Jornada de recolección de setas y su gastronomía en Cantabria

EXPRESO - 25.10.2015

Javier San José, Cantabria Rural

Te invitamos a vivir una jornada Jornada de recolección de setas y su gastronomía en Cantabria, esto es solo el aperitivo...

La cita se presentaba prometedora, las días anteriores la borrasca atlántica había traído lluvia bastante y las temperaturas habían templado antes y después de su paso.

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A la hora convenida, Paco nuestro guía, junto con su amigo Carlos y su perrita Gusa, hicieron presencia. La hora temprana hacia apetecible un buen café cargado.
Con gesto armonioso nuestro anfitrión diluía lentamente su azúcar, mientras, nos describía el recorrido que según él y su experiencia haría de nuestra jornada un día para recordar (era la primera vez que salíamos al monte con intención de recolectar seta).
Pusimos rumbo a nuestro destino, llenos de ilusión y expectantes, recorrimos los primeros kilómetros del bajo Miera, dándonos la bienvenida al valle Liérganes y su conjunto histórico artístico que, conocido y frecuentado por numerosos viajeros, permanece inerme al paso de los tiempos. Luce un singular casar con más de 20 edificios singulares, sus estrechas callejuelas te trasportan a otros tiempos y por ellas se acede al viejo puente, construido en el S.XVII verdadera época de oro de la localidad, cuando su industria metalúrgica era hegemónica en España.
Dejamos atrás el Palacio de La Rañada y con él el caso urbano de Liérganes.
Traspasamos la localidad de Rubalcaba y nos adentramos por el angosto recorrido hasta dar vista al pintoresco pueblo de Mirones,  tras cruzar el curso del río Miera continuamos viaje aguas arriba por su margen izquierda, por donde llegamos primero a Linto y a continuación a Ajanedo.  Sobre él, un enorme cantil calcáreo que alberga una importante buitrera y en sus entrañas la cueva de El Salitre, verdadera joya del Paleolítico superior con importantes pinturas de la época Solutrense.
Evidentemente esto nos lo va narrando Paco sobre la marcha, puesto que es la primera vez que nos adentramos por estos lugares. No tenemos la suerte de ver ni a unos (los buitres), ni la entrada a la cueva que se encuentra como a 800 metros sobre la carretera, con una ascensión casi infernal.
Lo que sí podemos ver y constatar es el magnífico entorno que nos rodea, donde los robles, castaños y hayas van tomando preeminencia y donde el esfuerzo de los antepasados han labrado palmo a palmo los verdes prados tan característicos de esta comarca pasiega y donde las cabañas vividoras - testigos de antiquísimas tradiciones trashumantes - dan personalidad y carácter a este bello valle.
Casi sin darnos cuenta llegamos al desvío que nos conduce a nuestro destino, abandonamos la carretera autonómica CA-260 y nos adentramos hacia las pocas casas que forman el núcleo de Los Barrios. De nuevo volvemos a atravesar el río Miera, en esta ocasión sus aguas son casi alcanzables con la mano.
Sobre nuestras cabezas y a la derecha, un impresionante cortado, del que Paco dice; no os preocupéis enseguida estamos a esa altura y veréis que paisaje se divisa desde allí.
Por una empinada carretera, a veces pista, dado el estado del firme, vamos ganando altura hasta llegar a la cumbre de lo que se conoce como Barranco del Paso Malo, desde donde las vistas son espectaculares.
El valle del Miera a nuestros pies, serpentea las montañas que le cobijan en una conjunción de colores, rojos, ocres, amarillos, verdes y castaños que inundan nuestras retinas. Quedamos ensimismados, nos trasporta, nos hace soñar y nos peguntamos ¿Cómo serían estos parajes antes de la intervención humana? ¿Cuántos millones de árboles poblarían estas laderas hoy praderías, otrora bosque infranqueables?
Pero el reloj, nos devuelve a la realidad, estamos cerca, pero aún no hemos llegado.
Carlos y Paco, nos comentan que en breve, parte de nuestras peguntas anteriores se verán contestadas, estamos a punto de llegar al lugar marcado como destino, según ellos, el último reducto de lo que en su día fuera un mar de árboles.
A nuestra izquierda se abre una enorme pradería se extiende hasta las cumbres del horizonte, a lo lejos, algunas cabañas pasiegas nos recuerdan que en aquel recóndito rincón aún viven familias enteras, apegadas a su tierra y a sus tradiciones. Que administran sus mermadas economías con el mismo modelo que lo hicieran sus ancestros, practicando lo que se conoce como “Muda” o cambio de cabaña, en función del agotamiento del pasto circundante o “segando a dalle” el verde y trasportándolo a lomos de caballerías o sobre sus propios hombros, sobre sus espaldas, en destartalados cuévanos que los maconeros trenzan con las duelas extraídas de los castaños.
Y a nuestra izquierda, por fin el hayedo, el “hayedo de Valdició” concretamente, donde el tiempo se ha detenido y aunque exiguo en tamaño denota pleno de vida.
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Nos topamos con un pequeño riachuelo que separa la carretera de la mancha boscosa, resulta fácil de franquear, una vez traspasado, iniciamos la exploración del terreno.
No resulta fácil dar con los primeros ejemplares, sus vivos colores rojo-anaranjados moteados de manchas blancas, delatan la presencia de las primeras Muscarias, lo que en palabras de nuestros guías es todo un buen presagio de que los anhelados Boletus, tarde o temprano harán acto de presencia.
Paco y Carlos fabulan con viejas historias de brujas y hechizos, de brebajes infernales, de viajes astrales y abducciones, fruto de los ácidos iboténico y muscinol que contiene la mencionada amanita y que en tiempos pretéritos usaban frecuentemente curanderos y chamanes.
Anécdotas aparte, casi sin quererlo, me doy de bruces con lo que a simple vista parece mi primer hongo, nervioso, reclamo la presencia de uno de ellos para que certifique la calidad del hallazgo y… voilà! Escondido entre la hojarasca, casi imperceptible, el color marrón clarito de su sombrerete brillaba debido a las gotas de agua que sobre él se hallaban y esto fue lo que delato su presencia.
Tras el primero, la suerte se repitió de forma caprichosa entre nosotros, yo no volví a encontrar ningún otro, mientras que Carlos nos sorprendió con su cesto casi a rebosar.
Cuando quisimos darnos cuenta, la hora pactada para acudir a la cita con la mesa y el mantel estaba a punto de cumplirse, y dado el éxito de la recolección decidimos dar por concluida esta parte del programa pactado.
Parece que desandar el camino recorrido siempre es más breve, entre bromas y recuerdos, anécdotas y chascarrillos, sin quererlo, nos vimos en el punto de partida, donde Enrique, el verdadero impulsor y anfitrión de nuestra experiencia, nos aguardaba.
Sin más dilación dirigimos nuestros pasos al comedor de su restaurante, donde la familia lleva ejerciendo su profesión hace ya más de cien años. Hoy, es la cuarta generación quien rige los fogones de esta casa siguiendo los sabios consejos de la abuela Juanita.
Una fría y refrescante cerveza para saciar la sed, una suculenta mantequilla casera para abrir boca y entonar nuestro estómago nos dio la bienvenida, tras lo cual empezó el espectáculo!!!!
Magníficos los Boletus salteados con ajos confitados. Exquisito el pastel de Senderuelas salseado con una extraordinaria Española. Sublime el Solomillo con setas y mollejas.
Todo ello, acompañado por un suculento vino de Rioja, de los cientos que atesora en su bodega y que magistralmente nos fue recomendado. No menciono el nombre por no hacer de menos a nadie.
Y… qué decir del postre, según Merche, la mujer de Enrique, llevan haciendo Tupinamba desde hace más de 50 años y siempre con el mis éxito, no me extraña, hum… de rechupete.
Y así, de estos modos, tras una larga sobremesa, ponderando las bondades de la jornada transcurrida, de los paisajes recorridos, de las gentes disfrutadas, de la gastronomía degustada y del futuro prometedor de actividades tan gratificantes como la nuestra, la noche se nos vino encima y se nos hizo el tiempo de partir.
 
Texto y foto: Javier San José, Cantabria Rural. www.cantabriarural.com 
 
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Comentarios

kurtis_82 (no verificado)

Impresionante documento sobre la recogida de setas. Dan ganas de moverse al Valle de Liérganes para degustar tanta belleza y sobretodo unos buenos Boletus.

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