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Espejismo de Hammamet
EXPRESO - 14.09.2008
Vuelve el Hotel Lella Baya Texto: Federico Ruiz de Andrés
Vuelve el Hotel Lella Baya
Texto: Federico Ruiz de Andrés. Fotografías: Andrea y Javier Ruiz Camazón
La ilusión óptica, el espejismo, se nos presenta en el corazón de la nueva Hammamet, Túnez, en un enclave turístico más conocido como Yasmine. Y allí, en su seno, la cadena española Vincci gestiona desde hace algún tiempo el hotel Lella Baya; una instalación que juega con el huésped al espejismo: la esencia de las mil y una noches.
Yasmine-Hammamet, a unos ocho kilómetros de la localidad que le diera el nombre, es una zona, un polo de atracción para el turismo, con todos los servicios puestos a disposición de éste: los supermercados, el puesto de correos, el de policía, sus pubs, sus restaurantes, sus comercios, su moderna marina,...
Por menos de medio euro, unos cuatro euros si se opta por el taxi, es fácil desde Yasmine acceder en autobús urbano hasta el centro de la vieja Hammamet; una ciudad costera que vivió grandes momentos y que ahora ve cómo el antiguo fuerte español es un gran reclamo para turistas amantes de la arquitectura militar.
Pero también para quienes quieran tomarse el mejor té a la menta de Túnez, que no es otro sino el que se sirve en su café moro Sidi Bou Hadid, un majestuoso café con vistas a la bahía y en el que acompasar unas caladas de shisa con la inmejorable puesta del sol que el café moro, con sus esteras y sus árabes melodías, ofertan a buen precio.
Lella Baya; el espejismo no es sino una ilusión óptica, y el hotel se erige en él, con arquitectura sahariana, imponente y sugerente, para los miles de turistas que hasta aquí llegan. En su exterior, una caprichosa arquitectura con claros tonos de adobe y un pronunciado sabor moruno.
Ya dentro, este magno, impresionante hotel nos recibe en un espectacular vestíbulo en el que el teatro, Aladino, hace de prodigioso guía por sus cientos de recovecos en los que los pasillos de acceso a las habitaciones sirven de balcones a una realidad virtual no sólo sugerida, sino mostrada al detalle como espejismo a los visitantes.
Dos centenares y medio de habitaciones en el marco de tres hectáreas de extensión, en primera línea de playa.
Por el vestíbulo son decenas de trabajadores quienes deambulan en sus menesteres, aderezados con los atavíos que conforman su especialidad o categoría. Todos son capaces de chapurrear el idioma de su interlocutor.
En sus exteriores, un jardín y un par de piscinas que, pese a sus grandes dimensiones, quedan cortos en un espacio por el que compiten ciudadanos procedentes de la vieja Europa, de la nueva y oriental Europa y de países hermanos a Túnez en el norte de África. Así, la piscina se debate en acoger ciudadanos que visten bikinis, trikinis o misteriosas damas musulmanas recubiertas en su totalidad.
Con una ágil recepción, el check-in se realiza rápidamente, una vez cubiertos los engorrosos formularios gubernamentales. Más, el papel está caro en Túnez y el huésped no puede acceder a un folleto; ni en recepción ni en las habitaciones.
Imposible hacerse con la descripción de la instalación. Y en las habitaciones no hay referencia informativa alguna acerca de los servicios a los que poder acceder, ni plano del hotel ni nada.
Volvemos al vestíbulo, a ese magno imperio de las mil y una noches tunecinas. Allí, una variada colección de antigüedades se exhibe ente el recién llegado.
El diseño general es bastante impactante, y bastante bueno además, dotado de una mágica concepción del espacio escénico, conjugado en una melodía entonada a ritmo de ‘horror vacui' en la que cada elemento que se muestra, emprende una danza simpar con el de al lado.
Todo casa, todo es bonito en este museo de tradiciones y objetos populares, procedan o no de Túnez, pero que dejan al huésped con una pronunciada sensación de pulcritud y preciosismo visual. Parecen objetos atesorados tras el atrezzo de la última producción de Indiana Jones. Pura tramoya y encanto.
Las habitaciones son grandes, pero algo desangeladas. Parecen seguir la inspiración árabe basada en los colores acres y la forma predominante del arco de medio punto en sus ventanales y espacios abiertos.
Destacan también su amplio baño y el minúsculo espacio destinado a ubicar el retrete. Las habitaciones coinciden todas en disponer de una holgada terraza.
Ya hemos señalado que en la habitación es imposible encontrar información sobre el hotel. No hay ni una mera hoja informativa que nos indique los horarios del restaurante, ni la descripción de los servicios que el hotel ofrece, ni un plano de sus instalaciones. Ni siquiera un catálogo de los hoteles de la cadena.
Aquí, la austeridad es la norma. Una austeridad que hace que las amenities del baño se reduzcan a un jaboncillo, un frasco de champú y otro de gel por cabeza. En cuanto a la lencería, las toallas hace tiempo ya que no ‘han pasado la ITV'. Ciertamente desgastadas, tanto ellas como sus primas hermanas las sábanas y fundas de almohadas.
El restaurante
Hay que reconocer que, si bien cantidad y calidad de los alimentos superan a otros hoteles tunecinos de su categoría, puede afirmarse que Lella Baya ha vivido tiempos mejores.
Los desayunos ofrecen una limitada oferta de productos con dos puestos de exhibición de cocina en vivo, limitados a la elaboración de tortitas y a derivados del huevo. El café, por otra parte, no desentona con la ‘normalidad' del entorno.
Media docena de productos de bollería, un trío de variedades de fruta de temporada y un zumo de naranja natural sobre el que la dirección del hotel ha decidido mercadear situándolo con un precio extra. El café expreso también es objeto de un precio adicional.
Por lo que se refiere a las comidas principales, también ofrecen una limitada variedad de productos aunque, eso sí, se exhiben modestos ingredientes de ensalada y una más limitada aún variedad de panes. Sí podemos destacar la apuesta realizada por proponer los productos gastronómicos del país.
Pero si la oferta de sólidos es limitada, la de líquidos es importante, fundamentalmente en lo que se refiere al bolsillo del huésped quien deberá hacer frente a unos precios realmente altos, tanto si desea comprobar la calidad de los caldos del país, como si pretende saborear la cerveza tunecina Celta o si le da por ingerir una botella de agua mineral.
Son precios que casan a la perfección con los que el hotel aplica a los bares o cafeterías del complejo. La imagen general del hotel, cuando decides emplear un día en hacer uso de sus prestaciones, es la de que todo el mundo pretende hacer negocio con el huésped.
Todo indica que has optado por alojarte en un monumental, artístico y pulcro zoco en donde todos te venden algo: hay fotógrafos, vendedores de excursiones en barco pirata, en camello, animadores que te impulsan al sesteo, camareros que insisten preguntando a uno qué va a tomar, fotógrafos que inmortalizan tus posados...
Espejismo permanente. Hasta en las nocturnas actuaciones en las que nada de lo que parece es cierto, como el ‘travesti show' o el espectáculo paupérrimo del fakir.
El Lella Baya comenzó su historial alojativo formando cartera con la cadena Iberostar, a la que sucedió Vincci Hoteles, pasando de las cuatro a las cinco estrellas que hoy en día luce en los catálogos.
La nueva categoría puede hacer más justicia a uno de los mejores hoteles de Hammamet siendo, sin lugar a dudas, el más vistoso y reconocido por sus clientes, pero al que no dejamos de reconocer como fruto del espejismo magrebí.
No todo lo que se ve es real. De cierto tan sólo queda la sensación de haber pagado algo más de lo debido y de haber estado vacacionando en el seno de una alucinación. Por ello, cada huésped pretende llevarse el souvenir. Un pedazo de hotel plasmado en los píxeles de sus cámaras.
Vincci Lella Baya Túnez. Zone Touristique Yasmine Hammamet. 8058 Hammamet. Túnez
Tel.: 00 (+216) 72 240 888. Fax 00 (+216) 72 240 555. vinccilellabayar@vinccitunisia.com
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