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La hora de Sefarad
EXPRESO - 05.11.2010
Ana Bustabad Alonso, periodista
En esta época tan difícil para todos, portugueses y españoles deberíamos aprovechar para conformar juntos una nueva Sefarad de viajeros, gastarnos cada duro en los pequeños cafés y en los colmados…
El pequeño Peugeot 206 y yo salíamos esta mañana desde A Guarda a Valladolid, de Portugal a España, por la A25, en la que aún no ha entrado en vigor el impuesto que gravará dentro de poco todas las vías rápidas portuguesas, una de las duras medidas con las que el Gobierno pretende paliar la tremenda crisis económica.
Veníamos del primer Festival Internacional de la Memoria Sefardita que se ha celebrado en la Serra da Estrela, una iniciativa fantástica nacida en buena medida del empeño personal, de la pasión y de la visión de futuro de dos personas: Jorge Patrao, presidente de Turismo de Serra da Estrela, e Isaac Assor, director general de la agencia de viajes y turismo Alegretur.
Gracias a su esfuerzo de muchos meses y a la adhesión incondicional de unas pocas pero entusiastas Cámaras municipales, ignorados empero por el organismo estatal de Turismo, han logrado atraer la atención del mundo hacia el legado cultural e histórico de aquellos judíos sefarditas que fueron obligados a convertirse o expulsados hace quinientos años de la Península Ibérica.
Es el germen de un interesante proyecto, aún en pañales en Portugal, que promete un nicho de mercado turístico tan importante como el que ha logrado ya la activa Red de Juderías española, que este 2010 celebra tres lustros de andadura.
La particularidad de la Serra da Estrela es que, cinco siglos después, la herencia sefardita continúa viva gracias a los criptojudíos, especialmente en Belmonte, pero también en localidades como Guarda o Trancoso. Parece lógico que, en vez de crear una nueva Red de Juderías portuguesa, estas localidades se sumen a la española con el nombre único de Juderías de Sefarad, pero también improbable. En cambio, el turismo brinda una oportunidad única de recrear ese todo.
Y ningún momento mejor que este de crisis acuciante para redescubrirlo, redescubrirnos.
Todos mis amigos portugueses han venido más de una vez a España. A ver el atardecer en la Alhambra, a la Gran Vía madrileña, a los lagos verdes de Asturias, a Compostela, a tomar té a la menta en Melilla, a comparar vinos en la Ribera del Duero. No es para menos. Tenemos atractivos de sobra para demostrar por qué somos el segundo país más turístico del mundo.
Sin embargo, tengo muchos amigos españoles que no conocen la frívola y apasionada Lisboa, la señorial Coimbra, la vida bulliciosa de Porto, que no han descubierto aún la Serra da Estrela, la del Gerés, el Algarve, el Alentejo… Tantos lugares únicos que tiene Portugal.
Desde aquí los invito a hacerlo cuanto antes. Se acabaron aquellos tiempos de cruzar a suelo luso para comprar a mitad de precio toallas o jabones. Lo que resulta ahora barato en Portugal es su soberbia gastronomía, y el calor de su gente. ¿En qué otro lugar del mundo, si no, se esfuerza todo el mundo por hablarte en español?
Me siento orgullosa, muito obrigada, de compartir con ellos esta Península Ibérica, esta ‘piel de toro’ que los sefarditas consideraban una. Creo que es el mejor lugar del mundo para vivir, también para descubrir viajando. Y creo también que ya es hora de romper las últimas fronteras. Hora de reinventar Sefarad.
En esta época tan difícil para todos, portugueses y españoles deberíamos aprovechar la oportunidad para disolver las líneas de los mapas, conformar juntos una nueva Sefarad no religiosa, sino de viajeros, que traiga riqueza a nuestros hosteleros, a los transportes, a los guías, gastarnos cada duro en los pequeños cafés y en los colmados.
Esta mañana, al cruzar la aduana, aminoramos la marcha, pero sólo porque una limitación de 50 Km/h nos amenazaba con 300 euros de multa y 2 puntos menos en el carnet de conducir. El pequeño Peugeot no sabe de aquel tiempo en que cada maletero era sospechoso pero una, que lo ha vivido, valora intensamente la desaparición de las barreras.
Por supuesto, ni el orden mundial establecido ni la dignidad de dos países que fueron los más poderosos del mundo permitirán nunca que las fronteras desaparezcan del todo, que se juegue con la soberanía de Portugal y de España. Pero los ciudadanos de a pie sí podemos borrar líneas, y dibujarlas de nuevo; desmenuzar juntos el Duero y el Tajo; cruzar el Miño para comer dos veces cada día; colarnos de Vila Formoso a Fuentes de Oñoro una y otra vez, como si jugásemos a la rayuela; reinventar juntos una nueva Sefarad.
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