Mostrar La Habana (X): Deambular sin fin

EXPRESO - 23.10.2012

Manolo Bustabad Rapa, periodista

Mercaderes es inevitable. Da igual que arranques en la Alameda de Paula que en la Plaza de San Francisco. Te la vas a encontrar. Con sus churreros en plena calzada, con un artista ocasional reivindicando sus sueños habaneros…

Mercaderes es inevitable. Da igual que arranques en la Alameda de Paula que en la Plaza de San Francisco. Te la vas a encontrar.

Con sus churreros en plena calzada, con un artista ocasional, que puede ser Alejandro Sautié Viera reivindicando sus sueños habaneros con una escultura de cartones reciclados, ‘rescatar, conservar y transformar nuestra ciudad constituye hoy un  sueño de cada habanero que se enfrenta al desafío aplastante de tres acciones… el abandono, la destrucción y la agresión al entorno…’, delante del restaurante La Imprenta.

Con los maniseros y las vendedoras de golosinas paseando ante la Torre de Marfil, bajo las serpientes de sedas multicolores. Plazuelas con arriates de flores y murales en los paredones, ‘un pueblo culto cuida sus áreas verdes’, ‘disfrutar es cuidar lo bello’.

Y después la Plaza de Armas, entre Obispo y O’Reilly, con los mismos libros de los libreros negros (además de Juan Carlos), las mulatas-policía, los chuchos y las campanas. Cerca ya de la ceiba de Cagigal. Seguimos hasta Empedrado y la Catedral, a la vista ya de la Bodeguita.  
Pero volvemos por San Ignacio para ver y retratar a la travesti Fara María y comprar su pose y su sonrisa. Hoy no nos detenemos en la Plaza Vieja, porque Brasil nos subyuga, con sus floristas, los desconchados de las fachadas, los taburetes en el adoquinado… No, no es eso, Brasil enamora porque en sus fotos siempre está la cúpula del Capitolio.
Pero hoy es día de vagar y subimos (vamos hacia el Norte) de nuevo, ora por Habana ora por Compostela, hasta la Avenida de las Misiones, que nos llevará al Memorial Granma, de las armas y la guerra, y al Hotel Sevilla, con su flamante fachada morisca, su marquesina de vidrio y su parqueo enfrente regulado:
Resolución 393/03 del Ministerio del Comercio Interior con el listado oficial de precios en MLC para ‘parqueo de vehículos automotores de chapa diplomática, tur, prensa extranjera y HK’. Y las calesas de alquiler y los taxis-triciclo, a la sombra.
Y ya está ahí el Museo Nacional de Bellas Artes, con su frontis presidido por la bellísima Forma, espacio y luz (1953) de la escultora cubana Rita Longa Aróstegui (1912 - 2000), quizá más conocida por su pequeña Ballerina de la recepción de Tropicana.
Avanzamos ahora por el Paseo del Prado, lleno de gente y animación. Y tenemos que pararnos porque hoy toca tango y varias parejas nos deleitan con su danzar. Mientras, observamos los pares, fachadas neorrománicas o repletas de arabescos, casi todas restauradas, algunas imponentes, entre ellas la del conocido restaurante Prado 264. Otras, muestra de cómo se aprovecha la extraordinaria altura de los pisos, duplicando la superficie habitable.
Después de los leones, la Plaza de José Martí, con el Hotel Telégrafo, el Hotel Inglaterra, el Complejo Cultural del Gran Teatro García Lorca. Todo observado por el Floridita, casi enfrente. Muchos y milagrosos autos bellos. Después el siempre restaurando Capitolio, antes de llegar al concurrido Parque de la Fraternidad, donde la gente se apretuja para bajarse y subirse a los taxis - haiga, con la misma prisa que en cualquier metro.
Tenemos la estación de ferrocarril muy cerca. Por Cárdenas o Cienfuegos, a cinco cuadras. Pero por hoy ya está bien de paseo. Volvemos lentamente hacia la Plaza Vieja cerrando el recorrido, esta vez por Muralla, para tomar un cafetito en El Escorial contemplando el bullicio desde el soportal.
 
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