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10 sorpresas refrescantes en la Ruta del Vino de Toro
EXPRESO - 03.07.2020
Vertebrada por el río Duero, que viene y va refrescando este verano atípico e insuflando vida nueva a estas tierras de vides centenarias, la Ruta del Vino de Toro serpentea también entre el sureste de la provincia de Zamora y el suroeste de la provincia de Valladolid.
La Historia con mayúsculas tiene aquí un escenario de lujo, pero también la gastronomía y las historias pequeñas de sus habitantes, que reciben al viajero con hospitalidad auténtica, sin artificios. Se siente la calidez a pesar de las mascarillas y la distancia social. Lo que sobra es calor humano y aire fresco.
En España hay muchas rutas del vino, aunque pocas tan coquetas y refrescantes, porque aquí se concentran saberes antiguos y sabores de vanguardia.
Sobra hablar de los vinos de la Denominación de Origen Toro, conocidos de sobra, de paladar potente y elegante, cada vez más elegante en los últimos años.
Lo que ofrece la Ruta del Vino de Toro es una escapada divertida y sorprendente, un destino que se recorre en dos o tres días fácilmente y deja al viajero pasmado con sus secretos.
Aquí van 10 experiencias imprescindibles:
1. Honrar a Chindasvinto
La llave de la Ruta la tiene en sus manos Clara, custodia de la enorme pieza que abre la iglesia de San Román de Hornija.
En esta pequeña villa, la primera de la Ruta que se encuentra viniendo de Madrid, o de Valladolid, reposan los restos del rey godo Chindasvinto y su esposa Reciberga. Lo hacen en una capilla lateral de Nuestra Señora de la Asunción, la iglesia de un antiguo monasterio benedictino fundado por el mismo rey para su descanso eterno.
Resulta increíble que muchos vallisoletanos o viajeros pasen por aquí sin saber de la importancia de este lugar que, además, forma parte del Camino de Santiago de Levante. Muy cerca, el encinar de Cubillas y la dehesa de toros bravos La Requejada, lugares a los que acercarse caminando quienes gusten del senderismo.
Las vides y los campos de trigo rodean esta localidad del color rojizo del ladrillo de pocos centenares de habitantes, que no hay que abandonar sin dar un paseo por la zona vieja de bodegas subterráneas. Vides que jalonan, claro, toda la Ruta del Vino de Toro.
2. Convertirse en bodeguero
La siguiente sorpresa espera al viajero en Morales de Toro. Aquí, en la bodega Vocarraje, puede convertirse en bodeguero sin necesidad de onerosas inversiones y elaborar y embotellar su propio vino totalmente personalizado. también ofrecen opciones de regalo muy originales como apadrinar un cerro y visitarlo en las diferentes épocas de poda, enverado, vendimia…
Abdón Segovia, su fundador, sabe todo lo que se puede saber de viñedos y se le nota la pasión cuando lo explica al visitante. Este experto que hoy sigue supervisando el trabajo de sus hijos ha sido un artífice importante en el despegar de los vinos de de la DO Toro y sigue con la ilusión intacta. Su último invento, una mochila para llevar el vino.
3. Catar los sabores de La Panera
También en Morales de Toro se encuentra uno de los locales más refrescantes, sabrosos y cuidados de toda la ruta. Es La Panera, enobar, vinoteca y restaurante, un proyecto del enólogo Carlos Gallego que ha crecido en varias fases rehabilitando con mucho acierto la antigua panera de la iglesia de San Juan, en la plaza Mayor.
En este curioso edificio, donde se cobraban antaño los tributos en grano, se disfrutan ahora los mejores vinos, se organizan catas, talleres o comidas de grupo maridadas o, simplemente, se detienen los viajeros para picar algo en su apetecible terraza emparrada. También se organizan actividades en colaboración con el Museo del Vino Pagos del Rey.
El penúltimo plan de su creador es ahora el vermut Aventón, y pronto va a organizar catas y talleres de vermuts en La Panera o en su establecimiento hermano en Toro, la Casa del Cabildo.
4. Visitar el alcázar asomado al Duero
Si desde algún lugar de la Ruta el río Duero se deja ver espléndido es desde Toro. Nada más llegar a la ciudad hay que acercarse a su oficina de Turismo, situada en el antiguo Alcázar, y subir a su terraza, o asomarse a alguna de las plazas contiguas, en el mirador del ‘Paseo del Espolón’, para hacer las mejores fotos sobre el padre Duero.
Desde aquí, un edificio cargado de historia que fue cárcel de personajes ilustres, escenario de coronaciones de reyes e incluso acogió a las Cortes castellanas allá por el siglo XIV, se divisa el puente Mayor con sus veintidós ojos apuntados, ahora peatonal.
5. Aprender de románico-mudéjar
Si hay un estilo arquitectónico que destaca en esta Ruta del Vino de Toro es el románico-mudéjar que jalona su capital toresana y sorprende al viajero con la riqueza constructiva del humilde ladrillo. Toda la ciudad está salpicada de joyas del patrimonio.
Empezando por su famosa Colegiata de Santa María la Mayor, el paseo va discurriendo entre iglesias, palacios y monasterios, un museo al aire libre de arte románico-mudéjar pero también de barroco, isabelino…
Hay que recorrerla despacio, callejeando, deteniéndose en cada ábside y cada cimborrio, porque entre una y otra iglesia y la visita a las bodegas subterráneas es imprescindible intercalar la otra ruta urbana de Toro:
6. Tapear en las vinotecas
En Toro es costumbre extendida salir a tapear, a mediodía o por la noche, y las opciones son muchas. Además de los bares y tabernas, aquí se encuentra un número inusual de vinotecas que ofrecen los mejores caldos y los yantares más típicos de la comarca para tomar y llevar.
Se puede empezar, por ejemplo, por La Morada del Vino, en la plaza de San Agustín, frente a la oficina de turismo. Aquí, además de degustar, el viajero puede comprar los productos que más le gusten y saludar a la pequeña Duna, un perrillo precioso que los dueños adoptaron en plena pandemia, cuando unos desalmados arrojaron la camada de bebés en una bolsa.
7. Saborear un buen rabo de toro
César y Lily son una pareja de argentinos emprendedores que regentan con cariño y profesionalidad impecable el restaurante Doña Negra. Un comedor fresco y elegante donde el vino protagoniza la decoración y muchos de sus platos.
Por ejemplo, el que da cuerpo a la salsa de su buenísimo Rabo de toro, plato tradicional y contundente que aquí refrescan con verduras de temporada y hierbas aromáticas. Pero no hay que perderse tampoco su Arroz a la zamorana o las coloridas opciones de postre, con su original arroz con leche al café. Perfecto para una comida romántica o para reunirse con la familia o los amigos.
9. Refrescarse con un picnic entre viñedos
Finca Volvoreta es una bodega familiar que ha apostado desde sus inicios por la viticultura sostenible, convirtiéndose en la primera bodega ecológica de la región. A los aromas elegantes y afrutados de la Tinta de Toro se suman aquí los de las hierbas aromáticas de su finca en ladera situada en Sanzoles.
Se trata de un espacio especial de más de 100 hectáreas de monte virgen y viñedo donde, a petición del viajero, organizan refrescantes picnics entre viñas y actividades para toda la familia, una experiencia diferente de sabores y colores en plena naturaleza.
9. Dormir bajo la historia
Cuando en 1476 los toresanos partidarios de Isabel de Castilla acordaron sublevarse contra los portugueses que ocupaban la ciudad, el gobernador Juan de Ulloa, valedor de la Beltraneja, envió a la horca a los conjurados y, para mayor escarmiento, mandó colgar el cuerpo de su líder Antona García en la reja de su misma casa. La reina Católica mandó tras su entrada en Toro dorar esa reja en desagravio.
La misma reja que ahora preside la fachada del Palacio Rejadorada, actualmente un alojamiento con encanto en pleno centro histórico de Toro, a un paso de la colegiata o la plaza Mayor.
10. O en un palacio con vistas
Monte La Reina es un castillo neogótico del siglo XIX construido entre viñedos que alberga una pequeña posada rural, junto a la vanguardista bodega del mismo nombre. Cuenta además con algunos de los viñedos más antiguos de España, de más de cien años.
Aquí se entiende muy bien la esencia del origen del Vino de Toro que da nombre a esta Ruta, porque en sus suelos arcillosos, arenosos en unas zonas y secos y pedregosos en otras, se cultivan uvas de Tinta de Toro, una variedad de la Tempranillo con características especiales de la zona y una gran concentración de color y aromas.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
La comarca -dieciséis municipios- de la Ruta del Vino de Toro se sitúa en el noroeste de España; a 30 km de Zamora capital, a 60 km de Valladolid, y a 70 km de Salamanca. Perfectamente comunicada por autovías, también se puede en tren hasta Toro o hasta Zamora, a 20 minutos, y el aeropuerto de Valladolid se encuentra a unos 45 minutos.
Una vez aquí, lo más práctico es disponer de un automóvil. Aunque hay numerosos recursos turísticos y posibilidades para disfrutar esta Ruta, debido a su pequeña extensión, para recorrerla entera bastan dos o tres días.
Más información
Visitar la Ruta del Vino de Toro no es solamente visitar estos recursos que se destacan en el reportaje, también se pueden vivir otras experiencias originales, por ejemplo descubrir cómo se hace el queso y elaborar uno propio en el Museo del Queso, relajarse en alguno de los spas del vino, recorrer la Vega en bici…
Además, todas las actividades del año se pueden consultar en la web de la Ruta: www.rutavinotoro.com
Otra posibilidad es diseñar una escapada exclusiva e inolvidable a medida del viajero, individual o en grupo. Aquí el turismo tiene todavía el sabor de lo hecho a mano.
Aunque el Duero refresque estas tierras y aunque de momento haya que venir con mascarilla o mantener la distancia social, sin duda la Ruta del Vino de Toro desprende calor humano y basta un primer contacto para que todos los socios de la Ruta den lo mejor de sí.
Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés y Ana Bustabad Alonso. Foto copa: cortesía de la DO Toro. Foto mariquita: web Finca Volvoreta. Foto uva: cortesía de la Ruta del Vino de Toro
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