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Cuba. Perlas matanceras. La Libertad de Martí
EXPRESO - 09.09.2013
Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa
En 1906, un año después de inaugurada la estatua de José Martí en el Parque Central de La Habana, el ilustre matancero Ramón Luis Miranda Torres encabeza una suscripción popular para levantar un monumento al ‘Apostol’ en la ciudad cubana de Matanzas.
El doctor Miranda, considerado uno de los precursores del Desarrollo de las Neurociencias, fue amigo y médico personal de Martí, además de colaborador literario, en el periódico Patria, y apoyo incondicional en sus actividades revolucionarias. En agosto del mismo año, apoyado por su yerno, Gonzalo de Quesada Aróstegui, considerado el ‘hijo político’ de Martí, contrata con el italiano Salvatore Buemi la construcción del grupo escultórico que hoy día podemos admirar en la Plaza de la Libertad de Matanzas.
Consiste en dos estatuas de bronce. La de Martí, con mirada al frente y actitud pensativa, colocada sobre un pedestal de piedra. A sus pies, una mujer con el torso desnudo grita Libertad sosteniendo en alto los trozos de la cadena rota. Para esta figura de mujer, parece ser que el escultor utilizó al menos tres modelos, siendo su propia esposa la del torso desnudo.
Seguramente no es necesario detenernos demasiado en la biografía de José Martí, cuya obra y andanzas son harto conocidas y la primera reconocida internacionalmente. Sólo recordaremos algunos aspectos de sus relaciones con sus mujeres más allegadas, de los que no se habla en todas sus biografías.
Su madre, Leonor Pérez Cabrera, que sobrevivió a casi todos sus hijos, sufrió mucho por la vida que llevaba José, con sus pasos por la cárcel, sus exilios de país en país y nunca estuvo de acuerdo con su ideología. En más de una ocasión se lamentaba Martí de esta circunstancia, “…las madres son amor, no razón, son sensibilidad exquisita y dolor inconsolable”. Doña Leonor, que sabía de la gran amistad de José con su médico, pidió al doctor Miranda que hiciese todo lo posible por trasladar sus restos, para tenerlos cerca, pero nunca lo consiguió.
Carmen Zayas Bazán, con quien se había casado en diciembre de 1877 y madre de su único hijo, Francisco, no soportó la tensión de vivir permanentemente a salto de mata y se separó de Martí en 1891 después de varios años de crisis matrimonial. A la muerte de éste, en 1895, solicitó a las autoridades el cuerpo de su esposo para enterrarlo en el panteón familiar, pero tampoco lo consiguió.
Ese alejamiento de Martí de sus seres, sin duda, más queridos, sin ver crecer a su propio hijo, sólo se entiende sabiendo la prisa que tenía por conseguir la independencia de Cuba. Urgencia que más tenía que ver con su temor a que cayera en manos de los Estados Unidos, que con la seguridad en conseguirla, que seguramente nunca dudó. En más de una ocasión manifestó la necesidad de frenar la política expansionista del imperio yanqui, que era una de sus obsesiones.
José Martí fue enterrado varias veces, como es sabido pero sus restos permanecen en el cementerio de Santa Ifigenia de Santiago de Cuba. Aunque sólo vivió 42 años, seguramente tenía presente la muerte con frecuencia, como lo muestra el sencillo poema que reprodujeron en este monumento matancero y que podría ser un epitafio:
Yo quiero, cuando me muera,
sin patria, pero sin amo,
tener en mi losa un ramo
de flores y una bandera
A su inauguración asistieron, además de Ramón L. Miranda y Gonzalo de Quesada, el Presidente, Mayor General José Miguel Gómez, el vicepresidente, Alfredo Zayas, además del Gobernador de la provincia, el Alcalde de la ciudad y numeroso público.
Éste es el grupo escultórico más importante de la provincia de Matanzas, Cuba.
Más información:
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