Túnez, una escapada refrescante por la ciudad y la Ruta del Agua

EXPRESO - 19.03.2017

Bien comunicada, tranquila, exótica y, sobre todo, acogedora, la capital de Túnez es el destino soñado para quienes gustan del ritmo urbanita combinado con una escapada relajante

Bien comunicada, tranquila, exótica y, sobre todo, acogedora, la capital de Túnez es el destino soñado para quienes gustan del ritmo urbanita combinado con una escapada relajante. En este caso a la cercana Ruta del Agua.

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Así que, para quienes no la conozcan todavía o quieran un programa para disfrutarla al máximo, ahí va una escapada de cuatro días en Túnez. Muy buen viaje.

 

Primer día: El Bardo y otros lugares de cultura y relax

El Museo del Bardo es seguramente el lugar más interesante para visitar en Túnez capital, ya que aquí se conservan en exposición permanente los mejores mosaicos romanos del mundo que, junto con algunas temporales, hacen que la visita resulte siempre sorprendente.

A esta elegante zona de la ciudad, al norte, se llega gracias a la línea 4 de Metro, y El Bardo no es el único lugar interesante. Casi enfrente, el histórico Palacio de la Felicidad -Ksar Saïd Bardo- se ha recuperado hace pocos meses como sede de exposiciones temporales de pintura. La primera era este febrero  ‘L’éveil d’une nation’ (‘El despertar de una nación’).

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Y a unos 3 kilómetros más al norte, fácil de llegar en taxi, se encuentra otro Palacio, el de la Rosa, que sorprende al viajero albergando el Museo Militar nacional. Un curioso recorrido por la historia militar del país que se puede hacer con guía en varios idiomas, también en español, con alguno de los oficiales que se encargan de su apertura, extremadamente amables.

Cerca se encuentra también el hipódromo, para los aficionados a los caballos.

Esta zona era un antiguo barrio residencial de clase alta, más preparado para moverse en coche que caminando, pero actualmente sí que se encuentran fácilmente pequeñas tiendas y lugares a buen precio de comida rápida tunecina.

Para completar esta jornada tranquila viene bien una visita al parque de Belvédère, un lugar idóneo para descansar del calor y el bullicio de la ciudad. Hasta aquí llega la línea 2 de tranvía o el Metro ligero, hay que bajarse en la estación de Palestine.

Relax y cultura como preludio de una jornada muy animada.

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Segundo día: de compras y cafés por la Medina

La medina de Túnez es una de las ciudades antiguas más atractivas del mundo, en sus zocos coloridos es muy fácil perderse, no solo por lo laberíntico del trazado, sino por la cantidad de atractivos puestos en los que comprar artesanía. Así que, atentos a la recomendación, a Túnez hay que llevar la maleta medio vacía…

En tiempos, esta medina llegó a tener dos recintos diferentes y hasta 12 puertas en su muralla. Hoy se conservan solo algunas, pero la visita lleva tranquilamente todo el día. Lo más cómodo es entrar por la la puerta del Mar (Bar el Bhar), al final de la avenida Bourguiba y ascender por la segunda calle de esta plaza empezando a contar desde la izquierda, hasta la Gran Mezquita (Jemaa az-Zitouna), un buen punto de referencia dentro del laberinto.

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A pocos metros, un buen lugar para el almuerzo es el restaurante Dar Belhadj, ubicado en un antiguo palacio. Excelente el menú tradicional con entrantes típicos y un cordero para chuparse los dedos. El colofón es siempre un buen postre acompañado de dátiles, ya que aquí en Túnez se cultivan los mejores del mundo. Y un té a la menta, con o sin piñones.

No hay que perderse tampoco la visita a alguno de los cafés antiguos de la medina, como El M’rabet, el más antiguo, el club cultural Taher Hadded, o el misterioso café Dar El Mnouchi, repleto de jóvenes fumando shishas (pipas de agua), junto al petit souc –zoco- de las cechias, esos gorritos de lana tan representativos de Túnez.

Tras un día de callejeo y compras agotadoras, lo mejor es acostarse pronto, que mañana toca madrugar.

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Tercer día: la Ruta del Agua, Túnez también es verde

Conviene madrugar un poco para a provechar y hacer temprano la salida hacia la ciudad norteña de Zaghouan, a unos 50 kilómetros de la capital, más o menos una hora de camino. Así el día cundirá mucho más.

La primera parada ha de ser una visita al Templo de las Aguas, a las afueras del pueblo de Zagohuan, donde nace esta ruta del agua, que en tiempos de los romanos llevaba el oro líquido desde estos manantiales del norte hasta la misma Cartago, para abastecer la capital. Impresiona comprobar la sofisticación ingeniera del mecanismo, que data de hace casi dos mil años.

En la parte alta de la propia Zagohuan se encuentra el barrio andalusí, con reminiscencias de la península Ibérica presentes en la arquitectura de casas blancas, y en las fuentes de azulejos. Bajando, nada más pasar el arco, a la izquierda se puede visitar el mausoleo del Sidi Ali Azouz, que tiene más de 500 años de historia.

Merece la pena callejear tranquilamente, y detenerse en alguna de las pequeñas tiendas a comprar Kaak, dulces típicos blancos de almendra, una especie de rosquillas que saben a agua de azahar.

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Muy cerca, en el complejo ecológico Dar Zaghouan, rodeado de un campo de almendros y un jardín con flores, está el restaurante El Gueza, un pintoresco lugar decorado a la manera tradicional, en el que se pueden disfrutar los sabores de siempre cocinados a fuego lento. Aquí, además, hay un alojamiento boutique y se alquilan quads y vehículos históricos para recorrer los alrededores.

A unos 30 kilómetros, Oudhna (la Uthina romana), ciudad de retiro de legionarios en los siglos I y II d.C. es la siguiente parada obligada en esta ruta por el norte tunecino. Sus ruinas arqueológicas romanas son de lo mejorcito que se conserva en el país, incluyendo enormes cisternas de agua, unas elegantes termas y el sorprendente anfiteatro excavado en la roca que salió a la luz hace tan solo dos décadas.

A unos minutos en coche, la carretera se encuentra paralela con los restos del acueducto romano que llegó a tener 128 kilómetros, aunque solo se conserven unos 17, entre Zagohuan y las termas de Antonino en Cartago, su destino final. Uno puede incluso entrar caminando en el spicus, el antiguo cauce del agua.

Puede que se haga demasiado tarde para visitar este día Cartago, el final de esta Ruta del Agua, pero es un buen complemento para el día siguiente, combinándolo con la visita a Sidi Bou Said.

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Cuarto día: disfrutando de la ville nouvelle y el coqueto Sidi Bou Said

Prueba de que Túnez es un país completamente tolerante con las creencias religiosas es que en su avenida principal ocupa un lugar privilegiado la catedral católica, que celebra cultos en varios idiomas, incluyendo el español. En su web se informa de los horarios de los mismos, y resulta especialmente emocionante asistir a misa en español en la humilde cripta los segundos sábados de cada mes, a las 17h. La pequeña comunidad hispana de la ciudad acoge al viajero con el calor de una familia e incluso lo invita a compartir una merienda colaborativa tras la celebración.

Esta avenida Bourguiba, repleta de tiendas y terrazas, vertebra la elegante ‘ville nouvelle’, la zona francesa de la capital, perfecta para un paseo de fin de semana. A mano derecha según se sale de la medina, entre las calles Alemania y España se encuentra el Mercado central. Buen lugar para comprar frutos secos, dátiles y especias por la mañana.

Desde esta zona francesa, tomando el Metro ligero, se llega en pocos minutos al pueblecito más hermoso de Túnez, el famoso Sidi Bou Said.

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Lo típico en Sidi Bou Said es tomar un té a la menta –con o sin piñones- en el curioso Café de las Esteras, aunque hay otros más baratos e igualmente agradables en el pueblo, y un puesto de algo parecido a churros realmente deliciosos por pocos milimes. Lo que no puede faltar es un recorrido caminando entre el blanco y azul de sus calles estrechas, asomarse al Mediterráneo para ver los antiguos puertos púnicos y alguna compra de recuerdos.

La belleza de este lugar se debe principalmente al barón d’Erlanger, quien dispuso que todos los edificios mantuviesen el azul y blanco de su palacio Nejma ez Zahra, que se puede visitar bajo petición.

Un lugar muy bueno para comer es el restaurante Au Bon Vieux Temps, con especialidades tunecinas y francesas, que abre todos los días de la semana.

Más abajo, en el puerto, también se puede disfrutar de platos tunecinos sabrosos en el restaurante Le Pirate, buenísimo el cous cous de pescado.

Si no se ha visitado Cartago el día anterior, ahora es un buen momento para hacerlo. La mítica ciudad cartaginesa sufrió la construcción posterior superpuesta de la ciudad romana, cuyas ruinas son lo que aún se conserva, pero en cualquier caso este final de la Ruta del Agua es un lugar cargado de historia y buena energía que no ha de faltar en la escapada a Túnez.

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Tras el agua, a disfrutar del sol

Ya que estamos en Túnez, qué mejor que completar la escapada urbana y refrescante con una extensión de unos pocos días para disfrutar del sol. Rumbo al sur desde la capital, el país ofrece muchas y muy apetecibles alternativas: unos días en las playas de Hammamet, Sussa, Monastir o Djerba; un itinerario cultural por ciudades como Kairouan, visitar el increíble anfiteatro romano del Djem, solo superado en capacidad por el coliseo; o, para los más aventureros, una escapada por los desiertos de Túnez, como esta que te contamos en Expreso.

Muy buen viaje.

 

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Cómo llegar

Desde España, este país mediterráneo está muy bien comunicado gracias a los vuelos de Tunisaircon buen catering gratuito en todos sus vuelos, que enlazan la capital con Madrid y Barcelona varias veces por semana.

Dónde dormir:

El hotel África es una torre que destaca en el skyline de la capital tunecina. Perfectamente situado en la avenida Bourguiba, este 5 estrellas que ya tiene unos añitos merece la pena por sus impresionantes vistas y su ubicación, está a tiro de piedra del comienzo de todas estas rutas urbanas e interurbanas. Por supuesto, cuenta con wifi gratis en todo el edificio.

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Más información:  

www.turismodetunez.com

 

Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso y Federico Ruiz de Andrés

Comentarios

lector (no verificado)

La primera foto no me ha gustado!!!!!