Descubriendo la ciudad… De un viaje a Cuba (III)

EXPRESO - 01.01.2012

Manolo Bustabad Rapa, periodista

Con nuestro improvisado guía, ‘chiqui’ de mote, hacemos un recorrido de algo más de tres horas, lleno de pinceladas habaneras, una zambullida rápida en esa ‘realidad accesible al turista’ fundamental para la futura administración de nuestras escasas horas en la Habana…

Al haberse frustrado, por razones irrelevantes, la visita turística programada para nuestra primera jornada, decidimos lanzarnos por nuestra cuenta a la conquista de la ciudad.

Ajustamos precio con el primer ‘coco-taxi’ que aparece y nos ponemos en sus manos dejándonos llevar a su criterio, con la condición de incluir en la ruta el cementerio de Colón y una parada para hacer la foto frente al Morro.

Con nuestro improvisado guía, ‘chiqui’ de mote, hacemos un recorrido de algo más de tres horas, lleno de pinceladas habaneras, que nos proporciona las primeras impresiones con sus instantáneas. Esta especie de zambullida rápida en esa ‘realidad accesible al turista’ es fundamental para la futura administración de nuestras escasas horas en la Habana.

Desde la Avenida del Puerto nos queda muy cerca la Plaza de la Catedral y no nos resistimos a la estampa tópica del habanero ‘rico’, de sombrero, cayado y zapatos bicolor, posando con su tabaco y su pierna cruzada, de camino a la Bodeguita del Medio, a menos de dos manzanas, y ser inmortalizados allí por chiqui-fotógrafo.
Las visitas a interiores (a la Catedral y a la Bodeguita) quedan para la próxima semana.
Después de atravesar la Plaza Vieja y ver fugazmente Restos de la Antigua Muralla, pasamos por delante de la Estación Central de Ferrocarriles entre el gentío que se va acomodando en camionetas prestas a partir.
Las siguientes fotos son al Museo de la Guerra, el Capitolio, el Gran Teatro de la Habana, para, vía Paseo de Martí (del Prado), cerrar el primer bucle en el Malecón, ante el Castillo de San Salvador de la Punta y con el de los Tres Reyes del Morro al fondo, al otro lado de la bocana.  
Desde aquí se ve gran parte de los nueve kilómetros de Malecón y el mar agitado. Tanto, que las olas bañan con largueza la calzada en algunos tramos. Buen fondo para completar la estampa del Morro.
Hotel Nacional de Cuba, majestuoso, con su paseo de palmeras y su exhibición de autos americanos de los cincuenta. Descanso en la Heladería Coppelia, manida, cara y desabastecida, pero con buen producto, que degustamos. Subida por delante de la Universidad y vuelta sin parar a la Plaza de la Revolución, con sus ministerios y sus iconos.
Ya quisiera poder plasmar toda la belleza de este recorrido, entre preciosos (restaurados o no) edificios decimonónicos; los tan mentados automóviles americanos de los cincuenta, milagrosamente activos (lástima que muchos se mueven con diesel, aunque para la foto da igual); los grupos de uniformados y disciplinados colegiales, que hemos visto con sus maestros en varias ocasiones en sus clases y actividades de campo, en plazas y parques públicos; las pacientes, serviciales y simpáticas gentes de Cuba, habituadas a compartir con generosidad.   
Y, como final de la etapa mañanera, llegada a la Avenida de Zapata que es donde está el acceso principal a la Necrópolis de Colón, su entrada norte. Era una de nuestras metas y merece capítulo aparte.  
 
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