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Ballenas, pingüinos y elefantes marinos en Destino Península Valdés, Chubut
EXPRESO - 11.08.2014
Volamos desde Buenos Aires
Volamos desde Buenos Aires. Las maniobras de aproximación nos muestran una tierra plana y de vegetación baja y rala, tramos de costa con amplias bahías, otra vez páramo y pronto el aterrizaje. Es el aeropuerto de Trelew, a 63 km. de Puerto Madryn y a tan solo 17 de Rawson, la capital. Estas tres ciudades, de nombres anglófonos, concentran más del 40 % de los habitantes de este vasto territorio.
Aunque pueda parecerlo, no hablamos de una colonia inglesa. Estamos en la Patagonia argentina, 1.400 km. al sur de Buenos Aires, en la extensa provincia del Chubut (1), que sobrepasa los 240.000 kilómetros cuadrados y toma el nombre del río que la cruza, en araucano, Chubuy (tortuoso). Y es patria de ballenas, elefantes marinos, pingüinos...
Su población, a pesar de haberse multiplicado por 20 en los últimos cien años, rondaba sólo el medio millón en el censo del 2010. Para completar su posición geográfica, recordaremos que sus límites Norte y Sur son dos líneas imaginarias que se corresponden con los paralelos 42º y 46º de latitud Sur, que son delimitación con las provincias de Río Negro y Santa Cruz, respectivamente.
Trelew es el punto de llegada al destino turístico conocido como Península Valdés, tan frecuentada por la ballena franca austral y por los lobos marinos, entre junio y diciembre. Y a eso venimos, pero no se nos va de la cabeza esa retahíla de pueblos con nombres anglo.
Y, por si fuera poco, nos topamos de frente con el conflicto de las Malvinas, en forma de pequeño museo de la guerra con cascos de aviador, mapas explicativos e historias personales de los héroes nacionales, en la zona de espera del aeropuerto. Se percibe el fantasma inglés.
Pronto llegan las respuestas. Resulta que los primeros colonos de estas tierras arribaron procedentes de Gales, a bordo del velero ‘Mimosa’, en 1865. Ya no quedaba rastro del Fuerte y Puerto de San José de la Candelaria, fundados por aguerridos maragatos en 1779 y arrasados por los tehuelches en 1810 (coincidiendo con la independencia de la Argentina).
Aquellos 153 galeses llamaron Rawson a su primer asentamiento, aprovechando el apellido de origen norteamericano del ministro del Interior, de nombre Guillermo, que tan buena acogida les proporcionó.
Después vinieron más galeses, que seguían huyendo de las imposiciones religiosas en su tierra, y con ellos una etapa de prosperidad, la fundación de Trelew (pueblo de Luis), en honor al pionero Lewis Jones, Puerto Madryn, a orilla del Golfo Nuevo, y la construcción entre ambas de un ferrocarril, inaugurado en 1888, para dar salida a las producciones.
Por otro lado, siguiendo el curso del río llegaron hasta los Andes, fundando la colonia ‘16 de octubre’ y los pueblos Esquel y Trevelin, en el borde mismo del actual Parque Nacional los Alerces, a dos jornadas del Océano Pacífico.
Allí, otra vez un inglés, esta vez ejerciendo de árbitro, les consultó en 1902 en plebiscito no vinculante si se sentían más chilenos o argentinos. Triunfando la segunda opción, se puso fin a la disputa de los límites que venía coleando desde la firma del tratado de 1881 entre ambos países.
Pingüinos en Punta Tombo
(1) Chubut toma el nombre del río, en araucano, chubuy (tortuoso). Los españoles le llamaron ‘país de las frutillas’, los mapuches, ‘chupat’, y los galeses, ‘talaith chubut’.
Salimos del aeropuerto en dirección Sur rumbo al Área Natural Protegida Provincial de Punta Tombo, que está a 110 km. de distancia por la Ruta Nacional 3, aunque los últimos 25 los hacemos por una carretera de ripio.
En las gasolineras de esta tierra se expende agua caliente habitualmente. Ya hicimos la escala técnica y Paula, nuestra guía, con el termo repleto, prepara mate para el conductor e invita al personal.
Es emocionante saber que nos espera la mayor colonia de pingüinos magallánicos que existe en el mundo y las cámaras pugnan por salir de sus fundas, sin embargo las primeras fotos de esta jornada son para varios ejemplares de guanaco que ramonean entre los arbustos. Aunque nos detenemos cerca, nos miran sin asustarse. Más adelante los encontraremos mezclados con los pachancas (2).
Cada año, en la segunda mitad del mes de septiembre, arriban a las playas de Punta Tombo en número aproximado de 500.000 (el guardafauna Jorge Martín nos asegura que bastantes más), para anidar y procrear, criar a sus pichones y adiestrarlos, en lo que constituye una muestra asombrosa de conservación y transmisión del legado natural de la especie.
Es la Vigilia de los Pingüinos, un fenómeno único que podemos seguir cada temporada a través de una transmisión de 72 horas ininterrumpidas on line y que, por su alto interés turístico y científico a nivel mundial, genera el mayor índice de consultas a través de la web (guía práctica, al final del reportaje).
Los visitantes, las sendas, mutadas a veces en pasos elevados de madera, el guardafauna, los letreros y algunas banderas forman ya parte de la colonia. La vida de los patrancas parece no alterarse.
Se les ve sobre todo en pareja, contemplando el panorama asomando la cabeza a la puerta de la madriguera, paseando, apareándose, haciendo uso de su prioridad en el cruce con humanos, indiferentes ante las carrerillas de sus vecinos (puerta con puerta) los cuises o ante la presencia de los pacíficos guanacos…
Esperarán a que los jóvenes hagan la muda y se independicen, allá por febrero, para emprender su migración anual hacia el Brasil, donde permanecerán varios meses alimentándose sin acercarse a la costa, hasta que, en agosto, los machos iniciarán el retorno a la colonia para preparar los nidos y esperar a las hembras, iniciando un nuevo ciclo reproductivo.
(2) En Argentina y Chile suele denominarse con el nombre de ‘pachanca’ o‘patranca’, tanto al pingüino magallánico como al de Humboldt
Puerto Madryn
Puerto Madryn se baña en el Golfo Nuevo mirando hacia la Península Valdés, que no se alcanza a ver, al Este. Por eso el amanecer sobre el mar está en su escudo y es uno de los placeres diarios para los fotógrafos. A la tarde la gente sale a los parques y pasea por la playa y las ballenas se dejan ver a lo lejos, frente al puerto.
Es la Capital Nacional del Buceo. Por la diversidad de su fauna marina, la tranquilidad y transparencia de sus aguas, la facilidad para conectar con instructores profesionales y operadores, es considerado como el mejor lugar de la Argentina para la práctica del buceo durante todo el año. La posibilidad de hacer snorkeling con lobos marinos es única.
Puerto Pirámides. Comunicación con la ballena franca austral
Utilizamos Puerto Madryn como base de partida para nuestras aventuras fotográficas acechando el ‘avistaje’ de la ballena franca austral. Si bien es cierto que desde el propio hotel, mirando hacia la bahía, descubríamos las frecuentes subidas a la superficie y los bufidos con agua pulverizada de los cetáceos, para aproximarse y vivir una jornada de emociones hay que dirigirse a Puerto Pirámides, a unas dos horas de automóvil, bordeando el Golfo Nuevo por el Norte. A nuestra izquierda queda el Golfo San José.
Desde allí lo mejor es embarcarse, sin necesidad de reserva previa, en alguna de las frecuentes excursiones que realizan las embarcaciones especializadas, entre los meses de junio y diciembre. Las salidas para el ‘avistaje’, que suelen durar algo más de una hora, se hacen a partir de las nueve de la mañana y sólo se suspenden por mal tiempo.
Es muy curioso el embarque, que se hace en ‘seco’ sobre la arena de la playa, por medio de una escalera y con la embarcación estabilizada sobre el mismo carro que luego la introducirá en el agua, empujado por un tractor. La operación desembarque es la película al revés: la lancha atraca sobre el carro, que espera dentro del agua, y en cuanto está convenientemente sujeto es arrastrado por el tractor.
Nuestra experiencia resultó muy grata. Al poco rato de zarpar y a no más de una milla de la costa, los ‘ojeadores’, que tenían una posición privilegiada en la parte más alta del puente, ya detectaron la aproximación de una hembra acompañada de su cachorro.
A partir de ese momento, todo resultó como un ballet muy ensayado, con apariciones, ora por babor, ora por estribor, coletazos, saltos… Toda una serie de ejercicios que los expertos identificaron como enseñanzas de la madre al joven ballenato, que ciertamente la imitaba a la perfección, aunque bien podrían interpretarse como saludo a los visitantes.
También pudimos contemplar el despiadado acoso de las gaviotas, que una y otra vez aguardaban cada salida a la superficie para picotear la piel de la ballena. Parece ser que, aunque buscan las callosidades de la parte superior de la cabeza por los moluscos que allí se adhieren, acaban produciéndoles importantes heridas. Y los tremendos saltos que dan, sacando su cuerpo varios metros fuera del agua, bien podrían ser una reacción para espantar a los pertinaces láridos.
Para cualquier información sobre estas excursiones, fechas, disponibilidad, incluyendo los precios, que fluctúan al son de la economía argentina, se puede consultar la web que figura en la guía práctica.
Punta Delgada. El descanso de los elefantes marinos
La Península Valdés, con sus 4.000 kilómetros cuadrados, su vegetación de arbustos bajos y plantas anuales, propia de un clima estepario, atesora sin embargo una gran biodiversidad, con más de 280 especies de plantas, invertebrados, mamíferos y aves.
Probablemente contribuya a esto su carácter casi isleño debido a la influencia de los grandes golfos, el de San José, al Norte, y el Nuevo, al Sur, que la aíslan de la estepa patagónica.
Lo más recomendable es realizar una parada en el Centro de Visitantes que está en Istmo Ameghino y además es paso obligatorio, por lo que se le conoce como la ‘puerta de entrada’ al Área Natural Protegida (también, Patrimonio Natural de la Humanidad).
Es un buen lugar para informarse y planificar la visita, con una tienda de recuerdos, un puesto de bebidas y un pequeño centro de interpretación-museo en el que contemplar un esqueleto entero de ballena.
Cruzando Península Valdés hacia Punta Delgada, hay que tener en cuenta que nos encontraremos con carreteras de ripio, en las que recomiendan no sobrepasar los 60 Km/hora. Esto, unido a las considerables distancias entre puntos habitados hace que nos aconsejen viajar bien provistos de combustible y agua potable, siempre que se utilicen los propios vehículos.
Y recordar que, en toda la Península, el único lugar para repostar es Puerto Pirámides. La explicación a estas peculiaridades está en el hecho de que el 90% es propiedad privada, grandes estancias destinadas a la cría de ovejas, por lo cual nos desplazamos únicamente por las vías permitidas.
El viaje es reposado, disfrutando del entorno y parando frecuentemente para observar e inmortalizar a los confiados moradores. Pudimos ver rebaños de ovejas, cerca de la Salina Grande (3) y en el recinto de Punta Delgada; varias maras en torno a las madrigueras, con los búhos siempre cerca y pendientes de ellas y algún choique (4) solitario.
(3) Península Valdés, cuya mayor altura pasa poco de los 100 metros, tiene en su interior depresiones de hasta 40 metros por debajo del nivel del mar y tres salinas lacustres, denominadas Salina Grande, Salina Chica y El Salitral.
(4) La mara es el mamífero autóctono más grande de la zona. También conocida como liebre patagónica, es más grande que la europea y se distingue de ésta por sus orejas más pequeñas y la franja blanca en la cola. Vive en madrigueras que normalmente usurpa a los búhos. Choique es el nombre mapuche del ñandú, un ave que no vuela pero puede correr a 50 km/hora.
Varios kilómetros antes de llegar al Faro de Punta Delgada se anuncia el lugar como ‘Hotel de Campo’, ‘apostadero de elefantes’ y ‘área de investigación’. La carretera, sin asfaltar desde muchos kilómetros atrás, está cerrada con un portón que abre nuestra guía. Estamos en el recinto de Punta Delgada, que incluye un faro y las instalaciones anunciadas. Por supuesto, un restaurante donde comeremos.
Pronto alcanzamos la costa, un acantilado arenoso de unos 50 ó 60 metros de altura, con un sendero que nos permite bajar hasta el límite de la zona protegida (5), donde espera un espectáculo inédito para nosotros.
La playa, ancha y protegida en parte por una barrera de arrecifes, está ocupada por una colonia de elefantes marinos que parecen sestear. Los pocos que se mueven, un macho viejo que trata de copular con varias hembras y dos jóvenes que gallean gritándose, lo hacen lentamente.
El único que parece tomárselo en serio es el ‘patriarca’ (hay varios) que, poco a poco va cumpliendo objetivos. Mientras, los jóvenes ni llegaron a tocarse y las hembras vuelven a girarse, para quedar todos apaciguados y tumbados. Cada movimiento transmite fatiga, se nota que están hechos para el agua, donde se mueven como peces. La arena está bien para dormitar…
Visitamos la colonia en el período de lactancia, dentro del ciclo reproductivo de esta especie, que se repite anualmente y dura desde agosto hasta marzo. Primero llegan los machos, que se ‘reparten’ la playa. Las hembras paren cachorros de unos 40 kg. Cuando termina la lactancia son copuladas y luego se alejan al mar a comer.
Los cachorros, que triplican su peso durante la lactancia, permanecen en tierra hasta noviembre, cuando se van al mar con los machos para alimentarse. Durante ese mes y diciembre las hembras van regresando a la costa para cambiar el pelaje y se agrupan todos por sexo y edad. Los machos mudan la piel más tarde. En marzo parten nuevamente todos al mar hasta que comienza el nuevo ciclo.
En algo más de una hora damos por terminada la contemplación y sesión fotográfica. Queda la energía justa para subir la enorme ‘duna’ antes del almuerzo.
Las tarjetas van colmadas (lástima no haber traído un objetivo más potente) y la colonia queda en calma, con sus siestas, sus baños y sus rutinas por la continuidad de la especie. Da la impresión de que ni notaron nuestra presencia, que era de lo que se trataba, gracias a las distancias de protección establecidas.
(5) La aproximación hasta esa línea sólo está permitida en compañía de un guarda de la colonia.
GUÍA PRÁCTICA
Nuestros hoteles en Puerto Madryn:
Hotel Dazzler Tower www.dazzlerpuertomadryn.com
Hotel Península www.hotelpeninsula.com.ar/esp
Un restaurante exquisito en Puerto Madryn:
Cantina El Náutico www.cantinaelnautico.com.ar/site/bistro-de-mar
Más información:
Argentina Turismo www.argentina.travel
Chubut www.chubutpatagonia.gob.ar
Península Valdés www.peninsulavaldes.org.ar
Rawson www.rawson.gov.ar/turismo
Punta Ballena www.puntaballena.com.ar
Texto y fotos: Manolo Bustabad Rapa
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