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Un gran pacto de estado contra el ferrocarril
EXPRESO - 28.07.2014
Federico Ruiz de Andrés, periodista
Los dirigentes españoles, que son incapaces de ponerse de acuerdo en materia de garantías sociales; de terrorismo, de unidad nacional; parecen haber firmado un gran pacto de estado que traspasa colores políticos para desmantelar el ferrocarril en España…
Lo demostró el gobierno de Felipe González cerrando la Ruta de la Plata, que vertebraba el oeste español de norte a sur, aislando núcleos transfronterizos en subregiones desfavorecidas que la Unión Europea lleva años subvencionando para impulsar económicamente. Pregúntense quién llevaba por aquel entonces las concesiones de transportes de viajeros por carretera.
Lo demostraron los gobiernos de José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero; y ahora lo confirma el de Mariano Rajoy. Todos ellos, duplicando la red ferroviaria española con el consiguiente dispendio de decenas de miles de millones de euros y la excusa de que el ancho ibérico no nos conectaba con Europa.
No se dejen impresionar por las miles de fotos inaugurando aves que ven en los telediarios. En este país las imágenes en portada son el segundo objetivo de quienes nos gobiernan, y el primero claramente es asegurar el futuro económico a sus familias durante varias generaciones.
A la foto siempre se llega a tiempo. Mejor dicho, los ciudadanos, las infraestructuras, esperan pacientes, despreciando vidas y riesgos, a que el mandatario de turno tenga hueco en la agenda para inaugurar, no importa si la carretera -o la vía- lleva meses finalizada, o si de su puesta en marcha depende la seguridad de los viajeros.
Los medios y los ciudadanos compran la mentira porque está escrita en las letras de oro de los titulares, sin cuestionarse –sin saber- que desde hace más de un siglo hay trenes capaces de adaptarse a diferentes anchos de vía, de circular a 200 km/h, atravesando fronteras sin despeinarse.
Ese gran pacto que respetan todos los partidos y todos los gobiernos de la democracia española incluye el desmantelamiento sistemático de infraestructuras ferroviarias. Mientras se les llena la boca hablando del patrimonio, mientras se gastan dineros ingentes en congresos conmemorativos, la estación de Príncipe Pío, una joya arquitectónica e histórica, lleva años agonizando desmantelada y triste junto a un centro comercial, en pleno centro de Madrid.
Es solo un ejemplo de las decenas de estaciones y apeaderos expoliados, derruidos; de los cientos de kilómetros de raíles vendidos al peso. Mientras, eso sí, las estaciones se van convirtiendo en grandes centros comerciales; ora Príncipe Pío; ora Chamartín, que será próximamente remodelada para ampliar el espacio dedicado a vender, y no precisamente títulos de transporte.
Mientras, eso sí, a imagen y semejanza de los aeropuertos, los andenes se llenan de controles, cintas de escáner y vallas; las megafonías se quedan afónicas de vocear prohibiciones y los trenes aterrizan a los viajeros en medio de la nada, llámese Guadalajara, Burgos o Segovia.
Y ahora que la acuciante crisis económica despierta el pudor de los gobernantes, y los dineros públicos no les alcanzan para nuevos aves, se apresuran a desguazar vagones, coches y locomotoras que dormían el sueño de los justos en las playas de vías de toda España. Dicen los mentideros ferroviarios –hay foros que dan cuenta día a día de la masacre- que en unos meses alegarán falta de material para hacer nuevos encargos y llevarse nuevas comisiones.
Trenes que destrozan por ‘viejos’ y que, sin embargo, alquilan mientras a los países vecinos. Duele ver a los gobiernos español y portugués poniéndose de acuerdo para desechar los viejos y elegantes surexpresos de color azul marino y sustituirlos por talgos polvorientos; o relegando a la vía muerta los históricos comboios de madera para cambiarlos por camellos repletos de pintadas. Todo al precio de oro de alquileres desorbitados que los portugueses no se pueden permitir y los españoles no vemos reflejados en nuestros bolsillos.
No se dejen engañar cuando les anuncien que cierran líneas de ferrocarril convencional por falta de rentabilidad. Esas vías y esos coches hace muchas décadas que se amortizaron, no así los nuevos aves que tardaremos varias generaciones en pagar.
No se crean a los dirigentes ni a los medios cuando les digan que el trenhotel no es rentable; solo buscan jubilar a los ferroviarios de toda la vida, cerrar estaciones en horario nocturno; y sustituir unos y otros por contratos precarios y subcontratos miserables.
No compren mentiras. Les dijeron que el tren Barcelona-París era el primero directo entre España y la capital gala, porque ni es directo ni es el primero; ni los escuchen cuando les digan que el camino más corto entre Bilbao y Málaga pasa por Logroño y Zaragoza; ni cuando se jactan de sus políticas sostenibles pero inundan las carreteras de camiones a costa de vaciar los vagones de mercancías.
Llegará un día en que esta España surcada de aves y vías verdes se dará cuenta de que un ferrocarril bien gestionado es un servicio público sostenible, ecológico y fuente de oportunidades y desarrollo para las regiones más desfavorecidas. Pero será tarde. Nos haremos viejos esperando el tren.
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