Lieja, date una vuelta por la ciudad más animada de Valonia

EXPRESO - 16.11.2009

Texto y fotos: Ana Bustabad Alonso

Patria chica del gran Georges Simenon, la que fuera durante más de ocho siglos capital de un principado independiente, la milenaria sede arzobispal de Lieja, es hoy una de las ciudades más animadas de Bélgica. La cerveza es la reina en bistrots y tabernas, y los estudiantes abarrotan las terrazas de los cafés al mínimo asomo de buen tiempo.
barra del Café Lequet
Situada en Valonia, la región francófona de Bélgica, las calles de Lieja lo mismo invitan a descubrir los escenarios que inspiraron las mejores novelas negras, que a dejarse llevar por el aire fresco a orillas del Mosa, o de fiesta en fiesta al ritmo de los universitarios. Pero también es un buen lugar para quienes prefieran la historia, porque los liejenses valoran su patrimonio como nadie.
De la antigua ciudad episcopal quedan pocos vestigios. En 1789, la ‘Revolución feliz’ acabó, en un levantamiento sin sangre, con el poder de Hoensbroeck, el último príncipe-obispo.
Pero este hito también supuso la destrucción a manos del pueblo de la catedral, de muchas iglesias, y el fin de la independencia del pequeño país. A partir de ese momento, Lieja fue alternativamente germana, francesa…
plaza del teatro
El palacio de los Príncipes-Obispos es probablemente el edificio gótico civil más grande de Europa. Actualmente, este edificio alberga el Palacio de Justicia y el Palacio del Gobierno de la Provincia de Lieja.
De influencia italiana, tiene varios patios, pero el que llama la atención es el primero, con nada menos que 60 columnas diferentes que hablan del Nuevo Mundo y de la locura.
escaparate de dulces tradicionalesLos valones son golosos y, puestos a caminar, por todas partes aparecen chocolateries que distraen al viajero de tanta historia.
Son muy apreciadas las ‘lenguas de gato’. Pero lo que no hay que perderse de ninguna manera es el famoso gaufre de Liege, buenísimo con canela.
Lieja es muy agradable para pasear. La Rue du Pot-d’or es la calle de tiendas por excelencia de esta ciudad mediana, de menos de medio millón de habitantes.
Pero si se va en busca de gangas lo mejor es pasarse el domingo por el famoso mercado de La Batte, a orillas del Mosa.
En la margen izquierda, en el número 17 del Quai sur Meuse, el Café Lequet es un buen lugar para comer por poco dinero las típicas boulets frites, una especie de albóndigas gigantes de carne muy sabrosa que se acompañan de salsa de manzana y las famosas patatas fritas belgas.
Si se busca algo más sofisticado, un lugar muy romántico de cocina contemporánea es el restaurante Nun’s, en el 18 de Impasse des Ursulines, un local vanguardista en un edificio del siglo XVI.
paseo en bicicleta a orillas del Mosa
Como en casi todas las ciudades del norte de Europa, aquí la arquitectura es gris y básica, con grandes ventanales, para captar el máximo de luz. Pero callejeando se descubren perspectivas sorprendentes, líneas que se recortan contra el cielo en descarado desorden.
El mejor momento para visitarla es en primavera o en otoño, cuando las temperaturas son suaves y el ambiente estudiantil está en su máximo apogeo.
Para tener una visión rápida de su historia hay que visitar el Archeóforum de Liege, un museo construido alrededor de un yacimiento arqueológico, bajo la gran plaza Saint-Lambert.
Archeoforum de Liege
Una visita guiada en varios idiomas lleva al visitante a un viaje en el tiempo. Desde la prehistoria hasta las villas galorromanas, del medievo a la actualidad.
Muy cerca, entre el palacio y la catedral, está la vieja plaza del mercado. ‘Le Perron’, un monumento en forma de piña con una cruz en lo alto, es el más famoso de Lieja, porque simboliza las libertades de sus ciudadanos.
Justo enfrente, la llamativa fachada roja del Ayuntamiento, conocido como ‘La Violeta’, probablemente por la enseña de la casa que acogía al Consejo de la Ciudad en la Edad Media, guarda en su interior lujosas decoraciones de época.
terrazas en la vieja plaza del mercado
Aquí comienza el barrio histórico, de trazado medieval. A pocos minutos, caminando, se llega a la iglesia de Saint Barthelemy, una de las siete colegiatas que tenía la ciudad, cuya rehabilitación ha recuperado los colores originales de sus fachadas.
Dentro se guarda una pila bautismal de latón de principios del siglo XII. Sostenida originariamente por doce bueyes, han desaparecido dos, pero sigue siendo la obra maestra del arte de Lieja.
Georges Simenon está presente por toda la ciudadDesde la iglesia, la calle que sale a la izquierda es la de los cerveceros, llamada así porque al principio estaban aquí la mayor parte de las cervecerías de la ciudad.
Muy cerca, en el número 2 de la calle Impasse des Drapiers, el hotel Hors Chateau, un pequeño alojamiento boutique de sólo 9 habitaciones, todas con conexión ADSL. Si está libre, pide la única suite, te sorprenderá su diseño.
Si tu presupuesto es ajustado, la mejor opción en pleno centro es el Albergue Juvenil Georges Simenon, situado en en un edificio histórico en el número 2 de la calle del mismo nombre. 
Sin duda, el escritor Georges Simenon es el personaje más carismático nacido en la ciudad belga.
Autor de las aventuras del Comisario Maigret y de títulos tan memorables como ‘El hombre que veía pasar los trenes’, su figura está rodeada de leyenda.
Pocos se resisten a fotografiarse junto a la estatua en bronce de este escritor que afirmó haber hecho el amor a más de treinta mil mujeres. Los amantes de la novela policíaca pueden recorrer los lugares emblemáticos de su vida en Lieja a través de una ruta diseñada por la Oficina de Turismo.
Lo más interesante es comprar allí mismo un City Pass de 24 ó 48 horas, que, además del circuito de Simenon con audioguía, incluye el pase gratuito a casi todos los museos, y descuentos en cruceros por el río Mosa, tren turístico y todo el transporte público.
escalera que baja desde la ciudadelaOtra de las postales famosas de Lieja es la escalera interminable de 374 peldaños que descienden desde la parte alta.
Son los mismos que en el siglo XIX permitían a los soldados de la ciudadela bajar al centro de la ciudad, una zona en la que había muchos beaterios.
No falta algún gracioso que dice que, aún hoy, las beatas siguien siendo típicas de Lieja.
Lo que sin duda es típico es saborear el pékèt, un licor natural elaborado con frutas frescas.
Los mejores, en La Maison du Pékèt, un local de toda la vida situado en la callejuela más estrecha de la ciudad, la Rue de l'Epée, justo detrás del Ayuntamiento.
Sus licores más representativos son los secos, pero merece la pena probar los afrutados que hacen aquí mismo, en el sótano.
Para salir de marcha, en cambio, el mejor lugar es el Carré, en la zona nueva de la ciudad. Antaño una isla, hoy es un espacio peatonal lleno de bares y locales nocturnos. En la web de Turismo de Bélgica encontrarás las direcciones de todos.
Durante el día, entre los lugares preferidos de los universitarios está el museo al aire libre del Sart Tilman, que integra esculturas y pinturas murales en la característica arquitectura contemporánea del campus, y el ‘Domador de toros’, una obra de León Mignon conocida popularmente como ‘Li Torê’.
Cuando se instaló, suscitó una verdadera polémica por su desnudez, pero los estudiantes la convirtieron en su símbolo y celebran cada año la festividad de ‘Saint-Torê’, la tercera semana de marzo.
Otro de los personajes míticos de Lieja es Tchantchè, creado por un titiritero italiano del siglo XIX que en realidad le llamó ‘Chicho’. Vestido de carbonero, Tchantchè es el prototipo de muchacho algo fanfarrón, siempre preparado para pelear en defensa de los más débiles. Para conocer mejor su historia hay que visitar el Museo Tchantches.
títeres de Tchantchè y ManesseÉl y su figura femenina, Manesse, son el souvenir perfecto para llevarse de Lieja. Tienen la nariz roja porque -dicen- les gusta beber alguna copa de más, y visten de carboneros.
No en vano el carbón fue una de las industrias más importantes en la historia de la ciudad, y contribuyó al desarrollo de la industria metalúrgica y a la elaboración de vidrieras y armamento.
La Casa de la Metalurgia y la Industria de Lieja esconde objetos tan curiosos como un alto horno de carbón de madera del siglo XVII, el más antiguo del país, una espectacular máquina de vapor, la bañera de zinc de Napoleón, o el prototipo de la dínamo de Zénobe Gramme, un original ancestro de la informática.
En el Museo de la Vida Valona, situado en un antiguo convento, se puede encontrar además una magnífica colección de astrolabios y cuadrantes solares de Max Elskamp.
Si se tiene un poco más de tiempo, una buena idea es hacer una excursión en barco a Blegny, la última mina de carbón belga. Un recorrido de dos horas permite descender a las galerías donde se extraía el mineral que durante mucho tiempo fue la base de la economía local.
Cerca de la ciudad está también la Cristallerie Val Saint-Lambert, un castillo donde descubrir la magia del cristal a través de un recorrido-espectáculo.
puesto de flores en el centro de Lieja
Llegar a Lieja es muy fácil y existen muchas posibilidades. Si se viaja en avión, el aeropuerto más cercano es el de la capital belga, Bruselas, una de las ciudades mejor comunicadas de Europa.
Desde España hay cinco compañías aéreas que tienen conexiones diarias con Bélgica. Brussels AirlinesVirgin ExpressIberia y Vueling llegan al aeropuerto de Bruselas, y Ryanair al de Charleroi.
Quienes prefieran el ferrocarril, pueden llegar en el TGV, el tren de alta velocidad, directamente a la estación de Lieja, un proyecto del arquitecto Santiago Calatrava.
río Mosa
De aquí parten trenes para casi cualquier punto de Europa. No en vano, Bélgica posee una de las redes de ferrocarriles más densas del continente, y las distancias son tan cortas que pueden cruzarse varios países en un mismo día.
Sea como sea, un viaje a Lieja es un buen punto de partida para conocer Valonia, una parte de Bélgica donde te sorprenderá, sobre todo lo demás, el carácter animado y abierto de sus gentes.
 
Agradecimiento:

Comentarios