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Stuttgart pierde la última batalla contra la #S21
EXPRESO - 15.02.2012
Ana Bustabad Alonso, periodista
Desde la ciudad alemana de Stuttgart, el hashtag #S21 echaba humo. No era una protesta contra los recortes sociales, ni contra la reforma laboral, sino una auténtica rebelión ciudadana….
Este miércoles a mediodía, desde la ciudad alemana de Stuttgart, al suroeste del país, @Svenceremos escribía en su Twitter: ‘Hoy estamos desesperados, no solo perdimos la acampada, perderemos el parque y todos los árboles, empezarán hoy a talarlos’.
Una hora después, el hashtag #S21 echaba humo: ‘Los policías asaltan a porrazos el parque, por lo menos un manifestante herido’. No era una protesta contra los recortes sociales, ni contra la reforma laboral –en la patria de Merkel esas cosas se ven por la tele-, sino una auténtica rebelión ciudadana.
El enemigo, Stuttgart 21, un proyecto que forma parte de la línea de alta velocidad París-Budapest y que incluye derribar la Estación Central de la capital del Baden-Württemberg a cambio de una inmensa reestructuración urbanística. La última batalla de una guerra que se perdió hace ya mucho tiempo.
Minutos más tarde, Euronews mostraba al mundo las imágenes de las máquinas derribando los árboles centenarios, y la desesperación en directo de quienes habían soportado tantos meses de angustia y frío para defenderlos.
Mientras arces, abedules, castaños de indias, tilos, sicomoros, algunos de más de 2 metros de circunferencia, comenzaban a caer, a muchos les caían las lágrimas. ‘Hemos mostrado nuestra oposición aquí durante mucho tiempo. Y vamos a acompañar a los árboles hasta su amargo final, si es necesario’ declaraba a las cámaras un manifestante.
Era la última batalla de una guerra contra la especulación, la cultura de lo nuevo por lo viejo, la uniformización global y los riesgos de ir contra la naturaleza.
Una guerra que comenzaba hace muchos años, en 1997, con la presentación de Stuttgart 21, un proyecto del arquitecto Christoph Ingenhoven para transformar la Estación Central de Stuttgart en una nueva estación subterránea, liberando unas cien hectáreas para uso público.
Controvertido desde el principio, enseguida se alzaron voces que avisaban de problemas técnicos, ambientales y económicos. Se creó la plataforma K21, con una alternativa a la nueva estación, incluso se comenzó a fabricar una cerveza llamada Resist 21, que donaba 21 céntimos de cada botella vendida a la Alianza contra Stuttgart 21. Hubo protestas de todos los colores, al principio festivas, cada vez menos.
Del llamativo proyecto, ‘con un gran hall cubierto por un caparazón de hormigón que dejará pasar la luz natural a través de lucernarios con forma de ojos’, se descolgó pronto su coautor, el arquitecto Frei Otto, porque dudaba cada vez más de la seguridad del mismo: ‘Es mi obligación moral hablar sobre los peligros de este proyecto, si no decimos nada, estamos poniendo vidas en peligro’.
Según el doctor en Geología Jakob Sierich, la destrucción de aguas subterráneas puede provocar grandes riesgos. ‘Los riesgos del proyecto Stuttgart 21 no son las posibles grietas en los muros de una casa, sino los posibles cráteres en los cuales podrían desaparecer casas enteras. Estamos hablando de vidas humanas’.
De nada servían los avisos. Bajo las protestas de miles de manifestantes, el 1 de agosto de 2010 se comenzaba a demoler la Estación Central de trenes de Stuttgart. Mientras, la agrupación ‘Der Stuttgarter Hauptbahnhof. Ein Meisterwerk der Architektur’ (Estación Central de Stuttgart. Una obra maestra de la arquitectura), que había promovido sin éxito su rescate, retransmitía en vivo, vía Ustream, su demolición.
El día más complicado amanecía el 30 de septiembre de 2010, bautizado como el ‘jueves negro’ por la violencia policial contra los manifestantes. Mientras caía el ala norte de la antigua estación, los miembros de Die Parkschützer (los protectores del parque) comenzaban a construir casas para atrincherarse en los árboles.
Los primeros cayeron esa misma noche, bajo la lluvia, entre pitidos y gritos de los manifestantes que lanzaban botellas y otros objetos. Algunos, de más de 100 años, habían logrado sobrevivir a los bombardeos durante la segunda Guerra Mundial.
Al día siguiente 100.000 personas protestaban al unísono frente a la estación. Uno de cada seis habitantes de Stuttgart. La mayoría, profesionales, jubilados, profesores, sin experiencia en manifestaciones ni enfrentamientos con la autoridad, que respondía a su protesta pacífica con cañones de agua, porras y gas pimienta.
Las movilizaciones alcanzaron tal entidad que el 7 de noviembre de 2011 el Gobierno del estado de Baden-Württemberg celebraba un referéndum sobre el proyecto. Un proyecto cuyo presupuesto inicial era de dos mil seiscientos millones de euros, y que se había incrementado ya hasta los 4.100 millones.
Ese día fueron a votar el 48% de los ciudadanos con derecho a voto. La mayoría, un 59%, decidieron que Stuttgart 21 tenía que seguir adelante.
Ahora, en 2012, parece que por fin se reanudan las obras, con la tala de árboles y la demolición de la vieja Estación Central, uno de los edificios más importantes de principios del siglo XX en Europa.
La ‘Hauptbahnhof’ ha sido descrita como la primera estación de trenes de la Era Moderna. El edificio fue el resultado de un concurso nacional convocado en 1910 por la Royal Wuerttemberg Railways, que ganaron los jóvenes arquitectos Paul Bonatz y Friedrich Eugen Scholer.
Tras sobrevivir a una Guerra Mundial, e incluso ser propuesta como Patrimonio de la Humanidad, será sustituida por una estación más ‘eficiente’, y las más de 100 hectáreas de terreno liberadas al soterrar las vías cambiarán para siempre la faz de Stuttgart.
No todo será destrucción. La torre de la vieja estación, de 58 metros de altura, seguirá en pie, luciendo la estrella de Mercedes, todo un símbolo de la ciudad. A cambio, ha de albergar impasible una exposición sobre ‘el extraordinario proyecto arquitectónico Stuttgart 21’, explica la web de Turismo de la ciudad.
Sus creadores anuncian ‘un gran parque adyacente a la estación que conectará el centro de la ciudad con el río Neckar’, y su premiado autor lo define como ‘un profundo trabajo en pos de la sostenibilidad’.
Sus detractores denuncian el ‘profundo impacto sobre el medio ambiente, la amenaza a los manantiales de aguas minerales y aguas subterráneas y sus consecuencias sobre el clima’, y se preparan para soportar ‘otra década de ruido, suciedad y polvo’.
‘No es un proyecto ferroviario, más bien es un proyecto de los especuladores de inmuebles. Nacerán nuevos barrios, se derribarán edificios existentes. Nosotros creemos que solamente habrá más bancos, más centros comerciales, más oficinas, más edificios, garajes y viviendas caras, que no hacen falta, porque ya hay bastantes edificios vacíos en Stuttgart’, explican.
Ocho de la tarde del miércoles 15 de febrero de 2012. El hashtag #S21 no deja de escupir mensajes desesperados en menos de 140 caracteres. Otros son tuits de desencanto, algunos reflejan resignación. Los últimos estertores de la última batalla que ha perdido Stuttgart. La guerra la perdimos todos hace mucho.
Releo este artículo antes de publicarlo, y la historia me recuerda inevitablemente a otras estaciones, otros proyectos ‘nuevo por viejo’ mucho más cerca de casa. Me suena a recalificaciones de terrenos en medio de la nada, a estaciones fantasmas en un páramo cualquiera, a maquetas de arbolitos y plazas duras en el centro de las ciudades. Por lo menos en Alemania pudieron votar.
La compañía alemana Deutsche Bahn espera que en 2019 salga el primer tren de alta velocidad de la nueva estación de Stuttgart, más de dos décadas después de que se lanzara el proyecto. Partirá a toda velocidad, quizá camino de París, quizá camino de Budapest.
Seguramente la canciller Ángela Merkel posará orgullosa ese día ante los colegas de la prensa, junto el resto de autoridades, antes de emprender el primer viaje desde la nueva Stuttgart. Si pudiese le recomendaría llevar un amuleto contra los fantasmas, algunos sobreviven a todas las guerras.
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Nuestros mejores deseos, Xosé Manuel
Vero (no verificado)
18.02.2012 - 09:40
Venceremos- ahora mas que nunca estomas en la calle.
Gracis por su apojo.
Saludos de Stuttgart!