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En un lugar ignoto en mitad del Pacífico
EXPRESO - 08.04.2007
De crucero por las Islas Galápagos Texto y fotografías: Federico Ruiz de Andrés Somos luz y esperanza de la Patria; de hermosura y riqueza sin par; nuestras islas son reinos del orbe; soberanos del cielo y el mar
De crucero por las Islas Galápagos
Texto y fotografías: Federico Ruiz de Andrés
Somos luz y esperanza de la Patria; de hermosura y riqueza sin par; nuestras islas son reinos del orbe; soberanos del cielo y el mar. En la bruma lejana del tiempo se vislumbra su historia inicial. Que con Tupac-Yupanqui tejiera Fray Tomás de Berlanga a la par.
De esos héroes el genio invencible donde asoma más falgido el sol. Para el mundo donó una epopeya, y a la Patria un tesoro más. Nuestras islas son de azul fantasía de poetas y sabios, imán de turistas, gentil atractivo. San Cristóbal riqueza ignorada Isabela, de gran porvenir, Santa Cruz, la fértil y activa y Floreana la bella y gentil.
Himno de Galápagos
La llegada a las islas Galápagos lleva consigo ese sentimiento que notas cuando arribas a un punto exógeno de la geografía mundial que es especial por lo indeterminado.
Sentirte único puesto que ya estás allí pero te falta, quizás, esa referencia antropológica que inevitablemente siempre te une a un nuevo destino. Cómo destacar su pasado, su historia apenas narrada, su ramillete de leyendas siempre unidas a territorios fronterizos.
Islas Galápagos, Ecuador. Un lugar, sin referencias, en medio del Océano Pacífico.
Aquí, a cota cero, el clima significa la existencia de dos estaciones: una cálida entre diciembre y mayo y otra fresca entre junio y noviembre, húmeda, con finas lluvias frecuentes. La temperatura oscila entre los 18 y 22 grados centígrados.
En los meses de julio y agosto tienen lugar fuertes vientos, rolando desde el sureste. Aquí baja la temperatura del agua y la visibilidad empeora.
Todos destacan que la mejor época del año para visitar Galápagos es entre enero y abril.
Otros dicen que también octubre es un mes muy bueno para visitar las islas, cuando cientos de crías de distintas especies nacen y anidan o es la época de cortejo. La corriente de Humboldt, que sube con sus aguas heladas desde el Antártico, es la responsable.
En ese mes, se deja sentir fuerte oleaje que trasciende en nuestra singladura nocturna.
Galápagos se sitúa a mil kilómetros del territorio continental. El archipiélago consta de 14 islas mayores, de las que cuatro de ellas están habitadas (San Cristóbal, Santa Cruz, Isabela y Floreana), 17 islotes y 47 rocas de diferentes tamaños.
Los cruceros que circundan las Galápagos parten de las propias Galápagos. Apenas hay conexiones razonables que hagan iniciar la travesía desde el continente. Una pena para la ciudad de Guayaquil, que sabría añadir esplendor e historia a una experiencia para quienes sienten la naturaleza marítima y terrestre, la ecología, el desolado esplendor de una tierra que apenas ofrece elementos para la vida. Y, sin embargo, la vida lucha en ellas.
Diversas compañías aéreas ecuatorianas enlazan Guayaquil con el archipiélago varias veces al día. San Cristóbal es nuestro destino insular. Su aeropuerto, abierto a los cuatro costados, vive con la llegada de los vuelos una efervescencia que se mide en dólares. A 100 dólares por persona como tasa de acceso al Parque que todo lo domina.
La oficialidad destaca que esta cuota se distribuye como sigue: 40% para el Parque Nacional; 20% para las municipalidades; 10% para el gobierno de la Provincia; 10% para el Instituto Nacional Galápagos (INGALA); 5% para la Reserva Marina; 5% para el Sistema de Inspección y Cuarentena de la Provincia; 5% para el INEFAN (Servicios de Parques Nacionales) y 5% para el Ejército Nacional.
La capital administrativa, Puerto Baquerizo Moreno, se ubica al sur de una isla con poco más de 550 kilómetros cuadrados. Casas bajas, tiendas de recuerdos, restaurantes, algún hotelito, vendedores en el puerto y, cerca, la playa, en donde quedan varados más de una docena de leones marinos, nuestro primer contacto con la fauna patria.
El transfer doméstico nos deja en Playa Ochoa. Allí, una lancha y al barco que nos hará sentir Galápagos; un navío, el Letty, de la empresa Ecoventura.
Más leones marinos ponen la nota de vida a la cercana playita.
Tras los saludos de la tripulación y guías, se suceden las necesarias instrucciones de seguridad y rutina en la navegación; las presentaciones con el resto de los pasajeros; la mayoría parejas de pre y jubilados estadounidenses con una especial pasión por el turismo ornitológico, el buceo y la naturaleza en sí.
El Parque Nacional, con la ayuda del centro de Investigación Charles Darwin, es el encargado del entrenamiento de los guías. Existen tres niveles de guía, de menor a mayor especialización.
Un guía de nivel I es una persona nativa de las islas, con muchos conocimientos acerca de la región y un buen manejo del idioma inglés. Se encuentran normalmente en los cruceros más económicos de las islas.
Los cruceros clase Turista Superior, Primera Clase y de Lujo tienen guías tipo III, que cuentan con una licenciatura en biología, áreas relacionadas a ésta, o en turismo. Deben hablar español e inglés fluidamente, además de francés o alemán.
Pese a ello, el idioma español parece estar condenado a las conversaciones con la tripulación y los guías ecuatorianos, que no sin cierto gesto mohíno estos últimos, se resignan a traducir a nuestro idioma su natural discurso en lengua inglesa.
Es el momento de destacar aquí que algunos se empeñan en que el viaje por las Galápagos no es para todo el mundo. Hay quien subraya que es indispensable ser aficionado a los animales, al submarinismo y estar dispuesto a pasar las incomodidades de la navegación en un reducido navío. Llevan parte de razón, pero no toda.
El crucero es muy interesante, también, para quienes han optado por unos días de aislamiento, fuera de coberturas y ataduras, con la impresionante majestad del océano, que todo lo rodea y de esas islas duras y vengativas para quienes osaron apoderarse de una parte de su integridad. Sin duda incitan a la reflexión y a la conmiseración, pero también a dejarse llevar.
No hay cobertura telefónica alguna. Si ya es difícil acceder a ella en Ecuador para la mayoría de los teléfonos móviles europeos, es imposible conectarse en el crucero, a no ser que se acceda al teléfono Iridium por satélite del barco.
Se inicia la travesía que nos lleva hacia el "león dormido", un pétreo monumento de más de 150 metros de alto y que parece saludar a quienes desde el barco fotografía su árida y agreste apariencia con la forma de un león acostado.
El discurso proteccionista hacia toda la naturaleza impregna todos los discursos de todos los naturalistas que abogan por la protección de toda la reserva de Galápagos. Se trata de una filosofía de vida que pretende salvaguardar lo que nos ha llegado de estas islas de locura que, por lo que se ve es todo o casi todo.
Este discurso es asumido inevitablemente por la naviera Ecoventura, que opera cuatro barcos turísticos. En ellos se aplica el reciclado de desechos, la utilización de detergentes biodegradables, así como todo un rosario de acciones en paralelo tendentes a limitar el impacto negativo de la navegación. Nos dicen que las embarcaciones cuentan con el sello de certificación de SmartVoyager, administrado por Conservación y Desarrollo.
Una vez en los dominios del Parque, está totalmente prohibido salirse mínimamente del sendero marcado, tocar a los animales e incluso fumar o beber cualquier líquido que no sea agua. A menudo los visitantes olvidan la batería de prohibiciones al descubrir que es un paraíso para las fotografías; que suelen salir mal de tan cerca como se consigue enfocar a los confiados animales.
Nuestro navío, el M/Y Letty, es un velero motorizado para 20 pasajeros que ofrece al viajero muchas de las comodidades que le permitirán durante la travesía no añorar los servicios que, en tierra, se le brindarían.
Seguimos navegando. Antes de la cena, el protocolo del navío implica una charla acerca de qué es lo que veremos al día siguiente; a qué isla llegaremos y cómo ha de ser el desembarco: seco si se realiza directamente desde las pangas o pequeñas embarcaciones que enlazan el navío con la costa, o húmedo si la panga nos deja en el agua cercana a la playa.
Tras la cena, que hemos de considerar más que correcta y servida amablemente por la tripulación, los pasajeros se aprestan en retirarse a sus camarotes. Son muchos años de vida sana y mañana hay que madrugar.
Mientras, a quienes la nicotina reclama, hay una cubierta en popa en donde la noche del Pacífico nos atrae y parece engullirnos por la paz, la lenta navegación, el embrujo de la nada en el entorno, las apuestas acerca de lo que nos deparará la primera noche a bordo y cómo amanecerá mañana.
Hemos atravesado de sur a norte la línea del Ecuador. Pero nadie nos avisó, al menos en idioma español.
Al alba, la isla de Genovesa se nos muestra con su forma de herradura puesto que fue un inmenso volcán cuya pared se derrumbó y formó la Bahía de Darwin.
Los guías, por megafonía del navío, informan y recuerdan el programa del día, subrayando el tipo de desembarco que nos aguarda.
Dicen de Genovesa que es una de las islas más espectaculares de Galápagos pese a sus escasos 14 kilómetros cuadrados. Fundamentalmente por lo llamativo de sus aves: fragatas, pelícanos, piqueros de patas rojas,...
Bahía de Darwin. Aquí atracan las naves. Hay una minúscula playa con leones. La bahía está formada por un farallón de unos 20 metros de altura. Genovesa es la única isla del norte de Galápagos en donde hay lugares para la visita terrestre. Las llamadas escaleras del Príncipe Felipe dan prueba de ello.
Sobre las islas, conviene destacar que el 97% de su superficie terrestre corresponde al Parque Nacional Galápagos; el restante 3% incluye todas las zonas urbanas y rurales ocupadas por asentamientos humanos donde están concentradas las áreas productivas de la provincia, como son, fincas en el caso de la zona rural; y hoteles, restaurantes, bancos, en el área urbana.
Más travesía y regresamos a la isla de San Cristóbal. Al norte, en esta ocasión. Desembarcamos en la playa de las Bachas, con fina y blanca arena que quema los pies, iguanas, una garza, las fragatas que sobrevuelan nuestras cabezas.
Toca repostar y el barco emprende camino de la base de Baltra. Mientras dura el proceso, nos advierten de que no es posible el desembarco.
De camino a Fernandina, en la isla Isabela, nos muestran los que se ha dado en llamar Tagus Cove, donde frecuentaban y anclaban los primeros navegantes, quienes dejaban los nombres de sus barcos pintados en las rocas. En los acantilados de Tagus Cove se pueden observar estos graffitis en referencia a los barcos que llegaban en el siglo XIX y comienzos del XX.
Haciendo un viaje en el tiempo, hasta el siglo XVI, Fray Tomás de Berlanga, en el año 1535, navegaba desde Panamá por el Océano Pacífico (también llamado mar del Sur), cuando se encontró sin viento para su velero, estaba "al pairo", en términos náuticos.
Entonces se percató de que la corriente lo llevaba hacia el oeste, alejándose del continente. Un día divisó tierra, y es que había descubierto las islas Galápagos sin proponérselo.
Se desconoce si antes de esa fecha las islas recibieron visitantes. Hay historiadores que suponen que pudieron llegar balsas o navíos de tribus de litoral como manteños o huancavilcas, pero no existe vestigio alguno.
Existe, no obstante, creencia de que las descubrió Tupac-Yupanqui mientras se producía una erupción en el archipiélago y que a las dos islas las llamó Ninachumbi y Huahuachumbi.
Tras Tomás de Berlanga las islas han sido ocasionalmente encontradas por navegantes desviados de sus rutas debido a las corriente marinas.
De inmediato comenzaron a escucharse leyendas sobre ellas, bautizándolas como islas Encantadas. Con ese nombre permanecieron hasta 1570 en que hubo confirmación de su existencia al figurar en la carta del flamenco Ortelius bajo el nombre de "islas de los Galápagos".
Durante la colonia, el archipiélago fue visitado con frecuencia por los piratas que hicieron de ellas lugares de escondite o de descanso para arreglar sus naves. Durante los siglos XVII y XVIII las islas fueron "tierra de nadie". Cualquiera podía llegar a ellas y constituirlas como su dominio.
Atravesamos el canal de Bolívar y desembarcaremos en Punta Espinoza, ya en Fernandina, el único espacio autorizado para humanos.
La isla se encuentra al noreste del archipiélago. Tiene una superficie de 642 kilómetros cuadrados, está separada de la isla Isabela por un estrecho canal de 3 millas marinas. Es la segunda isla más alta de Galápagos con 1.494 metros sobre el nivel del mar.
Los ecosistemas de Fernandina albergan especies únicas como iguanas terrestres y marinas, culebras, ratas endémicas, cormoranes no voladores, pingüinos, pinzones, entre otras. Los únicos usos permitidos son la investigación científica y el turismo educativo-interpretativo con números de visitantes restringidos
Allí iguanas marinas, cormoranes, lobos de mar, cangrejos y unas enormes tortugas se dejan fotografiar por los expedicionarios de esta travesía que sigue surcando los entornos del archipiélago. Imágenes preciosas que, a pesar de las iracundas moscas, seguro que pervivirán en nuestra memoria.
El suelo es de lava. Las iguanas se mueven "en cordones", por pequeñas rocas, de un negro precioso que contrasta con el verde de alguno de estos animales, con el pajizo de la arena y las ramas secas. Este reptil se mueve torpemente, arrastrando su enorme barriga, ya completamente mimetizada con la roca.
Vemos cormoranes machos llevando en el pico pequeñas ramas que ofrecerán a las hembras como soborno sexual. También hay dos bebés de lobo marino y un joven gavilán.
Pegados a las rocas, millones de diminutos mejillones. En las pozas, peces negros con ojos azules. Cangrejos, el volcán más joven...
Los viajeros comienzan su cita diaria con el snorkel.
El barco dispone de bar. El agua mineral, los refrescos y los frutos secos son gratuitos y, por lo general se sirven en autoservicio.Además, al llegar de cada desembarco, la tripulación aguarda a los pasajeros con alguna vianda. Aperitivos muy interesantes y que apaciguan el hambre después del ejercicio o del relax, según quién.
Al siguiente día, Isabela nos recibe ofreciendo su inmensidad plagada de volcanes tendidos sobre ella misma. Un inmenso harén de volcanes recostados. Alguno llega a alcanzar los 1.700 metros. En la orilla del estrecho, frente a Fernandina, se evidencian manglares ligeros.
Aquí es precisa la reflexión. Qué enormidad. Qué desolación. Tan sólo hay que pensar que nadie habita estas tierras inmensas. Nadie en tanto kilómetro.
Escuetas playas se muestran al viajero. Suaves acantilados con laderas de leve vegetación, en tonos grises y terreros.
De vuelta a la travesía. Unas cuantas horas nos esperan.
De camino a Puerto Egas, isla de Santiago, uno de los sitios más populares de las islas. El desembarco es mojado, en una playa de arena negra. Después, una caminata por la orilla, con formaciones de lava negra, fosas de marea, cuevas y entrantes.
Es una imagen impactante por las formas que apreciamos, por los perfiles y colores. Grandes colonias de iguanas marinas se alimentan de algas verdes que contrastan con la lava negra de sus orillas, junto a los rojos cangrejos Sally light foot que atraen a las garzas de lava, sus predadores.
Al final del sendero aparece una colonia de focas y hacia el interior, los pinzones de Darwin, mosqueros de pico largo, tórtolas de Galápagos, sinsontes de Galápagos, cucos de pico oscuro y el halcón de Galápagos.
Como la saturación zoológica va dejando huella en nuestra mente, retozar en cubierta es una buena opción. Pasar unas notas, departir un buen rato o saborear los frutos secos y colas que el Letty gentilmente nos brinda es la humana alternativa a esas caminatas preferidas por los pasajeros estadounidenses.
Santa Cruz es nuestro próximo destino. Y en la isla, en Puerto Ayora, la obligada visita a la estación Charles Darwin, en donde se observa la incubación y crianza de las tortugas gigantes de Galápagos. Aquí se ven las pequeñas tortugas antes de su repatriación a su hábitat natural.
Luego de un recorrido por la estación, un viaje en bus nos conducirá hacia las tierras altas, a Los Gemelos, dos cráteres situados cerca del camino en un bosque de Scalesia, con mucha avifauna.
Realizamos una pequeña caminata a través de un enorme túnel de lava, de más de un kilómetro de largo.
Los túneles de lava se formaron por la solidificación de la superficie de un flujo de lava. Cuando el flujo se detiene, la lava líquida en su interior sigue fluyendo, dejando la superficie externa solidificada, formando de esta manera el túnel.
También se visita el Van Straelen Hall, una ocasión para conocer al solitario Jorge, la tortuga superviviente de la isla Pinta. Puerto Ayora, con sus 15.000 habitantes, es la localidad más grande del archipiélago.
Su aspecto es muy similar a Puerto Baquerizo Moreno con tiendas de recuerdos, pequeños bares y restaurantes, Internet,...
Floreana es la isla más mágica y con mayores leyendas en las Galápagos. Su nombre evoca la historia de tres personajes, alemanes, que parecen sacados de una novela: la baronesa Wagner, el doctor Ritter y los Wittmer, que en los años 30 vivieron aquí su particular aventura a lo ‘robinson'.
En la bahía de Post Office sigue funcionando el famoso barril usado como buzón de correos por los balleneros desde el siglo XVIII.
De Floreana destaca la laguna de Flamingos, en Punta Cormorán, donde anida una colonia de estas aves. No muy lejos, semihundido, se encuentra un cráter excelente para bucear.
El nuevo día nos lleva a la isla Española, la más meridional del archipiélago, con 14 km de largo y 7 de ancho.
Por la mañana tomamos rumbo hacia Gardner Bay, al nordeste, una de las más bellas playas de arena blanca de las islas, con excelentes oportunidades de natación y snorkeling alrededor de algunos islotes rocosos cercanos.
Esta playa es frecuentada por una colonia nómada de lobos marinos bastante agresivos si detectan la cercanía humana y un importante sitio de anidación de tortugas marinas. Alrededor de los pequeños islotes cercanos, el snorkel puede acercar a una gran variedad de peces y algunas veces tortugas y tiburones.
La otra alternativa es la cubierta de Letty, en donde el sol aprieta, nada que no pueda remediar una buena visera y una crema solar. La tumbona parece reclamar nuestra atención.
Para los más aventureros, por un sendero hacia el extremo oriental de la isla, se atraviesa por el único sitio de anidación del albatros en las Galápagos. Estas enormes aves anidan aquí entre abril y diciembre.
Por la tarde desembarcamos en Punta Suárez, en donde veremos una subespecie de iguana marina con manchas verdes y rojas endémica de Española.
También observaremos piqueros de patas azules, piqueros enmascarados, sinsontes de Española, gaviotas de cola bifurcada, ostreros y tropicales de pico rojo.
Una nueva ocasión para echar un vistazo a la inmensidad océana y el terrible resquebrajo de las islas que, a nuestra vista, aparecen.
Los marineros del siglo XlX creían que las Galápagos estaban malditas. Creían que no eran sino un grupo de peñascos que viajaban a la deriva, que aparecían y desaparecían del océano, que cambiaban de lugar para confundir a los navegantes y así impedir que los barcos fondeasen en ellas.
El ultimo día nos devuelve a Puerto Baquerizo Moreno, en la isla de San Cristóbal. La tripulación del Letty inicia las despedidas. Recoge nuestro equipaje que transportarán al aeropuerto.
Las normas de Ecoventura advierten del tema de las propinas. La tradición destaca la entrega de un sobre y su anónima cumplimentación monetaria. Señalan unos 175 dólares por persona y semana. Y nos dicen que se distribuye entre la tripulación y los guías naturalistas.
Ya que estos últimos disponen de ingresos constantes por parte del parque, la sugerencia nos obliga a concretar como más indicado, la entrega de la propina al personal del barco, sinceramente mucho más afables, naturales y entregados al trabajo cotidiano con el pasajero.
Allí visitamos el Centro de Interpretación que fuera inaugurado en 1999 y que cuenta con el apoyo de la Cooperación Española, como muchas otras iniciativas dispersas por Ecuador.
En el Centro de Interpretación se pretende entregar una información útil sobre el archipiélago, acerca de su antropología y de las investigaciones científicas que se están desarrollando, pero las Galápagos ya están un poco dentro de nosotros. Ya forman parte de nuestro ser y sentir.
Cualquier información que pretendan ofrecernos ya la tenemos asimilada, pues la hemos sentido, sufrido y magnificado.
Recordamos ahora a aquellos navegantes españoles que bautizaron las Galápagos como islas Encantadas.
Ya sabemos que desde los tiempos más remotos, un halo de misterio ha envuelto este hermoso y solitario archipiélago. Con Letty hemos descubierto alguno de sus secretos y un día volveremos pues siempre hay oscuras cuestiones que desentrañar.
El viaje.
Un trayecto como el aquí señalado, de siete noches, puede costar unos 2.500 dólares por persona en camarote doble. Más tasas, propinas y trayecto aéreo.
Con agradecimientos a:
Feria Internacional de Turismo de Ecuador, FITE. Jaime Rull.
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