Cee, el último reducto ballenero de Europa

EXPRESO - 23.03.2025

Enclavada en la abrupta Costa da Morte, en la parroquia de Ameixenda del municipio de Cee, aún resisten las ruinas de la última factoría ballenera de Europa.

La vieja ballenera de Caneliñas, que cerró definitivamente en 1985 debido a la moratoria mundial en la caza comercial de cetáceos, es un testimonio olvidado de una industria que marcó la historia económica y social de Galicia.  

La Costa da Morte guarda pequeños secretos que sorprenden al visitante, no sólo por su exuberante naturaleza, sino también por rincones llenos de historia.

El municipio coruñés de Cee alberga en Gures, parroquia de Ameixenda, una de sus parroquias, la factoríade más largo recorrido de Europa. 

La vieja ballenera de Caneliñas comenzó siendo una fábrica de salazón, propiedad de Andrés Cerdeiras Pose, de la que actualmente se conservan sus paredes. Esta actividad derivó hacia la caza y despiece de cetáceos, muy relevante en Galicia.

Entre 1924 y 1927, este enclave industrial fue adquirido por una empresa noruega fundando la primera factoría ballenera moderna de España. 

Su emplazamiento estratégico favorecía el procesamiento de ballenas, pues se trataba de una ensenada protegida de los vientos, y con gran abundancia de cetáceos que eran cazados en las costas próximas por barcos especializados.

Del tratamiento de estos animales, en los primeros tiempos, se obtenía aceite y otros derivados.Además, se aprovechaban las barbas de las ballenas para la confección de las armazones de los corsés de las mujeres. 

Los métodos de caza intensiva utilizados por los noruegos mermaron rápidamente la población de cetáceos y obligo al cierre al poco tiempo. 

En los años 30, una empresa española se hizo cargo de las instalaciones, aunque años más tarde volvió a manos de otra empresa noruega bajo el nombre de Industria Ballenera S.A. Esta mantuvo la actividad ampliando las instalaciones con nuevas naves y exportando su producto al mercado japonés permitiendo un mayor aprovechamiento del animal, a partir de 1970. 

Tras una época de declive marcada por numerosas trabas, como el bloqueo internacional al régimen franquista, la falta de divisas o el Tratado de la Comisión Ballenera Internacional encaminaron el terrible final, que concluyó con el cierre definitivo en 1985 por la moratoria mundial en la caza comercial de ballenas. 

En la actualidad se conserva buena parte de las instalaciones tanto de los primeros tiempos, como de otras épocas, como el muelle para atraque de las embarcaciones; un almacén para desechos transformados en harinas; la rampa de izado de ballenas, zona de despiece, algibes y depósito de aceite. 

Las ruinas de Caneliñas constituye el último gran vestigio de la industria ballenera en Europa, en el que se capturaron cerca de 12.000 cetáceos, cuyos productos fueron usados en diferentes sectores como alimentación, cosmética y la industria química. 

Este reducto narra una historia de tradición y transformación industrial, pero también es un patrimonio olvidado que aún tiene mucho que contar.     

Expreso. Redacción. A.F

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