Porto Santo, una isla para relajarse en medio del Atlántico

EXPRESO - 28.09.2015

Pequeña, tranquila, sorprendente

Pequeña, tranquila, sorprendente. Porto Santo es una isla única perdida en medio del Atlántico. A la sombra de su hermana mayor, Madeira, esconde el secreto del relax más absoluto, ese que nos pasamos media vida buscando.

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Pero su ritmo pausado no significa ausencia de atractivos ni actividades. Historia, deporte, geología, gastronomía y, por supuesto, sol y playa, son algunas de las maravillas con sabor portugués que Porto Santo ofrece en unos pocos kilómetros cuadrados.
 
¿Qué cara de Porto Santo te apetece descubrir?:
 
 
Colón vivió aquí antes de descubrir América, una isla con historia en la ruta del Atlántico.
 
Sus formaciones rocosas hacen las delicias de los aficionados.
 
 
 
 
 
Una única playa de 9 kilómetros y muchos más de costa para practicar deportes.
 
Desde su pequeña capital, a su gastronomía, pasando por sus aguas y sus vistas.
 
 
 
 
 
Pequeñas iniciativas privadas que constituyen puntos imprescindibles.
 
Te contamos todo lo que necesitas para planificar tu viaje a Porto Santo sin perder tiempo.
 
 
Aquí van unas pinceladas para disfrutar Porto Santo, pero te garantizamos que descubrirás muchas más sensaciones en directo. Que tengas muy buen viaje y, si puede ser, que nos lo cuentes.
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CON HISTORIA
Escondida en medio del Atlántico, la pequeña Porto Santo fue la primera del archipiélago madeirense en ser descubierta por los portugueses. Sucedió a principios del siglo XV, siendo rey de Portugal D. Joao I, cuando los navegantes Joao Gonçalves Sarco y Tristao Vaz Teixeira llegaron aquí por casualidad, buscando abrigo de una tempestad.
Gracias a los portugueses, en ese mismo siglo XV se convirtió en una próspera isla productora de cereal, vino y famosos tintes, elaborados a partir de la savia de los dragos.
Sin embargo, su habitante más ilustre fue un genovés, Cristóbal Colón, que se casó aquí con Dña. Filipa, hija de Bartoloméu Perestrelo, el primer ‘Capitán bonatario’ de Porto Santo. La que fue su casa está restaurada desde 1992 y puede visitarse en la pequeña capital, Vila Baleira. Justo detrás de la iglesia, conserva mapas, grabados y pinturas, objetos y publicaciones de la vida del navegante y de los descubrimientos portugueses y españoles.
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Situada tras la iglesia, pequeña, rodeada de un jardín coqueto con varios dragos, resulta una visita importante para tomar conciencia de lo que Colón ha aportado a la isla y al mundo.
Más adelante, en el siglo XVII, la isla sufrió ataques de piratas, el más cruel de ellos sucedido entre el 16 y el 27 de agosto de 1617, perpetrado por una flota argelina que se llevó prisioneros a Argel a 900 de sus habitantes. Cuenta la historia que en Porto Santo solo quedaron 18 hombres y 7 mujeres que se escondieron en cuevas del monte y en matamorras, depósitos de cereales excavados en el suelo de algunas casas.
Porto Santo adquirió la categoría de municipio en 1835 y en 1996, su capital, Vila Baleira, fue elevada a la categoría de ciudad, por lo que ahora se llama Cidade Vila Baleira.
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PARA RELAJARSE
Sus dimensiones de 11 x 6 km, un total de 42 km2, hacen fácil el relax en esta isla que vive a un ritmo lánguido. A pesar de ello, cuenta con varios puntos elevados, miradores estratégicos a los que subir caminando para quedarse un buen rato mirando el océano, o disfrutando sus propios paisajes.
El Mirador das Flores es seguramente el más chulo. Asomado sobre Ponta Calheta, al suroeste de Porto Santo, resulta ideal para ver los viñedos junto a la playa. Justo debajo, al final de la playa, hay un chiringuito del que dicen que tiene las mejores puestas de sol del archipiélago, con vistas a Madeira.
En el otro extremo de la isla, el Mirador da Portela ofrece las vistas panorámicas de postal más conocidas de Porto Santo. Es esta una zona ventosa, que tradicionalmente se aprovechaba para colocar pequeños molinos de viento con ruedas, de los que sobreviven cuatro.
También ayuda al relax una visita a Camacha, única localidad del norte de la isla, justo en las faldas de los picos más altos de Porto Santo. O una subida al Pico do Castelo, en coche desde Camacha, o caminando por los senderos que suben a la cumbre, para admirar en soledad las magníficas vistas panorámicas sobre el sur y el este. Aquí no hay más compañía que los restos de un fuerte y los miles de pinos que reforestan la isla.
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Si el viajero prefiere relajarse en un entorno más urbano, la pequeña capital de Porto Santo, Cidade Vila Baleira, es un pueblecito encantador organizado en torno a la Praça do Pelourinho. Aquí se encuentran, la iglesia parroquial, de Nossa Senhora da Piedade, siglo XV, el antiguo Ayuntamiento, un bar y un par de restaurantes. Y caminar por estas calles es un placer, y sentarse en las terrazas, que el clima templado permite disfrutar durante todo el año.
Quienes busquen relajarse haciendo deporte lo tienen aquí muy fácil. El campo de golf de Porto Santo, diseñado por Severiano Ballesteros, se extiende de lado a lado de la isla, construido minimizando el impacto medioambiental. Cuenta con 18 hoyos y par 72 en sus 6434 metros y se estructura en dos zonas bien diferenciadas: el Campo Sur es de tradición americana, salpicado de lagos, para un juego largo y preciso; y el Campo Norte, donde jugar en la cima de los asombrosos acantilados.
También resulta muy agradable recorrer la isla a caballo. En Sítio da Ponta está el picadero de Porto Santo, donde se pueden alquilar caballos para las diferentes rutas y dificultades.
O jugar al tenis en el Campo de Baixo. Aquí se encuentra uno de los mejores clubes de Portugal, con equipamientos para la celebración de torneos de alta competición.
Por supuesto, es muy fácil también relajarse disfrutando de su inmensa playa, o practicando deportes acuáticos.
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NO HAY QUE PERDERSE
La mayor parte de la población de Porto Santo, unos 5.000 habitantes, vive de una u otra manera del turismo. Sin embargo, resulta una isla muy poco turística, en el sentido de que no hay masificaciones ni grandes atracciones turísticas, este sigue siendo un destino ‘casi virgen’.
Solo algunas iniciativas privadas destacan en la modesta oferta turística sorprendiendo al viajero, y no conviene perdérselas, al menos estas:
La Quinta das Palmeiras. En medio de esta isla de colores ocres y escasez de agua, su propietario ha construido un auténtico oasis vegetal, un vergel para quienes quieren escapar unas horas de la playa,  y relajarse al fresco. En su interior se enconde una terraza muy agradable para tomar un café rodeados de aves exóticas y todos los árboles y las plantas traídas personalmente por él durante años. Cerca del Pico do Facho.
Museu Cardina. La pasión personal de un hombre ha reunido en este pequeño museo artefactos históricos, herramientas antiguas a escala y maquetas. Construido en un molino de viento de tamaño real, al norte de la isla, en la aldea de Camacha, ofrece al visitante un recorrido por un pasado ya desaparecido.
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Casa da Serra. Hacia el norte de la isla, donde tiempo atrás abundaban plantaciones y casas de labranza, se levanta esta casa ‘de los abuelos’ rehabilitada para recrear la vida en épocas pasadas. Sus dueños, además de amantes de la etnografía, son productores artesanos de miel de caña, galletas, licores de frutas y otras delicias autóctonas que venden aquí mismo a los visitantes.
Hablando de delicias, los helados de Lambesca, un pequeño quiosco situado en el centro de Vila Baleira, frente al juzgado, son uno de los sabores más tradicionales de Porto Santo, se siguen haciendo como en 1841. Cada día ofertan dos de sus mejores sabores, así que hay que estar muy pendientes.
Y otra especialidad que no puede dejarse de probar en Porto Santo es el ‘bolo do caco’, un pan riquísimo de harinas de trigo y batata que se come caliente, untado con mantequilla con ajo y diversos rellenos. Se pueden encontrar casi en cualquier lugar de la capital, en la carretera principal, junto al muelle antiguo, en la Marina.
¿Un buen lugar para desayunar o merendar? La Pastelería Pimenta Q.B., a pocos metros de la Praça del Pelourinho. Café buenísimo, wifi gratis, dulces caseros, y todo barato.
Para una alternativa más ligera, hay que pararse en algunos de los puestos de uvas y otras frutas de temporada que abundan en las cercanías del viejo puerto y la playa.
Y, por fin, si hemos de recomendar un restaurante, será Pé na Água. A pie de playa, en la arena, en la carretera de Vila Baleira hacia Calheta, cerca de la capital. Hay que probar el ‘podiao’, pez papagayo, uno de los platos tradicionales de Porto Santo.
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PARAÍSO GEOLÓGICO
Desde el punto de vista geológico, la isla de Porto Santo es muy interesante, ya que está formada por un conjunto de complejos volcánicos en las zonas noreste y suroeste, y por rocas sedimentarias que ocupan la parte central y la costa sur.
Se trata de una isla relativamente llana, con algunos relieves, de los cuales el más elevado es el Pico de Facho, con 517 metros. En la antigüedad, en él se encendían antorchas –fachos, de ahí su nombre- para advertir a la población de la aproximación de barcos enemigos.
En su ladera este, la Serra de Fora y el valle de Serra de Dentro permiten ver paisajes únicos, pequeñas bahías y el océano de la cara norte de la isla, más bravo que el del sur.
En esta isla dorada y seca, la humedad oceánica es aportada por los vientos alisos, pero curiosamente Porto Santo esconde aguas de gran valor mineral, como las de la Fonte da Areia, al norte de la isla. Mana en un acantilado cercano a la pista del aeropuerto, donde además hay piscinas naturales para bañarse. Dicen que sus aguas proporcionan salud y longevidad, y de hecho en tiempos se consideraban sagradas. Hoy está semiabandonada, pero el viento ha dejado su huella erosionante creando un paisaje espectacular en estas rocas.
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No es la única fuente con propiedades de la isla. El 7 de enero 1893 se realizó en París un primer análisis de las aguas de la Fontinha, en la parte sur, que reveló que esa agua era bicarbonatada, clorada y sulfatada sódica, por lo que estaba indicada para el tratamiento de enfermedades cutáneas y del aparato digestivo. Posteriormente, esta agua dio origen a la primera y única fábrica de agua mineral de la isla. Hoy, su precioso edificio, situado en la capital, se encuentra esperando nuevos usos.
Hablando de rocas, las más vistosas de Porto Santo se encuentran en el Pico de Ana Ferreira. Aquí se puede admirar a simple vista un espectacular conjunto de columnas prismáticas, conocido como el 'piano’, causado por la actividad volcánica de hace miles de años. Es fácil subir hasta aquí caminando o en vehículo todo terreno. Justo debajo, se extiende el gran campo de golf de la isla.
Los amantes de la geología disfrutarán recorriendo las costas de Porto Santo, abruptos acantilados excepto en la parte sureste; y también visitando los seis islotes que la circundan: ‘As Cenouras’, el de ‘Baixo’, el de ‘Cima’, el de ‘Fora’, el de ‘A Fonte’ y el de ‘Ferro’, que conforman la Red de Áreas Marinas Protegidas, zona especial de conservación integrada en la Red Natura 2000.
No todo son piedras en Porto Santo. A pesar de su apariencia inhóspita, alberga especies de flora macaronésica muy interesantes, y es un lugar especial para observar aves marinas.
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UNA PLAYA PARA TODO
Elegida la mejor ‘playa de dunas’ en el concurso ‘7 Maravillas - Playas de Portugal’, La playa de la isla de Porto Santo ondea orgullosa su Bandera Azul sin interrupción desde 1992. Se extiende todo a lo largo de la isla, en su parte sureste, y su arena fina y dorada rodeada de aguas turquesa protagoniza cada año miles de fotografías.
Pero no solo es agradable para tomar el sol, también resulta buena para la salud. Dicen que su arena suave, fina y poco abrasiva, compuesta por calcita, tiene propiedades terapéuticas, al igual que estas aguas ricas en yodo y magnesio.
De hecho, se utilizan para el tratamiento del reumatismo y de las enfermedades óseas. Bien en los más sencillos baños de sol y mar, bien en tratamientos más sofisticados en el spa de talasoterapia de la isla, situado en Vila Baleira Paradise Resort y abierto al público.
En los meses de verano, la temperatura media del agua del mar oscila entre 24 y 25 ºC, igual que a finales de primavera y principios de otoño. En las demás estaciones del año, la temperatura del agua también es agradable, uno o dos grados más fría que en verano.
Aunque la playa es una extensión ininterrumpida de 9 kilómetros, sus partes reciben diferentes nombres. La Praia do Penedo, situada al sureste, posiblemente la más aislada, la Praia da Fontinha, la Praia do Cabeço, la das Pedras Pretas y la Praia da Calheta. Todas ellas, eso sí, esconden en la misma orilla una gran cantidad de piedras volcánicas, dentro o fuera del agua según la marea, que hace aconsejable llevar unas ‘cangrejeras’ para bañarse más cómodamente.
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Y, por supuesto, Porto Santo es un paraíso para quienes disfrutan con los deportes acuáticos. En primer lugar el buceo, gracias a la transparencia de estas aguas que garantizan decenas de metros de visibilidad, y a la riqueza de su flora submarina. La zona de buceo más atractiva es el lugar en el que se hundió el barco ‘Madeirense’, al sur de Porto do Abrigo.
Sus restos están repletos de arañas marinas, anémonas y toda clase de flora y fauna. También hay arrecifes más alejados de la costa e incluso se puede hacer submarinismo arqueológico y ver algunos cañones antiguos. Porto Santo Sub y Baleira Diving Centre son los principales centros de buceo para alquilar material o incluso hacer un bautismo.
Quienes prefieran deportes más novedosos pueden practicar kayak, vela, jet-sky, esquí acuático, windsurf, kitesurfing o coasteering, que combina rápel, escalada y saltos al mar.
Pero no hace falta ser un gran deportista para disfrutar estas aguas maravillosas. Basta alquilar un barco o subirse a uno de los que ofrecen paseos para ver delfines, ballenas, y recorrer el archipiélago desde una perspectiva única.
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GUÍA PRÁCTICA

 

CÓMO LLEGAR
A Porto Santo se puede llegar en avión, desde el continente o desde la vecina Madeira, no en vano este fue el primer aeropuerto del archipiélago. Sin embargo, para ir acoplándose a su ritmo pausado conviene llegar desde Funchal en ferry, unas dos horas y media deliciosas a bordo del Lobo Marinho que une cada día las dos islas.
Este ferry, el Lobo Marinho, propiedad de la empresa Porto Santo Line, asegura la conexión diaria (excepto el martes entre los meses de octubre y junio) de pasajeros y vehículos entre las islas de Madeira y de Porto Santo.
La isla de Porto Santo cuenta además con un aeropuerto que tiene varias conexiones aéreas diarias con la isla de Madeira, pero también es accesible directamente desde Lisboa y algunas ciudades europeas. Y en los meses de verano hay varias compañías que operan hacia Porto Santo desde Lisboa, Oporto o Madrid, entre otras ciudades del continente.
 
DÓNDE DORMIR
El hotel Torre Praia no es el más lujoso de la isla, pero es confortable y seguramente es el mejor situado. Con acceso directo a la playa y a pocos metros de la capital, Cidade Vila Baleira.
Como curiosidad, conserva una torre que le da nombre y que pertenecía a una antigua fábrica de cal y cemento.
Las mejores habitaciones son las que dan al mar, especialmente sus junior suite, con grandes terrazas asomadas al Atlántico.
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CÓMO MOVERTE
Porto Santo es pequeña, y más que un coche de alquiler sugiere un pequeño vehículo eléctrico o una bicicleta para recorrerla. En la capital existen varias empresas para ello. También desde aquí salen autobuses que recorren la costa sureste desde el puerto hasta Calheta.
Pero quizá lo mejor para moverse sea contratar los servicios de una agencia local como Lazermar, que nos descubrirá los rincones más interesantes, incluidos los de la costa norte, casi despoblados.
 
MÁS INFORMACIÓN
En la web de Turismo de Porto Santo encontrarás todas las informaciones necesarias para disfrutar esta pequeña isla del archipiélago de Madeira, un destino que se pasará sin duda a integrar la lista de tus escapadas favoritas.
 
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Texto y fotos: Federico Ruiz de Andrés y Ana Bustabad Alonso

 

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