El lado más francés de Santiago de Cuba

EXPRESO - 06.08.2013

Cuba_Samtiago_El_Tivoli1Después de la revolución de Haití de 1791, muchos colonos franceses y sus dotaciones de esclavos se refugian en  la parte oriental de la isla en las  provincias de Guantánamo y Santiago  de Cuba, trayendo estos consigo  significativos beneficios para la región  oriental.

El primer flujo de inmigración, de los  cuatro que se registran, tuvo una  magnitud significativa entre 1800 y  1809, se estima llegaron a la zona  oriental del país, Baracoa y Santiago de  Cuba, más de 20 mil individuos de  todas las clases sociales, siendo el  período junio – agosto de 1803, el más  prolifero, conocido como el gran éxodo,  donde el gobernador de la región  Coronel Sebastián Kindelán, registra en una de sus escrituras la llegada de 19.306 individuos en 344 embarcaciones  al puerto de Santiago de Cuba.
La Delegación del Ministerio cubano de Turismo en Santiago de Cuba nos ha hecho llegar esta información en la que se detalla, concienzudamente, la evolución de la ciudad con la llegada del influjo francés.
La villa sintió pronto todo el impacto de  la presencia francesa, la ciudad  comenzó a emerger con un brillo propio  nunca antes visto, los franceses eran  gente industriosa y trabajadora de  diferentes profesiones, comerciantes, hacendados, militares, empleados, artistas, filibusteros, etc.
El comercio portuario, legal e ilegal  primeramente floreció, luego la aplicación de la economía de  plantación en la zona. El sistema de  plantación comenzó a cambiar el aspecto de la zona, surgiendo  carreteras, caminos, el puerto comienza a cobrar vida, el desarrollo se alzaba  impactando las esferas de la ciudad y el campo.
En la ciudad el comercio se desarrolló  aceleradamente, un gran número de  franceses abrió comercios que  perduraron durante varias  generaciones, se introdujeron  adelantos científico técnicos, entre los  que se destaca la caficultura.
En el ámbito urbano son la cultura y el  comercio los elementos más significativos que transcienden a la población residente. En el aspecto comercial y económico dejaron una importante huella, ya que  en el periodo de 1800 a 1868, se  registran solo en el territorio  santiaguero 260 sociedades económicas  con participación de capital francés.
Cuba_Samtiago_El_TivoliDurante este proceso migratorio se  producen dos tipos de asentamientos en la región, a escala urbana  contribuyeron los franceses a la  densificación de la trama en los  diferentes barrios de la ciudad, el  resultado de este fenómeno fue la  urbanización de la zona alta de la  ciudad, consolidándose el barrio francés el Tivolí, no incidiendo directamente en forma brusca en la  arquitectura que se venía desarrollando  en la ciudad.
El mayor impacto social se  apreció en la cultura. El Tivoli. Barriada de la ciudad de Santiago de  Cuba que funde en sí misma los  sincretismos culturales e intercambios  étnicos de la nacionalidad cubana. 
Tuvo un impulso urbanístico al calor de  la migración francesa posterior a la  revolución Haitiana a finales del siglo  XVIII y principios del XIX. Pertenece a la  memoria francesa en esta urbe sur  oriental. En la primera mitad del siglo XVIII, los  franceses construyeron un Café Concert  con capacidad para más de 300  personas al que llamaron Le Tivolí, pero  después el vocablo se ‘aplatanó a lo  santiaguero’ como El Tivolí.
Y tuvo  tanta fuerza que en pocos años se  transformó en pertenencia de Santiago de Cuba. Con los franceses, este barrio  alto constituyó un símbolo en el devenir  de la localidad. Desde él se domina la bahía y una  buena parte de las montañas. Sus calles  desembocan a la Trocha, vía famosa y  popular por las fiestas carnavalescas.
La escalinata de Padre Pico, la calle escalonada más famosa de Cuba, le da  entrada por el centro a la pintoresca  barriada, construida en la loma de  Corbacho, nombre que hace honor a un  gallego comerciante en las inmediaciones del lugar.
Fue en el Tivolí donde nació el popular carnaval santiaguero, y donde por  primera vez se escuchó la corneta  china, instrumento distintivo de la  conga santiaguera.
Aún se conservan  las manifestaciones de la tumba francesa, un baile adaptado por los  negros que recuerdan los famosos  salones de París, ya tamizados por el  tambor y otros instrumentos  típicamente africanos que serán explicados más adelante.
Su trazado tiene muchas peculiaridades  que lo tipifican: las casas en alto que  miran al mar, las cuales parecen nidos  de águila, al decir del Doctor Francisco  Prats; sus callejones y lomas. Una de las  más empinadas es la de los  Desamparados que en su cima se  levanta la iglesia del mismo nombre.
Las rejas de hierro forjado al estilo del  sudoeste francés en balcones y ventanas sustituyeron a los barrotes y balaustres de madera. Esta arquitectura de fachadas con un conjunto de rombos  y en S se considera de la más típica del  país, con corredores y colgadizos. 
Entre los aportes del barrio en esa etapa, se encuentran las casas de salud  con enfermeras y médicos, escuelas  primarias, algunas bilingües y  academias para jovencitas; panaderías  y dulcerías con magníficos reposteros.  Espacio donde se mostró el  refinamiento de la cultura francesa,  acriollada al ambiente santiaguero y a  la usanza española. 
Modus vivendi
Los recién llegados, en su mayoría  hombres de una cultura notable,  portadores de un marco de referencia  cultural y político distinto del existente  en la capital del Departamento  Oriental, fomentaron una pujante  colonia que sirvió como catalizador del  proceso, pues transformarían en parte  la infraestructura de la ciudad y sobre  todo de su región cercana, trastocarían  su vida cotidiana y contribuirían al  desarrollo económico y al despertar  social y cultural de esta zona, en lo  adelante original, de la gran isla del Caribe.
Su modus vivendi y sus gustos  produjeron admiración en la mayoría  de los miembros de la sociedad  santiaguera y, como todo lo que se  admira tiende a imitarse, con cierta  rapidez se impusieron modas y gustos  que se aclimataron, como una práctica legítima donde los receptores,  consciente o inconscientemente,  interpretaron y adaptaron ideas y  costumbres.
El destacado intelectual José Antonio Portuondo aseveraba que  se impuso un ‘[...] ambiente de  refinada cortesía que fue desbravando  la parda adustez de la colonia y fue  naciendo en el ánimo propicio del  criollo una manera más alta de sensual  refinamiento’. 
Efectivamente, todo ello consolidó una  ciudad con un nuevo carácter, de perfiles más modernos. Y fue dentro de  esa trama urbana donde se  desarrollaron las construcciones  domésticas que, al igual que el resto de  las edificaciones santiagueras, se  adecuaron a las condiciones  topográficas, climáticas y sísmicas de la  zona, mostrando cuatro variantes  tipológicas de fachadas: simple,  colgadizo, corredor y balconaje.
Estas  mansiones fueron portadoras del poder  económico adquirido por los grupos  sociales preeminentes, quienes para su  edificación escogieron las zonas de  mayor cualificación urbana que les  diera prestigio y diferenciara como clase social.
La imagen estilística de estas  construcciones domésticas quedó  signada por el neoclasicismo que, como  el resto de los estilos de la época  colonial, fue reinterpretado con  sapiencia popular, y debe buscarse  esencialmente en las soluciones  decorativas interiores y exteriores.
Sus expresiones más claras fueron el  aumento del puntal, con lo cual las  edificaciones ganaron en esbeltez y  suntuosidad; en la carpintería  constructiva y decorativa de puertas,  ventanas, elementos divisorios y pies  derechos; en la herrería, los detalles  ornamentales de fachadas y pisos.
Se  ampliaron sus espacios interiores con el fin de dar respuesta a las diferentes actividades sociales desplegadas en la etapa: bailes, tertulias, banquetes, conciertos, y por ende se explaya toda  una intención decorativa en techos,  paredes y pisos, así como en el  mobiliario.
Estos detalles se evidencian con  particularidad en la sala, donde se  desbordaba la fastuosidad de la casa al  ser el espacio que mejor expresaba el  nivel alcanzado por la familia en la  pirámide social. En tanto, esa alta sociedad, informada  por medio de los viajes y la lectura de  los cambios que ocurrían en el viejo  continente, mostró en el paso al siglo XIX una predisposición a mejorar los  ambientes de sus residencias.
Se potenciaron nuevas costumbres y la exigencia de normas higiénicas permitió  el surgimiento de muebles que  formaron parte de los usos cotidianos. 
Así, ‘la gente recibía a los visitantes en  la sala, los caballeros tenían sus  estudios, las damas sus tocadores, el  sitio donde se dormía ya no era  simplemente una habitación, ahora  era una ‘cámara’.
La barriada del Tivolí posee entre sus atractivos el Museo de la Lucha Clandestina, en homenaje a los  combatientes santiagueros que  recibieron en ese lugar el apoyo y la  solidaridad durante la guerra contra la  dictadura de Fulgencio Batista (1952- 1959), y la humilde casa en que vivió  entre 1931 y 1933 el líder histórico de  la Revolución Cubana, Fidel Castro, cuando estudiaba en Santiago de Cuba.
El Tivolí vio nacer a José Pepe Sánchez, autor del primer bolero, Miguel  Matamoros, Antonio Ñico Saquito y  más reciente al Pintor Miguel Ángel Botalín. No le faltaba razón a Francisco  Repilado, el célebre Compay Segundo, al decir que el Tivolí es un crisol donde  se gestó la Guerra de Independencia  Nacional y nacieron el Son, el Carnaval y la corneta china.
Expreso. Redacción. J.R

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