su fachada, con los que Valencia pretendía vender sus encantos al mundo.
Demetrio Ribes diseñó este edificio en forma de ‘H’, donde fachada, taquillas, despachos y escaleras están decorados con maderas talladas, forja, vidrieras de colores, cerámica de verde intenso, reflejos metálicos, y una curiosa proporción áurea en todos sus elementos.
Quizá porque la burguesía de principios del siglo XX hizo suyo este estilo sensual y fascinante, lo cierto es que Valencia es una de las ciudades españolas con un mayor volumen de obra modernista. Pero la Valencia modernista no comenzó por las grandes obras, sino por los objetos cotidianos, industriales, caseros, que se llenaron de curvas y se inspiraron en la naturaleza.
Barroco y exuberante a veces, geométrico y ordenado otras, de este modernismo mediterráneo nacieron los lienzos mágicos de Joaquín Sorolla, y las esculturas virtuosas del gran Benlliure. Espacios como el de Museo de Bellas Artes están llenitos de sus obras.
Pero la mejor manera de apreciar que el Modernismo sigue vivo en Valencia es perderse por las calles estrechas del centro histórico, caminar hasta el ensanche, y desembocar en su puerto, uno de los lugares más representativos de esos años tan singulares.
Como el recorrido merece más de un día, hemos buscado un alojamiento muy bien especial, el hotel SH Boutique Inglés, el que fuera antiguo palacio de los duques de Cardona a mediados del siglo XVIII. Está en pleno centro, en Poeta Querol, la calle que se conoce como ‘la milla de oro’ comercial de Valencia.
Es un hotel boutique de lo más romántico, con Internet wi-fi en todas las habitaciones. Elige las que dan al Palacio del Marqués de Dos Aguas, sede del Museo Nacional de Cerámica ‘González Martí’. Y no dejes de desayunar en su terraza, tendrás la mejor vista de la espléndida puerta barroca de mármol del museo.
Comenzamos la ruta desde aquí, y nos adentramos por la calle de la Paz. Perfecta para una tarde de compras sin reparar en gastos, aquí tienen sus locales la diseñadora Carolina Herrera o Vicente Gracia, considerado por Vogue uno de los veinte mejores joyeros del mundo; y encontramos tiendas de decoración tan especiales como la de Amelia Delhom y El Mercader de Indias.
En la misma calle, el hotel Vincci Palace, otro edificio de aires modernistas. Enfrente, el emblemático Edificio Gómez, de Francisco Mora, nos llama la atención por sus ventanas lobuladas, y los elementos vegetales en relieve, un guiño al Art Nouveau francés.
Pero nuestro primer destino es uno de los ejemplos más apabullantes del modernismo valenciano, el Mercado Central, de Soler i March y Guardia Vidal. En menos de diez minutos llegamos a su fachada de cristal, hierro y cerámica, a la ‘cotorra’ que preside la veleta de su cúpula. Del bullicio de los puestos de flores del exterior al interior luminoso, perfectamente ordenado.
Naranjas, pescados de colores, frutas, verduras... La variedad es inmensa y nos abre el apetito. Estamos en el mercado cubierto más grande de Europa. Obra de los arquitectos Francisco Guardia y Alejandro Soler, aunque finalmente ejecutado por Biedma, por aquí pasan cada día más de 15.000 personas.
Nos acercamos un momento a las oficinas, donde venden artículos sobre el mercado. Encontramos un DVD con la historia del mercado desde su inauguración en 1927, por seis euros, y nos llevamos también un libro con recetas de cocina valenciana.
Nos cuentan que la compra se puede hacer por Internet, y que el Mercado Central albergó durante la pasada Copa América una de las mayores fiestas nocturnas que se recuerdan en Valencia, a la que asistió la actriz Demi Moore.
Enfrente está uno de los edificios más espectaculares de la arquitectura civil española. Aunque es gótico, y no estaba en nuestros planes, merece la pena entrar a verlo. Es la Lonja de la Seda, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Es fácil imaginarse a los comerciantes negociando entre estas gigantescas columnas o discutiendo en corrillos en el patio de naranjos, bajo la atenta mirada de las gárgolas, que advertían a los mercaderes de las peligrosas consecuencias de las transacciones irregulares. No te puedes las curiosísimas gárgolas y esculturas, con figuras escatológicas y algunas absolutamente escandalosas.
Como la mañana ha sido larga, intensa, no nos resistimos a hacer una parada refrescante en ‘El Siglo’, un local pequeño de la plaza de Santa Catalina. Dicen que aquí se hace la mejor horchata de Valencia. Además de tomar la famosa bebida dulce, no te puedes ir sin probar su crema de chufa, diferente.
Dentro de la horchatería, que pertenece a la misma familia desde 1836, verás los papeles pintados originales. El local es pequeño, pero fue uno de los más importantes de la ciudad en el siglo pasado. De hecho, en las plantas superiores vivían las decenas de trabajadoras que llegó a tener la horchatería. Actualmente es propiedad de dos cuñados, y si te fijas en la fachada verás el retrato de la mujer de uno de ellos, vestida de valenciana.
Muy cerca de aquí está la plaza del Ayuntamiento. Tiene forma irregular porque ocupa todo el espacio de lo que fue un antiguo convento, expropiado durante la Desamortización de Mendizábal. Aquí nos encontramos con dos ejemplos importantes del Modernismo. El edificio de Correos y Telégrafos, de 1922, y el propio Ayuntamiento. En su fachada, obra de Francisco Mora, hay varias esculturas de Benlliure.
Aunque cueste imaginarlo, la ciudad de Valencia fue fundada por los romanos en una isla, rodeada por dos brazos del río Turia. Siglos después, cuando los árabes la hicieron prosperar, gracias al comercio de la seda, cerraron uno de los brazos y construyeron la primera de las murallas que iba a tener la ciudad.
Mucho tiempo después, ya en los últimos años del siglo XIX, el despegue económico de la burguesía obligaba a derribar la última muralla, gótica, para propiciar una gigantesca obra urbanística; la apertura del Ensanche. La higiene y la sanidad eran muy importantes en esa época, así que además de ampliar la ciudad, había que hacerlo de manera ordenada y
El autor de la gran obra fue Francisco Mora y Berenguer fue el autor, que también se encargó de llevar a cabo dos importantes ferias de muestras de la industria y el comercio: la Gran Exposición Regional de Valencia en 1909 y la Exposición Nacional del año siguiente.
Precisamente en el Ensanche encontramos los mejores ejemplos de arquitectura modernista. Uno de los primeros, de 1901, está en la esquina entre las calles Somí y Jorge Juan. Es la Casa del dragón, que se llamó así por los animales mitológicos –dragones, locomotoras aladas- que decoran su fachada. Si asomamos a la antigua entrada de carruajes, vemos el amplio zaguán que proyectó el arquitecto José Manuel Cortina, y que daba acceso a la vivienda.
Un poco más adelante, entre las calles Jorge Juan y Conde de Salvatierra, está otro emblemático mercado de abastos, ahora convertido en un centro comercial abierto, el Mercado de Colón. Se creó para acabar con la suciedad de la venta ambulante que tanto molestaba a la alta burguesía, y su cubierta, que recuerda aún a los antiguos puestos, nos habla de la ligereza de los nuevos materiales, de luz, de funcionalidad.
Las terrazas del nivel de la calle son perfectas para tomarnos la segunda horchata del día. Esta vez de ‘Món orxata’, una marca que utiliza chufas de cultivo ecológico, con fartóns, un dulce típico valenciano que le va de maravilla.
En la planta de arriba del mercado está el restaurante ‘Alto de Colón’, uno de los más caros de la ciudad. Aquí es muy fácil ver cenando a famosos como Pedro Reyes, Ana Obregón, incluso Julio Iglesias, que aprovechan para visitar en los alrededores las tiendas de diseñadores valencianos como Dolores Cortés, Tonuca, o Francis Montesinos.
Antes de dejar el mercado, fíjate en los dos quiosquillos de la entrada. Están completamente recubiertos con trencadís.
Así se llama la técnica elaborada con pequeños trozos cerámicos que utilizó Gaudí en algunas obras como el Parque Güell, en Barcelona y que se ha convertido en una de las señas de identidad de Valencia. Aunque pase habitualmente desapercibido, puede encontrarse también en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el espacio ultramoderno y blanco diseñado por Santiago Calatrava.
Para seguir con nuestro paseo modernista, bajamos desde el mercado de Colón por la Gran Vía Marqués del Turia, una de las grandes arterias del Ensanche. En el número 9 nos encontramos con un balcón muy curioso, que sostienen dos figuras con alas, un hombre viejo y una mujer joven. Es la Casa Ortega, de Manuel Peris Ferrado.
La mujer es uno de los símbolos del lenguaje modernista, sobre todo en la vertiente art Nouveau. Suele estar envuelta con hojas, o granadas. En este caso, el escultor encargado de la ornamentación, Julio Real, eligió que las dos figuras descansasen sobre flores.
En la misma Gran Vía, pero en el número 67, haciendo esquina con la calle Ruzafa, nos encontramos con otro edificio de viviendas que llama la atención por sus enormes dimensiones y su tejado ondulado. A él le debe el nombre de Casa Chapa.
Aquí las formas que destacan los círculos, las ondas, el remate de cornisa en forma de arco, tan característico de Carlos Carbonell, uno de sus tres autores. Y es que lo curioso de esta obra, compartida con Ferrer y Martorell, es que los tres arquitectos supieron trabajar juntos hasta alcanzar un lenguaje único que cubre toda la manzana.
Un poco más adelante, atravesando la zona de copas de Cánovas, llegamos al río Turia. Aquí nos entra la duda: cruzar por el Puente del mar, que se llamó así porque unía el centro con los poblados marítimos, o bien bajar y cruzar el cauce del río caminando.
Enfrente, la Alameda, una zona recreativa que se mantiene desde el siglo XVII. En tiempos abarcaba desde el antiguo Palacio Real, que fue destruido durante la guerra de la Independencia española, hasta el Puente de Aragón.
Cruzamos la alameda hasta llegar hasta el que fue el Pabellón de la industria lanera en la Exposición Nacional de 1921. Hoy es el hotel Westin, uno de los mejores cinco estrellas de Valencia, con un gran vestíbulo y un patio central con terrazas donde descansamos un momento de la caminata.
A pocos metros, llegamos por fin al Palacio de la Exposición, magnífica obra de Francisco Mora y Berenguer. Fue la sede del Ayuntamiento en la Exposición de 1909. Hoy en día es un edificio público que alberga una biblioteca municipal, y donde también se pueden alquilar salas para eventos.
En la calle Amadeo de Saboya encontramos un edificio singular por la delicadeza de sus detalles en ladrillo. Es el antiguo asilo de lactancia, que servía de guardería a los niños de las trabajadoras de la Tabacalera, justo enfrente, obra también de Ramón Lucini.
El asilo se ha convertido ahora un spa urbano, el Balneario de la Alameda. Para disfrutar de sus aguas mineromedicinales a 43º C sólo hace falta reservar y traer el traje de baño. El resto, chanclas, toallas, o cualquier otro elemento, puede conseguirse aquí mismo.
Se hace tarde, así que volvemos hacia el centro. Antes de cruzar de nuevo el Turia por el puente de Calatrava nos encontramos con un edificio con detalles modernistas bien conocido por muchos valencianos. Es el edificio La Cigüeña, hoy sede de la Consejería de Agricultura, pero que durante muchas décadas fue clínica de maternidad.
Por toda Valencia encontrarás muchos otros edificios modernistas, como el Asilo de San Juan de Dios, un edificio de ladrillo situado en la calle Río Tajo; la geométrica Casa Ferrer, en el 29 de Cirilo Amorós; los almacenes La Isla de Cuba, también llamados Casa Sánchez, en plena plaza de la Reina, que te sorprenderán por su color berenjena; o el Palacete de Ayora, en la calle Pastor, uno de los más eclécticos, donde podrás visitar sus jardines, que son públicos.
En la web de Turismo de Valencia puedes localizar fácilmente monumento, restaurante, hotel o puente, y reservar una visita guiada, o descargarte un plano de la Ruta del Modernismo para hacerla por tu cuenta .
Cuando llegues a un monumento, busca la señal de Valencia Museu Obert, marca en tu móvil el 650 800 200*, selecciona el idioma, el número que aparece en la señal, y déjate guiar.
Si prefieres llevarte el guía ‘puesto’, entra en la página de de Museu Obert, y descárgate en formato mp3 la ruta 8, ‘Valencia entre dos siglos’, que incluye los puntos modernistas más importantes de la ciudad.
Además, en la web de Turismo de Valencia encontrarás muchas otras descargas útiles, como una guía de la ciudad para en tu móvil; comprar la Valencia Tourist Card, o buscar las mejores ofertas para viajar a la capital del Turia.
Si quieres recibir directamente en tu correo las mejores ideas y ofertas para una escapada a Valencia, puedes suscribirte gratis al Boletín de ofertas de Turismo de Valencia.
La Ruta del Modernismo hacia el mar
Nuestra ruta por el Modernismo no está completa sin una escapada al Puerto y las playas de Valencia. Aunque durante la Guerra Civil fueron bombardeados casi un millar de edificios, todavía se conservan los Tinglados y la Estación Marítima del Reloj, obras de los ingenieros Fausto Elio Vidarte y Federico Gómez de Membrillera.
Los Tinglados se caracterizan por las líneas elegantes de los depósitos de mercancías, y las líneas clásicas en el que conviven ornamentos de dos bien diferenciados: la sezession y el II Imperio. Fíjate en los anillos, las metopas con triglifos –una especie de gotas suspendidas en vertical-, y en los elementos vegetales de cerámica valenciana.
La antigua Estación Marítima del Reloj, uno de los ejemplos de la influencia francesa en el Modernismo de la ciudad, es el edificio más representativo del Puerto.
Aquí se celebra la mítica America’s Cup de vela, de la que Valencia fue la primera sede europea en los más de 150 años de historia de esta competición, y en las noches de verano es una de las zonas más animadas de la ciudad.
Un poco más adelante del Puerto está el hotel Las Arenas, hotel de lujo construido sobre el antiguo balneario. Enfrente, la casa de Demetrio Ribes, otro ejemplo de vivienda modernista, obra del propio arquitecto. Estamos en la playa de las Arenas, el tramo de arenal que precede a la literaria playa de la Malvarrosa.
La playa de la Malvarrosa fue lugar de descanso de la burguesía valenciana, entre la que se encontraban ilustres veraneantes como el pintor Joaquín Sorolla o el escritor Blasco Ibáñez, que hicieron famosas la luz de Valencia. Hoy en día se pueden visitar sus casas, convertidas en museos.
Aquí se ubican algunos de los restaurantes más populares de la ciudad, todos con terrazas que miran al mar. Prueba el arroz pelado en La Muñeca; y las clóchinas, tellinas y all i pebre en Casa Ripoll o La Alegría de la Huerta. En L’Estimat, además de sus famosas paellas, encontrarás tapas valencianas como el esgarrat y la puntilla rebozada.
Para llegar al Puerto o a la Malvarrosa, en la web de Turismo de Valencia encontrarás los recorridos de autobús, tranvía y metro. Si es tu último día en la ciudad, la línea 5 te lleva directamente al aeropuerto.
GUÍA PRÁCTICA:
Cómo llegar
Los trenes de Renfe llegan desde Madrid hasta Valencia en un rato que se pasa volando. Noventa y cinco minutos si eliges alta velocidad, uno de los recién estrenados AVE, o un poco más en Alvia si te apetece saborear despacio el paisaje manchego.
Además de buscar los mejores precios en la web de Renfe, puedes entrar en la web de Turismo de Valencia, donde encontrarás ofertas de tren y alojamiento desde 24 euros y más sorpresas al presentar tu billete del AVE.
Dónde dormir
El hotel SH Boutique Inglés, el que fuera antiguo palacio de los duques de Cardona a mediados del siglo XVIII, está en pleno centro, en Poeta Querol, la calle que se conoce como ‘la milla de oro’ comercial de Valencia.
Es un hotel boutique de lo más romántico, con Internet wi-fi en todas las habitaciones. Elige las que dan al Palacio del Marqués de Dos Aguas, sede del Museo Nacional de Cerámica ‘González Martí’. Y no dejes de desayunar en su terraza, tendrás la mejor vista de la espléndida puerta barroca de mármol del museo.
Dónde comer
Si te gusta la cocina clásica, en la web de Turismo de Valencia encontrarás los restaurantes que preparan paella e incluso la receta.
Pero si buscas algo original, divertido y barato, no te pierdas el restaurante La Lola, en la Subida del Toledano, en el Barrio del Carmen. Jesús Ortega, su propietario, se trajo de Londres muchas buenas ideas, que combina con la mejor cocina española. Aquí encontrarás música de los mejores DJs las noches de los sábados, y actuaciones de jazz y flamenco los jueves.
Te encantará su decoración y su ambiente joven. No te pierdas las Sorpresas, crujientes de queso fresco, gambas, puerro y salsa agridulce de frutos rojos y mango que se han convertido en el plato más solicitado. Además, si te apetece, puedes comprar cualquiera de los cuadros que decoran el restaurante.
También en pleno centro, en la plaza Lope de Vega, junto a la iglesia de Santa Catalina, está el restaurante Ocho y medio, famoso por sus foies y sus chocolates, donde comen a diario muchos políticos valencianos. Imprescindible comenzar con un ‘Kir Royal’, una bebida aperitivo elaborada con cava brut nature y crema de cassis (arándanos).
Prueba el ‘cordero confitado en horno con puré de patata al aceite de tartufo y chalotas pochadas’. Que prepara su chef, Pablo Gil, o la ‘ensalada de ventresca de atún con chalotas’. Cierra sábados a mediodía y domingos, y es imprescindible reservar mesa.
De copas
Valencia se pone especialmente guapa por la noche. No te pierdas un paseo por sus edificios iluminados, y aprovecha para conocer el ambiente nocturno de la ciudad, que te va a encantar.
A primera hora, el centro de la noche es el Barrio del Carmen, en el centro histórico. En las calles Caballeros y Almendro encontrarás los locales más de moda. Comienza en el Café San Jaime, en el 51 de la calle Caballeros.
Uno de los locales de ‘gente guapa’ es Bolsería, en el 41 de la calle del mismo nombre. Si te va un ambiente más bohemio prueba en Zapping, justo al lado, perfecto para una tertulia tras la cena.
Si nunca lo has probado no te pierdas el ‘Agua de Valencia’, un cóctel tradicional valenciano a base de zumo de naranja, champagne y azúcar, que suele llevar unas gotas de vodka o ginebra.
Se inventó en 1929 en el Café Madrid, en la calle Abadía de San Martín (justo detrás del Museo de Cerámica). Pero puedes encontrarlo también en el Barrio del Carmen, en el Café Infanta, plaza del Tossal, 3.
Para seguir la noche puedes acercarte al barrio de Ruizafa, la nueva zona de moda. En la discoteca Le Club, calle Cuba 8, encontrarás la mejor música electrónica de jueves a sábado. En verano la noche termina en el Paseo Neptuno, la zona de playas y el puerto, donde sigue la marcha hasta el amanecer.
Agradecimientos:
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05.08.2011 - 22:26
internauta (no verificado)
28.12.2011 - 11:07
Hola,
El coautor de los Tinglados fue Fausto Elío Vidarte, padre de Fausto Elío Torres y asimismo Ingeniero de Caminos. Un saludo