Medio siglo del Castillo Hotel Son Vida

EXPRESO - 17.06.2011

Una leyenda de la hostelería mediterránea conmemora su quincuagésimo aniversario: el 23 de junio, el Castillo Hotel Son Vida de Palma de Mallorca celebra una esplendorosa velada con alrededor de 200 invitados del sector económico, cultural y político como símbolo del desafío que asumió el Grupo empresarial Schörghuber al adquirir el Castillo Hotel en el año 1995.
El nombre de Son Vida ha venido representando hasta hoy un lugar especial y de primera clase en una isla cuyo sector hotelero juega en la primera división internacional.
Hoy en día, el Castillo Hotel Son Vida es un cofre que guarda tesoros de la historia mallorquina, una joya arquitectónica en un emplazamiento único.
Tras una profunda remodelación realizada en los años 2005/2006, en la que se invirtieron 27 millones de euros, se incorporó a una de las marcas más prestigiosas de Starwood Hotels & Resorts, The Luxury Collection, exclusiva asociación de más de 75 hoteles y resorts de lujo repartidos por más de 30 países que ofrecen a los huéspedes una experiencia exclusiva en el sentido más estricto del término: elegante autenticidad, lujoso equipamiento, gastronomía de primera clase, servicio exquisito, excelencia hasta el más mínimo detalle. Y, además, el aura de lo único.
Pocos hoteles del Mediterráneo poseen una historia tan esplendorosa como la del Castillo Hotel Son Vida. Esta historia empieza mucho antes del 23 de junio de 1961, cuando el obispo de Mallorca, con una ceremonia oficial de inauguración, dio inicio a una de las fiestas más elegantes que se había celebrado hasta entonces en el archipiélago, y mucho antes de la visita de Rainiero y Grace de Mónaco que una semana después de la inauguración recibieron como anfitriones a Maria Callas y Aristóteles Onassis, haciendo que el hotel empezara a ocupar titulares en todo el mundo.           
Ya en el siglo XVII esta finca fortificada fue decorada lujosamente. A partir del siglo XX, su propietario Fernando Truyols y Despuig hizo que la propiedad fuera convertida en un castillo de ensueño – y lo hizo por amor a su mujer.  
En esta época se construyó la torre que hoy en día custodia la entrada, y también la espléndida sala Anckermann, maravillosamente conservada y antiguo comedor de los señores de la casa, y que fue decorada con murales por Ricard Anckermann, uno de los artistas mallorquines más conocidos.  
En 1905 Son Vida empezó a recibir visitas importantes, como la del monarca inglés Eduardo VII. Sin embargo, la finca se convirtió en el alojamiento preferido por políticos de primera clase y personajes prominentes de todo tipo cuando se reconvirtió en un hotel de lujo, a iniciativa del expiloto estadounidense Steve Kusak y el viticultor mallorquín José Luis Ferrer. Y gracias a la amistad de Ferrer con la familia monegasca, la élite mundial fijó su atención en Son Vida. 
Durante las décadas siguientes, personalidades históricas se registraron en el libro de visitas del hotel: jefes de estado en activo y retirados, como Bruno Kreisky, Michail Gorbatschow, Felipe González, Hosni Mubarak, José María Aznar, Li Xiannian y Jang Zemin; monarcas como el rey de España Juan Carlos I, Haile Selassie de Etiopía, el rey Faisal de Arabia Saudí y la reina Sirikit de Tailandia; músicos como John Lennon, James Brown, Yehudi Menuhin, Montserrat Caballé y Ricky Martin, actores como Brigitte Bardot, Charles Boyer, Zsa Zsa Gabor, Anthony Quinn y Michael Caine; creadores culturales como Truman Capote, Pedro Almodóvar y Lord Snowdon; así como una larga lista de muchos otros personas prominentes, como Christian Barnard, Niki Lauda, Alexander Haig, Gari Kasparov, Baron Elie de Rothschild y Gunther Sachs. Las entradas más recientes en el libro de visitas las protagonizan las firmas de Woody Allen, Franz Beckenbauer, Lionel Richie o el piloto de Fórmula 1, Jenson Button. 
En el Castillo Hotel Son Vida impera hoy el mismo espíritu que durante todas estas décadas ha entusiasmado a los clientes más exigentes. El edificio, a pesar de todas las transformaciones que ha sufrido, a pesar de todas las modernizaciones, conserva la atmósfera de aquel castillo de ensueño con el que un aristócrata mallorquín quiso levantar un monumento para su amada hace 100 años.
Expreso. Redacción. A.F

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