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Ciutadella, una ruta por la Menorca señorial
EXPRESO - 21.03.2011
Texto y fotos: Manolo Bustabad y Pilar Alonso Canto Llegamos temprano para descubrir Ciutadella, la ciudad señorial por antonomasia de Menorca
Texto y fotos: Manolo Bustabad y Pilar Alonso Canto
Llegamos temprano para descubrir Ciutadella, la ciudad señorial por antonomasia de Menorca. Tras la travesía del Port d’Alcúdia al port de Ciutadella a bordo del Ramón Llull, nos espera una agradable ruta a pie por su casco antiguo de calles apretadas y estrechas.
El muelle de atraque está en la ribera norte, así que, atravesando las obras de rehabilitación del barrio de Dalt sa Quintana, donde pacen gallos y gallinas como en un corral, bajamos la Costa, cruzamos por el puente y subimos la Baixada de Capllonc, desde cuya cima se ve todo el puerto, para llegar al Ayuntamiento, en cuyos bajos se ubica la Oficina Municipal de Turismo, CITUR, donde nos aguarda Soledad Navarro para guiarnos en la ciudad.
Después de esta simpática entrada (me parece gracioso cruzar entre gallos, bajar ‘cuesta’, subir ‘bajada’…) y una amena puesta en situación, por parte de Sole, mientras tomamos un cafetito en la plaza del Born, ya estamos listos para iniciar el ‘descubrimiento’.
Ciutadella, fundada por los púnicos (según el obispo Severo) con el nombre de Jamma (ciudad de poniente), estuvo sometida sucesivamente a los romanos, los vándalos y los árabes. Bajo esta última dominación era Medina Minurka, la única ciudad menorquina. A partir de 1232 bajo la Corona de Aragón y después del monarca de Mallorca.
Su apasionante historia está marcada por una fecha que todos sus habitantes tienen presente: el año 1558. Ese verano los turcos arrasaron la ciudad, deportando a casi todos los supervivientes para venderlos como esclavos.
Una joya recuperada del saqueo es el Libre Vermell, códice de gran valor histórico por contener la recopilación de todos los privilegios y cartas reales otorgados a Ciutadella y Menorca. Se conserva en ‘las Casas Consistoriales’.
Precisamente, en conmemoración de la resistencia y posterior captura de los ciutadellencs a manos de los turcos, se levantó el obelisco que hoy es uno de los elementos más identificativos de la Plaza del Borne.
Este magnífico espacio, de los más frecuentados por la población, se enmarca entre el Palacio del Gobernador, antes Real Alcázar, ahora Ayuntamiento, por el oeste; el conjunto de los dos palacios de Torresaura y Salort, con sus fachadas neoclásicas que se enfrentan a lo largo de la calle Mayor del Borne, por el este y el Teatro del Borne por el norte, al lado de un inmejorable mirador sobre el puerto.
Era en el siglo XVII cuando los gobernadores, nombrados por el mismo rey, residían en el Real Alcázar. Y desde Ciutadella, por medio de la Universidad General de Menorca, se administraba toda la isla.
En esa época surgen los primeros palacios confundidos en la trama del tejido urbano medieval. Muchos son la suma de estancias existentes, que conservan sus características interiores, unificadas bajo una fachada común.
Otros, a partir de los siglos XVIII y XIX, responden a una visión arquitectónica más unitaria. Como el de la segunda rama de los Saura, en la calle del Seminario, levantado por los ingleses para regalárselo al caballero Joan Miquel Saura, que había encabezado en 1706 la insurrección contra el rey Felipe V.
Es preciso recordar que en 1708 Menorca fue ocupada por los ingleses y, durante casi un siglo pasó por manos de franceses, españoles y otra vez ingleses, hasta la paz de Amiens, en 1802, que la devolvió a España.
En la calle del Santísimo se encuentra la otra Can Saura, adquirida recientemente por el Ayuntamiento para albergar próximamente uno de los museos municipales. Y casi enfrente, en la misma calle, está el palacio de los duques de Almenara Alta (Ca’s Duc).
No hemos hecho más que empezar y comprendemos perfectamente aquello de que ‘Ciutadella es la ciudad señorial por antonomasia’.
Recorremos la Carrer Major des Born y estamos ante la Catedral Basílica de Menorca.
En 1795, en una breve etapa española, Ciutadella es declarada sede episcopal y su iglesia gótica de Santa María convertida en Catedral. El templo responde a las directrices básicas del arte catalán de la época. Es de nave única y muy espaciosa y de gran luminosidad, con una preciosa bóveda de crucería. Resulta curiosa la comunicación, un tanto irregular, entre las pequeñas capillas laterales.
Pero sin darnos cuenta estamos ya inmersos en la ruta que nos traza Soledad Navarro, experta guía, técnico de Turismo de Ciutadella y gran conocedora de esta densa concentración de Casonas y Palacios, en un agradable ‘paseo por el casco antiguo’.
Paseo por el Casco Antiguo
En este vértigo arquitectónico no podía faltar el capítulo eclesiástico y así, a menos de cien metros, nos topamos con la Iglesia del Roser, en la calle de su nombre, iniciando una larga retahíla de callejas con nombres de santos y referencias cristianas.
Pasamos por el carrer de Ntra. Sra. Dels Dolors, carrer del Santíssim, bordeamos el Seminario, con su claustro del XVII, por carrer del Bisbe Vila, carrer del Sant Crist, que toma su nombre de una pequeña iglesia neoclásica y carrer de Santa Magdalena, para llegar al mercado (Mercat de Peix).
Hay discrepancia entre los historiadores locales sobre el origen de este edificio. Soledad nos hace notar la conexión, que ella considera evidente, entre el Seminario y el Mercado, que parece la prolongación de un antiguo claustro de aquel.
No podemos resistirnos a entrar y, a pesar de la marejada que envuelve al archipiélago, nos encontramos un buen surtido de pescados y mariscos, entre los que llama nuestra atención una patuda centolla abisal, por sus patas desproporcionadamente largas. El pescadero nos asegura que su sabor es tan bueno como las ‘normales’.
Por carrer d’Alaior llegamos a la avenida de Jaime I, donde antes era muralla (lado Este), para encontrarnos con un bien conservado molino de viento del siglo XIX (Molí des Comte), que estuvo en activo hasta 1905. Hace esquina a la carretera de Maó y en sus bajos hay actualmente un bar.
Desde allí volvemos a introducirnos en el Casco Antiguo entrando por carrer de Maó, que atraviesa Can Vivó, un palacio del siglo XIX, cuyo portal enamora a nuestra cámara.
En esta calle, de gran tradición comercial, encontramos establecimientos representativos de la economía de la isla, como los dedicados a los cueros o al calzado y, en el campo de la alimentación, toda una selección de los mejores quesos menorquines.
Enseguida llegamos a la Plaça Nova y a ses Voltes, la calle más típica de Ciutadella, donde se conservan los antiguos soportales de arcadas blancas, que desembocan en la Plaza de la Catedral.
Nosotros, sin embargo, atravesamos el barrio más viejo, por la de Santa Clara, donde está el edificio palaciego más antiguo de la ciudad, el palacio del barón de Lluriac, para iniciar, desde el Bastió de sa Font (hoy Museo Municipal) el recorrido de sa Muradeta, que nos proporcionó un descanso de arquitectura palaciega y eclesiástica para descubrir algo nuevo: la arquitectura de los huertos.
Estamos de nuevo en vía de muralla, esta vez mirando a poniente, y a nuestros pies discurre Es Pla de Sant Joan, un ancho camino que va desde la orilla del mar, en sa Colarsega, hasta la costa de Sant Joan, por debajo del bastión.
Ese es el escenario de los juegos ecuestres, entre los que destaca la imagen típica de los ‘jaleos’, donde los caballos levantan sus patas anteriores, en medio de una marea humana, en la jornada más espectacular de las sin par fiestas de Sant Joan, que se celebran los días 23 y 24 de junio y que han sido declaradas de interés turístico nacional.
En las márgenes de Es Pla se sucede todo un muestrario de huertos urbanos, cuya arquitectura se manifiesta en las murallas, las pérgolas y los jardines, que aparecen a cual más engalanado, en las citadas jornadas de diversión y rivalidad. La posición privilegiada de estas fincas, para albergar a los espectadores a los juegos, hace que sean cotizadísimas y su alquiler los días señalados objeto de fuertes pujas.
Volvemos a la trama medieval por carrer Pere Capllonc, en otra letanía de calles: carrer de Sant Rafel, con el museo del Pintor Torrent ubicado en Can Faustino, los carrer de Sant Miquel, de Sant Jaume, de Sant Cristòfol, de Sant Sebastià, hasta llegar al carrer de Cal Bisbe.
En todo este deambular urbano es frecuente encontrarse con casas antiguas en rehabilitación. Hay que decir que existe entre la población local gran sensibilidad y respeto hacia las construcciones antiguas y así se aprecia en las obras que hemos visto. Además, nos cuenta Soledad, el Ayuntamiento protege y orienta estas actuaciones con especial mimo y cuidadosas ordenanzas.
Llegamos al Palau Episcopal, Cal Bisbe, del siglo XVII, contiguo a la Catedral, desde cuyo patio se accede también a su interior. Después de fotografiar alguna bonita gárgola y alguna perspectiva distinta de la basílica, damos por finalizado el ameno callejeo, para acercarnos nuevamente a la oficina municipal de turismo y recoger alguna documentación, porque probablemente esta tarde no tengamos tiempo.
Pero aún veremos alguna cala y aprenderemos más cosas de Ciutadella y de Menorca antes de comer.
¿Podremos regresar esta tarde a Mallorca?
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