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Esa no es la cuestión
EXPRESO - 09.01.2011
Ana Bustabad Alonso, periodista
Queridos fumadores y no fumadores: No se molesten en buscar argumentos sobre el humo de los coches; en reinventar las estadísticas; en contar si prefieren a Bogart con un pitillo que a Rambo con una metralleta… Porque ninguna de esas es la cuestión…
Queridos fumadores y no fumadores:
No se molesten en buscar argumentos colaterales sobre los daños que provoca el humo de los coches; en reinventar las estadísticas de enfermedades originadas por el tabaco; en contar si prefieren a Bogart con un pitillo que a Rambo con una metralleta; o en comparar la nueva ley antitabaco española con las de otros países.
Porque ninguna de esas es la cuestión.
Esta ley antifumadores es injusta porque priva a muchos ciudadanos de ejercer una actividad legal –más aún, promovida por el propio Estado que fabrica, vende y se lucra inmensamente con la venta de tabaco- en lugares privados en los que, siempre que no entre en conflicto con otros derechos, la voluntad del individuo debería ser respetada.
El único debate público que ha permitido nuestra sociedad políticamente correcta ha sido el de los perjuicios que la ley puede causar a los hosteleros en un momento económicamente dramático, y sólo cinco años después de que una ley los indujese a hacer reformas que ahora se revelan inútiles.
¿Dónde queda la libertad individual de los ciudadanos a fumar una pipa, un cigarrillo o un buen habano mientras toman un café sin pasar frío, en un lugar agradable, aislado del resto de clientes y camareros, en el que no molestan a nadie?
Los defensores de la ley demuestran su sinrazón cuando argumentan que así tienen zonas libres de humos para ellos. ¿Acaso no las había antes? ¿O se les obligaba a entrar en las zonas para fumar? ¿O es que la solución contra el puntual incumplimiento de una ley es aprobar otra más radical? Aún más ¿les ha obligado alguien, alguna vez, a entrar en un bar lleno de humo?
Porque en un país donde cada propietario puede elegir, la lógica de la oferta y la demanda es quien regula el número de locales para fumar y no fumar. Los antitabaco se quejan de que había pocos de estos últimos ¿Será que el número de clientes no fumadores de la hostelería es también manifiestamente menor que el de fumadores?
Produce vergüenza ajena escuchar a quienes argumentan que la ley antitabaco permitirá por fin que los niños y los bebés disfruten de aire limpio en los bares. ¿Desde cuándo los bares son lugares apropiados para niños? Y si entran esporádicamente, ¿quién puede asegurar que les resulta más dañino que respirar diariamente el aire contaminado de tantas ciudades?
Pero el debate no es ese. Las sucesivas ministras de Sanidad autoras de la ley han esgrimido que los trabajadores no tienen por qué respirar el humo de sus clientes. Completamente de acuerdo. Entonces, ¿por qué no se han respetado los espacios sin servicio de camareros que proponían las asociaciones de hosteleros? ¿Y los bares en los que no hay empleados y su dueño quiere fumar?
Si se prohibiese la presencia de trabajadores en todas las actividades perjudiciales para la salud, habría que automatizar la mayoría de las obras de construcción, los hospitales, los servicios de asistencia en carretera, las centrales térmicas e incluso las cocinas de los restaurantes, donde se respiran a menudo humos insanos de aceites largamente utilizados.
Pero no, resulta que existen instrumentos y procedimientos de prevención y salud laboral que minimizan los riesgos de trabajadores y clientes. Cascos, vacunas, guantes, cinturones de seguridad, mascarillas, arneses o extractores de humos permiten que el mundo funcione mucho mejor desde hace décadas.
¿Por qué en vez de prohibir fumar no se ha planteado la obligatoriedad de instalar buenos sistemas de renovación de aire en los locales donde se permite esta nociva actividad? Las alternativas eran –y son- muchas si lo que se buscaba era mejorar la salud de los españoles y prevenir el tabaquismo.
Más aún, la anterior ley antitabaco de 2005 prohibía taxativamente fumar en los centros de trabajo, pero permitía fumar en los locales de hostelería, como si estos no lo fuesen. Ahora que se ha subsanado esta excepción, todos los trabajadores deberían tener derecho a respirar un aire libre de humos. Entonces, ¿debemos entender que en los hogares donde hay empleados, incluida, por supuesto, La Moncloa, está prohibido fumar? ¿O es que esta ley protege a todos los trabajadores excepto a los domésticos?
Independientemente de la cuestión hostelera, en esta ley se echan de menos los programas de curación y, sobre todo, de prevención, para que las nuevas generaciones no caigan en las redes del tabaco antes de poder decidir por sí mismas.
Estaría bien más educación y menos prohibición, no vayamos a pensar que los propósitos de ley son bien diferentes de los que nos cuentan.
No sólo los partidos políticos han mostrado una radicalidad difícil de entender. Resulta simplemente patético ver cómo tantos medios de comunicación reproducen sin pudor mentiras y datos falsos para crear un estado de opinión artificial. No se conforman con intentar lavar el cerebro a los ciudadanos, obviando su labor de observadores objetivos y honestos, de informadores obligados a presentar las dos versiones cuando de una situación de conflicto entre partes se trata.
Es increíble ver cómo algunos presentadores de televisión -que se autodenominan periodistas sólo porque alguien los ha puesto al frente de un debate de prime time- no sólo cambian su rol de moderador por el de parte con la tranquilidad de quien se toma un café, sino que ridiculizan reiteradamente a quienes discrepan de la postura oficial que defienden sus cadenas.
Es que además, pretenden hacer creer a la población que los españoles apoyan por unanimidad esta ley, por el sencillo método de no presentar a su audiencia más versiones ni más opiniones que la suya propia: ‘Lo que no se publica no existe’.
Lo único bueno de esta ley antifumadores es que parece haber devuelto a la sociedad española la rebeldía de la lucha por la libertad, que llevaba tanto tiempo aletargada en nuestras ciudades uniformadas de plazas duras sin árboles; en nuestras estaciones de tren de alta velocidad en medio de la nada; en nuestras televisiones políticamente correctas; en nuestros recreos con inspectores; en nuestro silencio cómplice.
Fumen o no fumen, consideren o no justas las reivindicaciones de los que se rebelan contra la ley, lo que no podrán negar es que resulta refrescante volver a sentir que tantos miles de españoles reaccionan ante algo que no sean las convocatorias de los reality shows, la última –y fantástica- revolución que ha conseguido levantar a este país.
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internauta (no verificado)
09.01.2011 - 16:33
Vicente (no verificado)
09.01.2011 - 17:15
internauta (no verificado)
09.01.2011 - 18:54
internauta (no verificado)
09.01.2011 - 18:55
internauta (no verificado)
09.01.2011 - 19:01
internauta (no verificado)
09.01.2011 - 19:29
internauta (no verificado)
10.01.2011 - 00:19
antifumador (no verificado)
10.01.2011 - 00:26
NOTA DE LA REDACCIÓN: se ha retirado el comentario escrito por 'antifumador' por contener descalificaciones y palabras malsonantes, que no están permitidos en Expreso.
Libertad (no verificado)
10.01.2011 - 05:44
Josechu (no verificado)
10.01.2011 - 09:31
Juanchu (no verificado)
10.01.2011 - 09:34
Francisco sala (no verificado)
10.01.2011 - 14:05
Totalmente de acuerdo en tu reflexión, pero creo que deberíamos decir algo más: Se prohibe fumar en los aledaños de parques infantiles, etc. por el mal ejemplo que se da a los niños. Pero se autoriza la escandalosa manifestación de gays, morreandose por la capital, prácticamente desnudos. Conste que no tengo absolutamente na en contra del mundo GAY. Pero cómo se puede ser tan cínicos aprobando una ley que considera un mal ejemplo el fumar delante de los niños y no el despelotarse, morrearse, meterse mano, interrumpir el funcionamiento "normal" de los ciudadanos, etc. si no es por que se pertenece a ese mundo. A buen entendedor, pocas palabras.
don Miguel (no verificado)
12.01.2011 - 21:15
Manue (no verificado)
20.01.2011 - 16:37