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Raquetas de Nieve en Fuente Dé
EXPRESO - 18.12.2015
Javier San José, Cantabria Rural
Todo eran prisas de última hora, ¡por fin viernes!, no había forma de dar por terminado el trabajo, ni que el reloj diera la ansiada hora, pero al fin, todo llega...
Todo eran prisas de última hora, ¡por fin viernes!, no había forma de dar por terminado el trabajo, ni que el reloj diera la ansiada hora, pero al fin, todo llega.
No era la primera vez que hacíamos este viaje, pero nunca en invierno, lo que aportaba un plus.
A pesar que la previsión meteorológica era totalmente favorable, gracias al anticiclón que al parecer se ha quedado a vivir para siempre en las Azores, adentrarte en terreno de montaña siempre entraña cierta incertidumbre, y si a esto sumamos, que la última parte del viaje la hacemos de noche y que es precisamente el tramo que recorre el desfiladero de la Hermida y los kilómetros restantes hasta Espinama, pues…
Pelillos a la mar y en marchaaaa…
Tras las tres primeras horas de viaje, parada casi obligatoria para estirar piernas, repostar carburante, tomar un reconfortante café y como no podía ser de otra manera, retomar una vez más el sabor de las pantortillas, esa masa hojaldrada que en Reinosa toma carta de naturaleza y la eleva a categoría de gran delicatesen.
A lo largo del trayecto y ya anochecido, descubrimos las luces de Torrelavega, la cartelería que nos anuncia los desvíos a Comillas y Cabezón de la Sal, donde tan buenos días hemos pasado.
Dejamos a nuestra derecha el desvío a San Vicente de la Barquera, que pena no parar y reconfortarse con una buena cena, pero el plan es otro, otro día será.
Y como todo llega, Unquera a la vista, vamos a por ese desfiladero, a por ese adentrarse en Asturias y volver a Cantabria, a por ese desfiladero del que Benito Pérez Galdós decía: "Llaman a esto gargantas; debiera llamársele el esófago de la Hermida, porque al pasarlo se siente uno tragado por la tierra".
Y entre curva y curva, vuelta y revuelta, como sin querer, dejamos a nuestras espaldas La Hermida y su magnífico Balneario, del que hemos hecho uso en alguna ocasión y del que siempre hemos quedado gratamente satisfechos. Sobrepasamos el desvío que nos indica la Iglesia de Santa María de Lebeña y nos plantamos en Ojedo, ¡qué pena que la oscuridad no nos deje ver el paisaje!
Atravesamos Potes, la primera vez que lo hacemos sin tráfico ¡qué maravilla! Y damos en recorrer el último tramo que nos separa de nuestro destino.
Nos esperan los últimos 20 kilómetros. Sabemos, porque lo hemos mirado cientos de veces en el Maps, que una vez que hayamos pasado Cosgaya, el próximo pueblo es Espinama, nuestro destino.
Si siempre es grato comer, cuando notas que sinceramente te están ofreciendo lo mejor de su servicio, que comentario puedes hacer. La sopa de Ajo, fantástica. Y el lomo adobado, con sus Jijas de la matanza propia y los huevos caseros, sublimes todo ello. No puedo decir más.
A los postres un buen queso de la cercana localidad de Pido y un contundente café con su Orujín como dicen por esta tierra.
La previsión meteorológica se mantiene, nos espera un magnífico día de sol.
Tras una noche no exenta de ese extrañar tu cama y tu almohada habitual, puntuales como clavos, afrontamos un nuevo reto, mermeladas caseras, pan (de lo de verdad) recién horneado y tostado, embutidos a elegir, quesos varios, leche y mantequilla de vaca, si, si de vaca, no de botella ni de pastillita, bollo recién hecho, huevos pasados por agua al punto o revueltos a elegir, en una palabra un festín...
Y a todo esto, como en las pelis, con el todo terreno arrancado y esperando a la puerta, vaya lujo…
Emprendemos viaje camino de Fuente Dé, dejamos el trasporte mecánico en el gran aparcamiento que hay en la base del teleférico y encaminamos nuestros primeros pasos hacia lo que se conoce como la Pista a Valdeón.
Los primeros metros del citado camino están exentos de la ansiada nieve, pero al poco ya se divisan los primeros neveros y hacia ellos nos dirigimos.
Y de esta guisa, pero con gran ilusión tomamos dirección hacia lo que se conoce como Fuente Juanfria camino al Postigo.
Desde ese punto bajamos hasta el Pico La Sierra, desde donde divisamos el circo glaciar de Fuente Dé y el valle glaciar de los puertos de Remoña, los pueblos de Pido y Espinama.
Hemos dejado a nuestras espaldas los Invernales de las Berrugas, desde donde hemos alcanzado a ver la cascada de Aguasomo, caudal tributario del río Camiján.
Pero si alguna fascinación nos ha producido andar sobre la nieve entre hayas y robles centenarios, como las del monte de Quedres, no ha sido menor el saber que lo estábamos haciendo sobre lo que en su día fue la calzada romana que unía El Postigo con La Riera y Las Berrugas.
Y si de tiempos pasados hablamos, cómo no recordar a los esforzados peregrinos que transitaban por estos lares a través de la ruta Vadiniense, parte fundamental del antiguo trazado del Camino de Santiago de la Costa que partiendo del puerto de San Vicente de la Barquera se dirige hacia Santiago de Compostela a través de la ruta natural formada por el Deva – Cares. Uno de los reclamos fundamentales para realizar este trayecto es sin lugar a dudas el Monasterio de Santo Toribio de Liébana, uno de los cinco lugares santos de la Cristiandad, para desde este punto llegar a Riaño, Cistierna, Mansilla de las Mulas...
Recorremos como he dicho las faldas del monte Quedres y damos vista de nuevo a la explanada de Fuente Dé, punto de donde partimos y donde nos aguarda de nuevo el vehículo que nos trasportará a nuestro alojamiento.
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